domingo, abril 14, 2013

Lo rígido y lo dulce




"Sea lo que sea lo que estés haciendo, practica tanto el aquietamiento como la percepción. El aquietamiento es la calma silenciosa; la percepción es un estado atento y despierto.
Hay quienes preguntan qué significa una mente clara. Una menta clara es una mente vacía"

Antología del cultivo de la realización (escrito entre 1400 y 1600 )


El otro día me decía un alumno tras una clase:

"Últimamente en el día a día me noto mucho en las situaciones en las que estoy rígido, lo siento en el cuerpo, en la emoción, y en partes de mí, es como una máscara".
Y le conteste:
"Eso es maravilloso. Ahora busca la dulzura, y fluye con ella. Te estas resquebrajando".

El yoga, su practica constante, igual que es un viaje hacia el corazón, también es un viaje hacia la dulzura. 

Cuando uno practica una postura de yoga, y reitero que para que haya yoga ha de haber una atención, una intención, una respiración y un equilibrio y ajuste constante y relajado, uno observa su cuerpo, y se da cuenta de la rigidez de muchas de sus partes, entonces con paciencia aprende adaptarse, a permanecer, a calibrar y ese es un camino para comprender, para comprenderse. Lo hemos comentado muchas veces, no hay meta, no hay afán de llegar en la postura, es insignificante ser flexible o la forma perfecta de la postura, lo que importa son otras premisas, importa el todo en su conjunto.

Hay que recordar que lo rígido tiene facilidad para romperse, nos inmoviliza, y solidifica la máscara.

La postura te pide atención y entrega, así como adaptabilidad sin esfuerzo fuera de tono. Aceptas lo que es, que puede ser esa rigidez, la aceptas con complacencia, y así avanzas, sino se convierte en una resistencia o en una lucha, y eso no es más que un bucle.

El aprendizaje de la conciencia corporal, el descubrir permanente del cuerpo y sus partes, de sus diálogos  de sus tensiones, de su paz, de su infinitud, de sus limites nos lleva a un continuo descubrimiento, y eso nos despierta, y nos da alegría.

La perseverancia tranquila hacia la concentración en la postura, el viaje de entrega y abandono, de vida e inteligencia sutil que supone la respiración, la liberación de las tensiones. Todo ello nos va llevando a una estado de apertura interna.

De un abrirse hacia la vida, de un comulgar con la vida, y esa sensación es dulce como la miel.

El cuerpo se va abriendo desde dentro como una flor, y la mente presta más atención a las flores de la existencia que a otras situaciones donde nos cerramos, donde no respiramos, donde las tensiones, donde las rigideces se convierten en pequeñas cárceles reiterativas que nos abocan al sufrimiento. Entonces es importante estar atento  a las diferentes situaciones de dulzura que surgen en el interior, y se da cuenta que no hay máscaras y hay una conexión con uno mismo, con lo que es, con lo que anhela, con la plenitud del existir.

Todo es tan simple que asombra, sólo hay que ser constante, y ese asombro se convierte en algo permanente, el asombro del presente que uno vive.




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