viernes, noviembre 22, 2024

Significados del yoga (1)

 

"Verse a uno mismo es mejor que engañarse"

Carlos

El yoga es uno de los seis sistemas esenciales de la filosofía o pensamiento de la India que se conocen como darsana, que a su vez se deriva de la raíz sánscrita drs que nos muestra varios significados: "ver", "vista", "mirar", "punto de vista", "cierta forma de ver".

La idea de fondo es mirar hacia nosotros mismos para ir reconociendo lo que somos, digamos que es un trabajo que dura una vida. Dicha observación, a mi entender ha de hacerse bajo determinados supuestos, "el verse a uno mismo", es decir bajo unas condiciones de calma y conciencia, unos determinados trabajos corporales sin exigencias envueltos en respeto y amor. 

Ese modo de verse hacia nuestras profundidades, "nos despierta". La conciencia adquiere vida y mira, y nos vamos "limpiando" de las impurezas o autoengaños en los cuales estamos inmersos, mostrándonos una realidad con menos ficciones y cuentos absurdos.

Recordemos aquí que dentro del aspecto ético del yoga, esa cualidad tan importante como "tapas" donde la constancia refinada en el fuego de la practica de la vida, nos equilibra con el agua, para atemperar, en un permanente equilibrio de búsqueda de uno mismo nuestro vivir. Ha de ser una constancia inteligentemente espiritual, como una lluvia fina que riega nuestro corazón, sin dar tanta preponderancia a lo mental.

Nuestros sentido funcionan hacia el exterior, y estamos automatizados en una continua búsqueda de estímulos. Ello nos construye. Pero si aprendemos a mirar hacia el interior, y a permancer ahí, nos damos cuenta que nuestra visión muta, los sentidos se interiorizan, su dirección cambia. Ya no hay tanta distracción, ni tanta dispersión. Surge "la escucha interior" que emana de una unidad que es esa conciencia viva. Es un proceso continuo de deconstrucción.

Aprendes a ver con tus ojos internos, hacia dentro, con lo que esta frase tiene de metafórico, a sentir lo que eres, no una imagen que te da un espejo o te dan otras personas. Ese modo de ver te cambia la percepción de ti y del mundo, eso es yoga.

Es importante comprender que no es lo mismo "ver con conciencia" que vivir inconscientemente, de ahí que "el punto de vista", este modo de mirar, es como una luz perenne que te guía para estar vivo cada día, pues sí o sí esa nueva situación te va actualizando como ser humano, diría, como un buen ser humano.

Finalmente comentar que el yoga nos permite vivir abiertos a la luz de la vida, flexibles hacia la vida cotidiana, limando nuestras rigideces, tanto de nuestros actos como de nuestro mental, lo que nos ayuda a disponer de "otros modos de ver" ante las situaciones vitales, así como una mayor adaptabilidad, evitando tanta reactividad y sufrimiento.


Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Noviembre 2024

"Supernatural Thing"-"Ben E. King"

sábado, noviembre 16, 2024

Atardece estando en uno

 


"El miedo es un modo brutal de dominación y de condicionamiento hacia el otro, y hacia la población"

Carlos

 Hubo un tiempo que al atardecer no encendía las luces de la casa. Dejaba que la oscuridad del horizonte  fuera penetrando, y que la noche me fuera envolviendo.

Entonces encendía una pequeña vela a modo de pequeño faro  en mitad de la noche oscura.

Me sentaba a sentir el silencio, y los pequeños sonidos distanciados que de vez en cuando me traía la naturaleza: un ladrido lejano de un perro, el canto de la lechuza del olivar.

Esas circunstancias en las que me encontraba lo denominaba la propia soledad del ser, situación de espíritu que me hacía enormemente dichoso.

No necesitaba ni ruido interno, ni externo, ni luz artificial para sentirme acompañado. Era suficiente con permanecer en mí y escuchar la vida.

El yoga es tan sencillo, y tan enormemente amplio.

"Pregón del miedo"-David Lagos

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Noviembre 2024

martes, octubre 22, 2024

Los pequeños gestos en yoga

 

¿ En dónde guardan los ojos sus tesoros ? Alejandra Pizarnik

Habitualmente practicamos el yoga mediante posturas o asanas. Es importante que sepamos que las posturas a la vez que nos movilizan el cuerpo y su musculatura, nos mueven las emociones, actúan directamente sobre la mente, permiten y generan autopistas respiratorias irrigando unas partes más que otras, y todo ello modifica nuestro campo de conciencia. Igualmente, como siempre comento, creo que el resultado es así en el conjunto, si al impartirlo, se hace bajo determinadas condiciones.

Una postura tal cual, sin sentido, a pelo, digamos me parece una situación grosera. Pues creo que una clase de yoga es un viaje al interno, donde vamos conjugando lo comentado para llegar hacia situaciones novedosas de conciencia, de sentir, de sensibilidad, de descubrimiento, en definitiva es una labor lenta, donde es lo mismo las semanas, los meses, los años que pasen.  Importa, digamos, ese viaje de  conciencia. Por lo que una clase dispone de una progresión respetuosa donde de acuerdo al propio trayecto interno del profesorado se puede crear música en el alma, o posturas puramente físicas.

Según va pasando el tiempo una propia postura se convierte en pequeños gestos de comprensión cada vez mas sencillos, donde dicho gesto supone una luminaria de conciencia hacia el alumnado. Ello es así porque uno ha crecido como persona, como ser humano, y su yoga ha ido tomando a derribo esa mente dura y exigente, y la ido llevando de viaje mediante el sentir hacia un corazón dulce. 

Por lo tanto es lo natural que en nuestra vida aparezcan los pequeños gestos de amor, de ternura, de compresión hacia las personas que queremos, donde seamos capaces de entrar en nosotros para acompañarnos de otro modo, digamos con mayor humanidad, para así ser capaces de compartir nuestra humanidad con nuestros semejantes.

Son muchos los obstáculos para llegar al pequeño gesto sencillo de sentirse humano, y es la capacidad de cada uno la que permite indagar en si mismo hacia un yoga plagado de vida. Si perseveramos vamos encontrando en nosotros señales de compasión, de fortaleza, de coraje, de vulnerabilidad, de amor, de dulzura, de belleza, donde nuestro pequeño mundo se hace infinito, y se convierte en situaciones de mayor amplitud y de tolerancia.

                                          

 Bailarines: Edward Watson and Marianela Nuñez

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, octubre, 2024

                                          


    

domingo, septiembre 29, 2024

Recorriendo el alma en la sensibilidad del yoga


"En lo que se ve debe haber solamente lo visto; en lo que se oye, solamente lo oído; en lo que se siente

( olor, gusto, tacto), solamente lo sentido; en lo que se piensa, solamente lo pensado"

Udána I,10

El yoga me parece un recorrido de lo interno donde la observancia de uno mismo nos abre cauces de sensibilidad insospechados, nada conocidos en lo habitual, hasta que uno los va sintiendo y experimentando, pues quedan insertados en nuestra alma y nuestra piel. La vida se transforma, su belleza nos nutre, nos abraza y nos clarifica, nos ayuda a ver.

 Este fluir permanente de vida no se encuentra unicamente plagado de dichas y felicidades varias, sino igualmente de otras miradas hacia lo que uno es y hacia lo que es el mundo, y sobre todo, nos recorre las entrañas sobre el sentido de nuestra propia existencia, y por tanto el abanico de situaciones es variopinto y muchas veces desconocido, y plagado de descubrimientos.

 Por tanto, unas veces uno siente mucha felicidad ante la propia vida, ante lo que te ofrece y ello te ayuda a generar anclas ante los propios vaivenes que genera ese recorrido y disfrutar en pausa de ese surfeo más apacible y dichoso, pues otras veces aparece un sufrimiento fuerte, que el propio caudal rebaja a su lugar, y lo acoge para sumarlo a la gran comprensión  de lo que es uno mismo. A veces ese sufrimiento o confusión grande te arrastra, resulta entonces necesario ni proyectar ni adherirse, sino enraizarse con brío al presente.

Sin un eje interior claro, una escucha  interna adecuada, y como comento, un enraizamiento firme en el presente, y sobre todo, una mente calmada y vigilante creo que resulta complicado viajar hacia profundidades de uno mismo, donde es el propio sentido del yoga el que te va dirigiendo. 

Hablo al hablar de lo interno, del propio nacimiento de nuestra espiritualidad, la capacidad de abrirnos a la totalidad, aunque duela muchas veces.

Entiendo además que va surgiendo, o se van abriendo esas puertas del misterio de acuerdo a nuestra propia capacidad de entrega y  apertura a esa totalidad, y sabemos que eso es muy difícil. Ademas sin una experimentación clara sobre las propias herramientas que te pueden ayudar a volver al eje, o mantenerte en el presente, o sencillamente estar  vivo caiga lo que caiga requiere una entrega sin meta, solicita un escalonado lucido, y una constancia adecuada y adaptativa aunque surjan las confusiones y las distracciones, o las vueltas hacia atrás.

Ahora hablemos en cristiano para entendernos: el yoga te muestra la vida tal cual es, por tanto si tienes coraje, te muestra tu alma tal cual es. Cuando hablo de alma hablo de ese corazón no almidonado entre tantos cerrazones, hablo de un corazón propio donde la cicatriz duele y uno la mira y la acepta, o si hay heridas va aplicando curas. Podríamos decir que uno no se esconde ante uno mismo, y se enfrenta a sus propias contradicciones, y no huye hacia ningún lugar, ni tampoco se engaña y vive con dicha narración, y como podemos imaginar,  el no esconderte de ti, eso a veces, es una mierda, pero es preferible a un engaño en vida o el vivir auto referenciado bajo capas de mentira. Prefiero ir hacia el desnudo integral, quitarme los ropajes.

 Hablando de mierdas, que por cierto la de burro, no huele mal, y la de oveja es algo más fuerte, puedo decir que estos días la he estado recogiendo en carretillas, pues cada vez que saco a dar un paseo a Max el mastín, bajo una carretilla a la entrada del campo, y literalmente, la subo llena de mierda, sobre todo ya más seca. Luego son los árboles, los insectos y la propia tierra y vida la que se regenera con dicho regalo, pues podríamos decir que lo mismo pasa con lo interno, uno nunca quiere ver nada y va endureciendo el corazón, pero cuando mira la mierda de frente, cierra los ojos, y al abrirlos hay una flor, o muchas flores.

Es decir el mirarnos duele unas veces y otras no, pero si te duele y sigues mirando muchas veces nacen situaciones hermosas e inesperadas, nace el canto de la vida, que es el canto de las aves. Nace la brisa que te mece mientras acaricia tu piel. Nace tu capacidad de darte cuenta en paz de como todo se ayuda, y se une a ti.

Es importante recordar que cerramos los ojos a lo que somos  con aquello superfluo que nos ofrece el medio o con aquello inoperante que nos ofrece nuestro ego. Ya depende de nuestro propio camino el que sepamos encontrar o no una buena azada, o corta setos para desbrozar la tierra, o el bosque de nuestro interno.

Volvamos ahora al título del artículo: entiendo el recorrer como visitar caminos inexplorados en la propia orografía montañosa de nuestro interior, y entiendo que al recorrer lo nuevo o recorrer aquello que no queríamos ver y que nace de aquello que estaba escondido, nos vamos transformando en seres vivos con una mayor sensibilidad. 

Es como cuando haces posturas yoga y eres capaz de escucharte y disponer de unas pausas para sentirte, pues de ahí vas abriendo puertas a tu corazón y vas desestructurando una mente condicionada, pues lo mismo pasa aquí. Uno va aprendiendo a sentirse, y también es consciente que el sentir tampoco es un dios idolatrado, sino un modo de mirarse y mirar la vida, lo cual también solicita equilibrio y serenidad.

Entonces uno aprende a mirarse el corazón y a mirarse a uno mismo, y ello te permite percibir el mundo y tu vida bajo prismas completamente diferentes a los habituales, y vas siendo consciente, es decir te vas dando cuenta de la gran aventura en la cual te has embarcado, pero no te domina el miedo pues es la propia presencia la que te coloca de nuevo en el eje para seguir andando y cayendo, andando y levantándote, andando y viviendo.

 

"Bach, ´Suite 1 violonchelo-"JIn Kyung Kim 

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Septiembre 2024



jueves, julio 18, 2024

El lenguaje de la naturaleza, el lenguaje del yoga, los sentidos

 

¿Cómo se puede hallar una gota de agua fresca en un montón de huesos secos?

antiguo dicho zen


Por suerte, y gracias a la bondad de los dioses, el yoga no nace ni de las redes sociales, ni de egos desmesurados. Nace hace miles años, cuando las personas vivían de otro modo: vivían en comunión con la naturaleza. Quizás hasta podíamos retroceder a cuando nuestros ancestros habitaban las cuevas, y en ese silencio sobrecogedor y húmedo de una profundidad montañosa se sentaban a meditar para indagar en ellos o para dialogar con alguna presencia que sentían.

¿Quién sabe quizás, que al hacerse el humano uno con el bosque y con las praderas para poder así, mimetizado en el medio, entre la hojarasca y los árboles, siendo pura calma y pura escucha para poder cazar, para sobrevivir, ello fue el germen de muchos planteamientos del yoga?

El yoga despierta en nosotros muchas habilidades extraordinarias que me recuerdan a lo que digo, por ejemplo, nuestros sentidos recuperan su potencialidad, y no sólo eso, sino que nos abren a otros sentidos, como por ejemplo el sentido de la mente, el sentido de la intuición, de la sensibilidad, de las diferentes vibraciones, etc. Partimos de la base que nuestra cultura materialista y egoísta centrada en el derecho democrático de vivir cómodos y con derecho a la queja permanente nos ciega los sentidos. Un yoga con una adecuada dirección nos quita la venda de dichos sentidos, los revitaliza, y nos descubre otros. Los sentidos como órganos de recepción de información que luego procesamos para una adecuada supervivencia o un buen saber actuar el yoga los unifica, los centra y los discierne, sabiendo que es lo más adecuado en ese presente vivo, pues es ese propio centro vital el que clarifica, une y decide, dando así una versión de la realidad adecuada y más de acorde con lo que sucede.

Recordemos que sin una mente entrenada en la limpieza de impurezas y sin adecuar nuestro interno hacia la claridad de la luz, aquello que perciben los sentidos mal interpretarán los estímulos, y estaremos sobre todo marchando en zigzag de aquí para allá apegados a cualquier futilidad. 

Los humanos entonces disponían de otras circunstancias donde resultaba esencial comprender el lenguaje de la naturaleza, pues podemos decir que la naturaleza nos habla, nos dialoga, y nos comunica, como si fuera una gran sentido mayúsculo, con la ventaja que somos naturaleza, por lo cual, al ser el conjunto la propia sustancia vital, la comunión es mayor.

Ese cazador en el bosque, sus sentidos, su percepción, su consciencia y su modo de saber estar se encontraban imbuidos en el silencio de ser para poder así cazar a su hermano del bosque, la pieza. Comía por necesidad, no por hedonismo nutricional y tenía la valentía de arriesgar su vida en ello. No es como ahora, donde miles de animales encerrados en jaulas desde su nacimiento hasta su muerte, acaban en una bandejita de plástico impoluta e impecable. El cazador de lo interno comprendía el lenguaje de la naturaleza y por ende su propio interno con el cosmos.

 Nosotros actualmente ya estamos cazados, diría que siempre somos la presa, ligados a las mismas rutinas y los mismos quehaceres, y ciegos entre tanto absurdo alienado. Somos esclavos y presas de nuestras propias falacias, plagados y apegados a cualquier aspecto de nuestra personalidad  o emoción que ni sabemos de donde surge, ni nos lo preguntamos. No hay escucha, tampoco comunión, no hay calma, ni tampoco roce con lo natural. Hay inmediatez falaz.

Incapaces de reconocernos en nuestro ser esencial, por tanto, ni nos planteamos cuestionar el modo de vida que llevamos, ni tampoco tenemos el coraje, ni la bravura, ni la audacia suficientes para realizar ningún cambio al respecto.

El yoga, su lenguaje se va mostrando de muchos modos, para ello digamos hay muchos tipos de yoga, donde ahondamos de un modo calmado en nosotros para descubrir el misterio de ser cazadores de nuestras propias sombras, o cazadores de luz. Para ello no es necesario estar haciendo y demostrando, sólo nos vale con nuestra actitud ante la vida, una disposición centrada y libre. Uno puede ser un buen yogui sin estar haciendo a modo convulsivo, y sin estar ahogado llenando horas de la existencia en un millón de actividades, podríamos llamarlo "el hacer sin hacer". Uno ya no es una maquina activa y a pleno funcionamiento repitiendo todo el día "perfecto"..."perfecto", sencillamente es un ser humano donde prima lo recepetivo, pero donde hay un equilibrio entre lo activo y lo pasivo.

El cazador en el bosque permanecía en la estática horas y días, su hacer era la atención y la escucha, y sus movimientos eran los justos, en silencio.  El yoga mimetiza a ese hombre del bosque, a ese hombre natural.

Podemos estudiar mediante las asanas nuestro cuerpo, y también estudiar nuestra mente, podemos indagar en nuestra respiración, también podemos entregarnos sin tanta codicia a las acciones diarias, podemos ser amorosos, podemos ser menos egoístas. Podría seguir, pero no es necesario, son sencillamente algunos ejemplos de tipos de yoga. Según nos desestructuramos y ahondamos surge ese lenguaje de antaño, esa lectura natural de la vida. Uno es capaz de comprender a un árbol, de dialogar con un ave, de respetar el ciclo de la vida y la muerte, de saber leer esos signos, que ya no son símbolos convertidos en conceptos que sustituyen a la realidad generando ficciones y desperdicios de vida, son la realidad del lenguaje del yoga en plena sencillez, y de la naturaleza de los que somos, interpretados por multitud de sentidos, pues uno es una antena sensible, abierta al amor y plagado de imperfecciones como la naturaleza misma, pero en comunión con la belleza vital del sabor de existir sin miedo a ser uno.

Canserbero-"¿Y la felicidad qué?" 

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Julio 2024


martes, abril 16, 2024

El amor como un rayo de sol


 "Alba: ¿Qué nombre ponemos al corderito?
Se llama Cosita papá."
 

 A lo largo de todos estos años he ido sintiendo como el yoga transformaba mi vida hacia lugares que antaño me parecían insospechados sencillamente porque no sentía ni por asomo lo que siento en estos momentos.

Partimos de la base que creo en un yoga integral donde el eje de la conciencia es la referencia interna de mi quehacer en el día a día. Ha sido el propio yoga el que ha ido despertando y ampliando esa conciencia convirtiéndola en una consciencia amplia y abierta, es decir un ente calmado y observador, muy despierto y vibrante, sutil y profundamente sensible consigo mismo y con su entorno vital.

El yoga no son posturas físicas, es mucho más, abarca una práctica total donde la esterilla es la propia vida, y donde de un modo muy paciente vamos encajando en los diferentes canales vitales y olas vibratorias que conforman y confirman la vida. Esta situación genera una armonía con la existencia que pasa de estar inerte a estar completamente viva.

Recuerdo el tacto de mi piel cuando empecé hace más de dos décadas, y mi cuerpo: estaban duros. Ahora mi piel es suave, y mi cuerpo es blando y adaptable. Por aquel entonces, mi corazón no era tan ancho, era más pequeñito, y diría que ajeno a mí mismo pues tenía poca relación con él, no dialogábamos mucho y al estar mi pecho tan duro, me costaba entablar conversaciones amenas, había demasiados muros. Ahora la situación es diferente, vivo en él y me encuentro cómodo y a gusto, también me doy cuenta de su infinitud. Es curiosa su profundidad; es tanta y tan honda, como cuando uno tiene un dolor inimaginable, y se encuentra en paz desde esa hondura a pesar del sufrimiento. Diría que son las profundidades de las puertas que nos va abriendo la consciencia, y que comulgan con la propia esencia y misterio de la vida. 

La mente también me ha cambiado muchísimo, antes vivía pendiente de aquellas rutinas que suponen una vida con los objetivos sociales marcados a hierro subliminal, o los heredados de la familia. Mi mente era de bastante opacidad a pesar que siempre he sido una persona despierta, sensible y particular. Y en cuanto a mi persona, sí, era yo, pero tampoco era eso, vivía más en una amalgama. Ahora es diferente, Soy en una claridad meridiana, y no siento dispersión, sino una unidad viva y esponjosa, y me reconozco y nutro en ello a cada momento.

No participo mucho en ser, pero le doy una dirección, que es la que observa mi interno. Igualmente, no me interesa ningún protagonismo de ser nada, tampoco dispongo de objetivos, y mi amor hacia las personas que amo ha pasado a ser de una ternura inimaginable. Es como si el corazón hubiera ido adquiriendo las cualidades de esponjosidad, blandura y profundidad que comentaba.

Me alegra tanto también poder amar así, a mi hija, a mi pareja, a las personas que quiero, al verdor de la tierra, a los colores del cielo, al sabor del mar, y a tantas situaciones o sentires, que lo hago en silencio, sin armar ruido, dichoso de ello, y feliz de poder disfrutar del amor de la vida y del corazón. 

El sentir que el corazón con el paso de los años es capaz de seguir creciendo en su palpitar resulta estremecedor, y de una delicadeza muy bella, la propia mirada que emerge de ello.

Estoy agradecido también el haber tenido la oportunidad de realizar un andar en yoga que me ha traído hasta estos lugares, y también agradecido de compartir el periplo, por ejemplo, escribiendo o disfrutando en el silencio de la sala de yoga, o siendo capaz de dar y recibir del modo que lo hago ahora.

Es entonces un rayo de sol el que abre nuestro corazón y nuestra consciencia, un rayo  que conmueve, un rayo llamado yoga. Un rayo de amor y de ser, de estar y de andar, de vivir bajo el estremecimiento calmado de lo incierto. Tan real y sabroso que solo cabe bailar y gritar de dicha a la vida.

 

  Fito Paez-"El amor después del amor"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Abril 2024

martes, abril 02, 2024

Vivir sin red, un andar por el yoga sintiendo los pies


"Nos sujetan y nos dan la verticalidad, nos enraízan y nos dan la realidad,
encerrados los tenemos: ¿Cuándo los liberaremos?
Carlos

 

Soy de pies grandes, y antes de empezar a practicar yoga calzaba un 44,5. Tras bastantes años de práctica, ya calzo un 46. Resulta curioso que según progresaba en mi yoga los zapatos se me iban haciendo pequeños, y que a su vez mi mirada de la realidad con un pie pequeño, ha mutado a una realidad igual de grande que mi pie ahora. 

El mundo es de una mayor amabilidad y más amplio. Antes mi mente era más cerrada y limitada, estaba más pendiente de mis propios egoísmos, ahora no es así, soy de una mayor empatía y compasión. También según iba cambiando de zapato me iba quitando tantos ropajes, y ahora con poco, voy cómodo, y tampoco hace falta que sean de ninguna marca, no me siento adherido a Ser por una etiqueta. Calzo un 46 que crece, y con ello Soy. 

Entiendo que un día dejara de crecerme el pie, y ya me he ido preparando para ello: lo aceptaré sin lamentarme. Entiendo que llega un punto que pisar tanta realidad necesita cierto humor, y de ello soy consciente.

Tantos millones de veces poner atención a las partes de mi cuerpo que se apoyan, y de ahí sujetar las posturas me han convertido en un Pies Grandes, pero también la piel que se apoya, y mis brazos, mis piernas, mi tórax, mi espalda, y mi cabeza, parece que le han salido ojos, multitud de pequeños ojos vivos, y de mirada vivaz. Sus poros se enraízan y parecen micro adhesivos de quita y pon, respiran, y hablan en su propio idioma, y parecen un sentido más, me colman de información. He tenido que aprender a discernir de un modo más sutil e ir desechando la información inútil para quedarme sólo con lo que me hace falta en el momento.

A su vez, con tanto pie he perdido el miedo a caerme, pero a caerme en cualquier lado, ya sea en el suelo, en casa, laborando, en amores, en amistades,y en mente, o en la propia vida, en lo que sea. Deben ser los dedos que se han alargado y me sujetan lo que me permite vivir sin red, o quizás sea este yoga loco. En todo caso, mola. No me siento tan agarrotado y noto la cabeza más ligera, no con tantas densidades.

 Eso sí, si dejo de practicar me caigo. Antaño pase unos meses en cama, y al levantarme y sencillamente apoyar el pie, se torció, y de ahí a un esguince de grado tres. Me quede enyesado. Me di cuenta entonces que mi mente también estaba enyesada, así que trabaje de un modo arduo para volver a recuperar mis pies, y mi mente, y así pude volver a ponerme en pie, y liberar mi cabeza.  Menudos pies, menudo aprendizaje.

Hasta ahora no encontraba relación entre mis pies y mi cabeza, pero ahora me doy cuenta, que la realidad y la ficción no crecen a la par, y que es mejor sentir los pies para ir equilibrado.

A veces coloco un pie sobre una superficie inestable y el otro pie lo pongo en el aire. Resulta sorprendente, pero me mantengo en pie sin caerme, debe ser la superficie que se apoya, o esos poros sensibles, o sencillamente que ahora dispongo de mayor ajuste al no tener miedo. No lo sé. Tampoco me importa. Practico y disfruto de mis pies grandes, y de que se sujeten, y me mantengan atento.

Siento más adherencia a la tierra, y a la naturaleza vital, incluso a veces siento que soy un árbol más, y que da frutos y todo, y me siento dichoso con ello. Quién iba a decir que mis pies me iban a producir tantos descubrimientos y sorpresas al pasar de estar encerrados, a crecer de un modo tan desmesurado. 

Al final, como decía, me he dado cuenta, entonces, que vivo sin red,  en la realidad y en virtual, pues no me hace falta ni uno ni otro,  eran como telarañas invisibles que se apoderaban de mi alma, y lo cierto que es un alivio salir de esas prisiones según me iba encontrando a mi mismo pisando el suelo, y sintiendo como me enraizaba. Ha sido lento, algo extraño, pero es una metodología que sugiero: sentir tus pies, sonriendo, y si no sonríes, por lo menos siéntelos.

The Commitments-"Mustang Sally"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Abril 2024

domingo, marzo 31, 2024

La primavera, la apertura en yoga, y la migración de las aves

 


"Resistirse a lo que es, es un freno a nuestra vida y a nuestro yoga. De la aceptación nace la belleza, y de ahí nuestra comprensión"

Carlos

 Hace unos días me encontraba observando el cielo. Amanecía, era de esos días que ya se inician como con una luz ya cambiada, de mayor profundidad y hondura, donde los haces de luz muestran en su respiración otra realidad en su invisibilidad tangible, pues los signos de la tierra natural ya nos dicen que una nueva estación entra, nos hablan en su sabiduría ancestral.

Las gallinas por ejemplo aparecen con sus pollitos de la nada como si supieran el momento justo de cuando debían eclosionar los huevos, o en los árboles nacen las primeras hojas que nos protegerán del sol que vendrá, o la tierra ha ido adquiriendo otro color y textura para prepararse para brotar hacia el mismo cielo, pero, sobre todo, o por lo menos me lo parece, la luz cambia.  Es prácticamente imperceptible dicho cambio de tonalidad en el ambiente, pero con la práctica es posible darse cuenta año tras año.

Me preguntaban el otro día en un ejercicio de aprendizaje de francés que cuáles eran mis gustos, preferencias, y momentos únicos del día o en general, y tras leer las respuestas pensé: "Creo que soy un poco raro". 

Decía:"j´aime le yoga et l´escalade, j´aime nager dans le mer, et travailler la terre, j´aime collectionner des livres anciens et rares, j´aime lire beaucoup, j´aime regarder le ciel et vois les nuages, et les oiseaux passer, m´impliquer dans la nature, j´aime écrire sur ce que je ressens et sur la vie..."

  Decía entonces en ese ejercicio que uno de mis momentos mágicos es mirar el cielo, y sentir su belleza y su calma, y sorprenderme por el paso de las aves, ya sea un vuelo raudo, como el de los patos, o más tranquilo, como otro tipo de aves, y sentado ahí mientras amanecía empezaron a pasar bandadas y bandadas de aves, y paso algo increíble: no dejaban de aparecer en infinitos vuelos que parecían bailes en puntas de flecha oscilantes. Estaba sorprendido, pues no es normal ver tantas aves migrando a la vez y todas ellas danzando a la vida y a la existencia. Volvían posiblemente de África hacia el "calorsito" y luz de nuestra tierra y de nuestras marismas, ahora sedientas de tanta fresa codiciosa.

Reflexionaba sobre que la vida en su polifonía de manifestaciones polimórficas, es decir, la vida en sus múltiples manifestaciones de infinitas formas y común esencia, es imparable, y ahí radica su misterio, su encanto, su divinidad. Esas aves volando de continente a continente, pues en el cielo no hay fronteras, y su baile a la vida en una permanente ayuda mutua resulta conmovedora.

El yoga nos hace comprender que no se puede vivir la vida en una cabeza que quiere controlar la vida, en una cabeza repleta de proyecciones, en una vida sujeta a los espasmos de los sentidos, a una vida aditiva a intereses virtuales, o intereses puramente materiales. 

Es desde la calma de uno donde sentimos los pies en tierra para realizar la postura, y ajustar los equilibrios para sentirnos bien. Es en la quietud de la inmovilidad sentados que profundizamos en el silencio, para volar a descubrir continentes. Es en la entrega con atención donde no dejamos escapar la existencia en chorradas vacuas. Es el acto de educarse para aprender a vivir con un sentido que nos direcciona en un alma común que nace de esa profundidad.

Es vivir abiertos, sin miedo a volar. Es vivir en permanente aceptación, sin miedo a perder.  Pues es el darnos cuenta lo que nos suma y lo que nos subyace en la corriente vital.

Me sentí dichoso de ser tan afortunado de amar y apreciar la vida en sus diferentes manifestaciones, me sentí feliz de haber perseverado en mi yoga, de haber dejado que mis sentidos despertaran, que mi sentir hablará con mi corazón, que mi mente se vaciara de ruidos, de trabajar  incansable para que mi cuerpo tuviera la fortaleza de abrirse a la dulzura y a esta hermosa primavera.


La Plazuela, David de Jacoba, Texture-"Alegrías de la Ragua"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Marzo 2024

viernes, febrero 02, 2024

Hablemos una gota de la iluminación

"Todos los días tienen las condiciones para iluminarnos. Dicha condición depende de nuestra mirada"

Carlos

 Vivimos en una sociedad llena de humo, y entre tanta nube a veces no vemos lo que la vida nos dispone delante nuestro. Igualmente ante la perdida de valores generalizada, y tanto narcisismo andante, ese humo nos entra en las entrañas, y vamos corriendo por la vida, sin, a veces, tener claridad, ante lo que nuestro íntimo nos solicita, pues no hay escucha ni pausa para vernos.

En yoga, igual que en nuestra sociedad, hay mucho humo, y más ahora que se ha puesto de moda. Podemos hablar entonces de como se vende un camino hacia la iluminación o nos venden sus "saberes" los iluminados. Dicha condición iluminativa se ha conseguido ya sea por la gracia de los dioses, ya sea por un profundo trabajo interno que queda detallado en el curriculum en red, o porque les ha hablado algún iluminado y por empatía se les ha adherido la luz, o quizás sencillamente porque se siente poseedor de la verdad.

Partimos entonces que no creo en los supuestos comentados para iluminarnos ni comulgo con lo común. Más bien creo que la vida en su infinita riqueza nos ayuda a ir encendiendo candiles o pequeñas luces en nuestro interior, y ello nos ayuda a ver, a vernos, a ver la realidad y a ser buenas personas. 

Una postura de yoga es un viaje de conciencia, de ir encendiendo comprensiones de darnos cuenta para generar unos sentires oscurecidos por el humo, de ir abriendo nuestra conciencia poco a poco, sin aspavientos. Por ello no creo en la lucha postural, tampoco en la exigencia en yoga. Creo en la constancia dulce y en el quehacer amable. Por ello, en una postura no cabe quedarse adherido a que la mano o la nariz lleguen al suelo. El trabajo es quitarse adhesiones, pegamentos, y guerras corporales transformando dichos impulsos en una conciencia que ve y que se encuentra en disponibilidad de apertura, y es ahí cuando dicha predisposición interna se asienta, cuando uno es capaz de sentir cierta luz en la conciencia, cuando diría: "hemos iniciado un andar iluminativo que dura una vida", y donde  también es muy fácil, que sobre todo nuestro propio egoísmo, nos vuelva a sumir en la oscuridad. 

Es decir, es necesario una constancia dulcemente ardua para ir manteniendo la llama de la conciencia para ir encendiendo candiles o velas en el bosque oscuro de nuestra interioridad, y para ello, entre muchas situaciones, conviene tener los pies en el suelo, y así podremos ver un poco más allá de nuestra mano y sentir el brazo, el pecho y todo aquello que nos vaya enseñando la luz que nos señala.

Nos pasa lo mismo con la iluminación: el pretender que uno se va iluminar es absurdo, pues salvo personajes realmente santos en el sentido de su claridad de conciencia, dígase  Krishnamurti,  Ramana Maharshi, Paramahansa Yogananda, Sri Aurobindo,  Gandhi, la Madre, Thich Nhat Hanh, etc nadie se va iluminar ni haciendo posturas de yoga, ni porque le  pongan muchos "me gusta" en red; ni aunque se lo curre, y todos los días venda lo bien que se lo curra, y satisfaga con ello su codicia egoica y material. Insisto, resulta absurdo. Si algo en común tienen sus santidades es la invisibilidad narcisista o autoreferencial.

 Por otro lado, en budismo, muy ligada su filosofía y su comprensión interna al propio viaje milenario de yoga, uno de los aspectos que me parecen muy interesantes con respecto a la iluminación es reconocer primero esa dualidad básica de la mente, donde habría que trascenderla para ir en busca del espectro. Es decir las cosas no son ni buenas ni malas, ni son solo que me gusten o no me gusten. Conviene ir educando la mente hacia una gama o espectro cromático de colores más amplio, y estoy hablando de nuestra mente, de nuestra conciencia o de nuestro comprender interno.

 Nos decían entonces nuestros amigos los budistas que tendemos a observar  muchos aspectos negativos a la hora de vivir la vida. Diría como comento en clase, que ponemos más atención en la resta que en la suma. Y la dirección que nos señalan es que la atención ha de ir hacia una realidad menos dramática y personalista, y disponer de una atención hacia situaciones con mayor apertura, bondad, de cualidades más positivas.

Por tanto primero hay que reconocer los pensamientos y emociones que nos embargan, y que a veces nos invaden asumiendo mayor protagonismo del habitual y con ello generando un sufrimiento, a nosotros y a los demás, que quizás no resulten necesarias educando otra mirada interna. O pensamientos que nos inflan, cuando realmente el camino interno es un camino de disolución y transformación.

Ante todo, y por suerte somos imperfectos, y ello es tan maravilloso que esa circunstancia nos permite abarcar mayores cotas de conciencia si aplicamos nuestro yoga adecuadamente. Por lo que muchas veces hemos de tener mucha paciencia con nosotros, asumir nuestros errores con dulzura, e ir aceptando la realidad de lo que somos, ante nosotros, sin tantas auto narraciones placenteras y poco creíbles.

Igualmente si nuestra práctica general de yoga es amable y disponemos de tiempo para estar en nosotros, nos daremos cuenta con el paso de los años, que esa dirección de tener una atención interna panorámica mas de suma que de resta, el propio yoga nos lo ha ido creando, y  ha generado una bella semilla de la que nace una flor, y somos nosotros que decidimos en plena potestad con que regarla, y es ese riego el que nos va mostrar la realidad que vivimos en ese momento.

Y es por aquí, donde se van encendiendo las luminarias o pequeñas luces que iluminan nuestra conciencia y nos van ayudando a caminar, es decir esa iluminación es un camino de vida, y es ese propio andar el que te va poniendo en la pisada que das, una pisada silenciosa, consciente, sin mucho ruido, y con nuestro  candil en la mano, pequeño y tierno.


Moloko-"Sing in back"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Enero 2024

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