Hace unas dos semanas acabamos el curso
y al finalizarlo surgen por parte de los alumnos algunas preguntas que son
comunes todos los años:
¿Carlos, me puedes decir asanas para
practicar en verano?
¿Puedes pasarme alguna clase dibujada?
¿Podrías darme una grabación de una
clase?
Todos los años, como digo, surgen las
mismas cuestiones, acaba el curso y ya anhelamos practicar yoga ante la
ausencia del profesor.
Llevamos tiempo practicando. Sintiendo.
Comentando. Abriendo puertas entre todos... se ha trabajado con constancia,
habéis sido regulares.
Creéis que no sabéis, pero sabéis. Hemos
aprendido la práctica de posturas, donde nos hemos dado cuenta de la dificultad
de hacernos daño. Los supuestos han sido la dulzura, el disfrute, la disciplina
interna, el abandono, la constancia, la respiración como eje, el despertar a un
observador.
Sois conscientes. Confiad, confiad en
vuestro sentir, dejaos llevar. No penséis “no sé"; no penséis "¿está
bien o está mal?".
Dejaos sentir.
Fluid.
Y, simplemente, practicad.
No es necesario levantarse a las seis de
la mañana. Tampoco resulta indispensable realizar acrobacias.
Solo dejarte sentir. Siente tu
respiración.
Sentado, meditando o practicando asanas.
Además, el yoga físico o hatha yoga solo
es una parte del yoga. Tenemos muchos modos de practicar yoga. Recordemos: todo
consiste en darse cuenta y elegir la vía adecuada.
El yoga nos permite "Darnos
cuenta".
El yoga nos permite "Elegir
libremente"
Igual que en postura nos damos cuenta de
las partes, y vamos hacia la unidad, también puedo decidir cada día sumar en
lugar de restar. Esto puede ser un buen inicio. Que mi verbo sume, que mi
mirada sume; así, lo interno suma en una dirección y ello, sin lugar a dudas,
es lo adecuado.
Y si todas las tardes me gusta andar por
la playa pero hasta ahora lo había hecho "ausente", distraído en mi
andar o fragmentado tecleando el móvil, huyendo, en realidad, del andar,
dejando escapar la vida, puedo elegir, por ejemplo, descubrir que cada paseo es
algo hermoso que sumar a mi sentir: los olores que cambian según ando, por la
propia conjunción de brisas; y ese cielo tan inmenso, tan hermoso que es, como
la conciencia que se expande; el color de las nubes, su forma, y mis pies que
sienten cómo cambia la temperatura y se van adaptando a las diferentes
cualidades que le ofrece la tierra; el jugar de los niños; la alegría del
verano; el ruido de las olas, irregulares, constantes; las algas adheridas, su
densidad; los tamaños y colores de las conchas.
Me detengo, me mojo la cara y saboreo la
sal, el horizonte mengua con el calor, se difumina y me cuesta focalizar, y el
mar, ese mar...
Te abrazaría para que este corazón ancho
y cercano sintiera tu profundidad, tan clara, tan cercana.
Hay muchos modos de practicar yoga, lo importante es caminar despierto y crear condiciones para vivir en
nosotros, para volver a nuestro eje de equilibrio y ser conscientes cuando no
estamos en él.
Si sumo, voy hacia la unidad.
Si amo, el mundo me ama.
Si ando despierto, mis pasos vibrarán
paz, para mí y para el universo.
Amanece, aparece un sol radiante entre
las nubes. Escribo desde este tren vacío camino de la montaña, en Manresa,
Barcelona. Desde Huelva hay unos mil kilómetros, de una esquina a otra de
España.
"Muevo un pie en la esterilla,
mantengo el centro, voy a postura. Voy hacia el otro lado, voy a postura".
De un lado a otro, y en esta esterilla
tan aparentemente pequeña, cada día disfruto con la sorpresa y la felicidad de
la dicha inconmensurable, con el corazón en la mano, sin dudar en mi andar,
perdiéndome en el laberinto hacia ese centro, que como Ítaca, se deja querer en
esa búsqueda. Suena Ray Charles, el sol ya me deslumbra, los pueblos son
ráfagas de luz. No queda mucho para Sevilla.
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