Yoga y dolor
posted 15 de julio del 2015
Hay algunos alumnos y alumnas que me han comentado cómo vivir
el yoga teniendo un dolor crónico o dolores corporales.
Hay varios tipos de dolor, por ejemplo, en postura, y este dolor no tiene nada que ver con la consulta que nos han hecho:
Podríamos empezar diciendo que hay tipos de yoga donde se fuerza al alumno para ir rompiendo sus límites, y mucho de ese camino se hace bajo el dolor. Yo no creo en ese camino a pesar de que hay maestros extraordinarios que lo han seguido, como por ejemplo Iyengar, que justifica una y otra vez en sus memorias dicho camino. Personalmente he practicado y estudiado mucho a Iyengar, y lo sigo haciendo, igual que estudio y practico a otros maestros, pero una cosa es que los estudie y otra que no tenga capacidad crítica basada en mi experiencia, pues cada uno tiene su camino, y todos los caminos son respetables, y es hermoso vivir y buscar tu propio camino interno. Iyengar nos ha dejado tantas cosas extraordinarias… pero jamás en mi clase llevaré a un alumno a su tope aunque él mismo quiera. Creo en el camino del amor, y con amor, uno crece, y si el yoga que practico es amor, aprenderé a respetarme, y a amarme y, a partir de ahí, como hemos dicho tantas veces, todo se expande, desde ese núcleo amoroso, más intenso, menos intenso, como quieras, pero con amor.
Dicho esto, pues luego recuperaremos al maestro Iyengar, diré que vivir con dolor, cuando se trata de un dolor fuerte, sea estable o esporádico, es algo muy duro. Aquí el yoga con toda su enseñanza nos puede ayudar muchísimo. Es duro porque, en primer lugar, si ya de por sí nos cuesta entrar en contacto con lo íntimo de nosotros, con dolor es más complicado, es un andar tortuoso incluso sentirte.
Luego hay un martilleo constante dentro de nosotros de no aceptar dicha situación, hay algo dentro que no acepta la situación. Hay casos en los que lo único que te apetece es lanzarte por el balcón.
Como vemos, es un drama. El yoga, con su práctica, nos enseña a desdramatizar. El dolor en sí es objetivo, sea grande o pequeño, pero es objetivo, sea en oleadas o sea estable. El dolor con su poder de dolor chilla y la mente solo tiene atención a ello. Eso provoca que el dolor, que es objetivo en su propia escala de dolor, se multiplique, es decir, amplifique su chillido, y todo ello suma más sufrimiento.
Hemos nombrado ya algunas palabras que vamos a profundizar, por ejemplo, la palabra aceptar. Creo que es esencial aceptar la realidad de lo que vivo. Eso, aunque parezca mágico, va a quitar gran parte de ese dolor de más que no es el objetivo y eso, empíricamente, es algo muy valioso. Por otro lado, fuera del ámbito corporal de dolor concreto, mentalmente nos va a quitar una gran carga, nos va a abrir ventanas, nos va a permitir que entre aire fresco. Y aquí entra en juego la segunda palabra: desdramatizar. No es lo mismo ver la situación en calma, con la mente en calma, que con la mente chillando y fragmentada, por lo que, tanto la práctica de yoga mediante posturas suaves de acorde al dolor, la práctica de respiraciones suaves de acompañamiento, o solo respiraciones completas, nos van ayudar mucho, y la meditación, vista desde esta óptica, nos ayuda a vaciarnos y renovarnos, y la meditación es santa pues todo lo calma y lo pone en su lugar. Todo ello nos irá apaciguando y, con ello, insisto, el dolor sobrante ira menguando.
Otro modo de atajar el dolor es jugar con la atención, y traer mucho la presencia. Esto quiere decir, por un lado, que todo muta, es decir, la vida está en continuo movimiento, nada es estable, salvo el espíritu, y eso es una baza muy importante de esperanza. Es decir, si por la mañana me mata el dolor, pero yo no le doy toda mi atención aunque chille, y pongo pequeñas gotas de atención a otros aspectos de mi vida, de atención, de atención, aunque sea la cosa más pequeña, pues ya estoy saliendo un rato del túnel. Si vas sumado ratos, eso ya suma un buen rato, y si sigues sumando ratos posiblemente llegue un momento que el dolor no esté, y ni sea tan protagonista, y ya no es de mañana, es por la tarde.
La presencia es estar presente, pero si voy practicando el ser soberano de mí, la atención la voy llevando donde quiera, es decir, la saco del perímetro ya conocido de sufrimiento, y son esas pequeñas atenciones, más eso tan hermoso de que la vida es incertidumbre, lo que da fuerza a mi esperanza de que todo va ir cambiando.
La mente nos ata como ese niño que está atado en la foto y cree que nos puede tener ahí en lo alto chillando. Pues no, y cada momento puede ser un momento de práctica para ver, sentir el dolor desde otra perspectiva que no sea la de ser su esclavo,.con todo lo que ello comporta hacia los seres que amamos y que sufren al vernos sufrir. Por eso es importante coger el toro por los cuernos, y penetrar poco a poco en nosotros y ver de cara ese dolor objetivo y, una vez visto y sentido en su exacta escala, usar los medios que en este caso nos da el yoga para cambiar la situación en todo lo que mejor sepamos hacerlo.
Es importante entonces calmar el cuerpo. Aquí volvemos a Iyengar, quien introdujo todo el tema de soportes como ayuda en las posturas. Usados esos soportes desde un modo amoroso, paciente y comprensivo podemos calmar mucho el cuerpo. También podemos "fijar" el cuerpo en la estática gracias al soporte, lo que nos quita esfuerzo físico y nos ayuda a mantener más tiempo la postura. Eso permite que las zonas afectadas irriguen mejor, que nuestra respiración se mantenga estable más tiempo, con todo lo que ello significa a nivel interno.
Cualquier soporte es bueno: un sofá, una cama, un cojín, lo que sea, juguemos a ser imaginativos, experimentemos, confiemos, pues como lo hacemos con amor, no cabe dañarnos, solo conocernos con respeto.
Incluso en cualquier postura en la que nos sintamos bien escuchando el cuerpo, sin soportes, nos vale. Y si nos tumbamos en la cama con las manos en el abdomen sintiendo solo el subir y bajar de dedos, también es maravilloso, pues estás practicando una respiración completa, y no es lo mismo la mente con una respiración alta que completa, es decir, todo nos resulta útil al escucharnos desde otra perspectiva, pues si nos escuchamos, los chillidos menguan.
Soy de la opinión de trabajar la periferia para llegar al núcleo, es decir, si tengo un dolor intenso en una zona concreta, explora la periferia, hazte amiga de ella, así cuando llegues al núcleo todo lo que te rodea será tierra amiga, no tierra hostil.
Hay varios tipos de dolor, por ejemplo, en postura, y este dolor no tiene nada que ver con la consulta que nos han hecho:
Podríamos empezar diciendo que hay tipos de yoga donde se fuerza al alumno para ir rompiendo sus límites, y mucho de ese camino se hace bajo el dolor. Yo no creo en ese camino a pesar de que hay maestros extraordinarios que lo han seguido, como por ejemplo Iyengar, que justifica una y otra vez en sus memorias dicho camino. Personalmente he practicado y estudiado mucho a Iyengar, y lo sigo haciendo, igual que estudio y practico a otros maestros, pero una cosa es que los estudie y otra que no tenga capacidad crítica basada en mi experiencia, pues cada uno tiene su camino, y todos los caminos son respetables, y es hermoso vivir y buscar tu propio camino interno. Iyengar nos ha dejado tantas cosas extraordinarias… pero jamás en mi clase llevaré a un alumno a su tope aunque él mismo quiera. Creo en el camino del amor, y con amor, uno crece, y si el yoga que practico es amor, aprenderé a respetarme, y a amarme y, a partir de ahí, como hemos dicho tantas veces, todo se expande, desde ese núcleo amoroso, más intenso, menos intenso, como quieras, pero con amor.
Dicho esto, pues luego recuperaremos al maestro Iyengar, diré que vivir con dolor, cuando se trata de un dolor fuerte, sea estable o esporádico, es algo muy duro. Aquí el yoga con toda su enseñanza nos puede ayudar muchísimo. Es duro porque, en primer lugar, si ya de por sí nos cuesta entrar en contacto con lo íntimo de nosotros, con dolor es más complicado, es un andar tortuoso incluso sentirte.
Luego hay un martilleo constante dentro de nosotros de no aceptar dicha situación, hay algo dentro que no acepta la situación. Hay casos en los que lo único que te apetece es lanzarte por el balcón.
Como vemos, es un drama. El yoga, con su práctica, nos enseña a desdramatizar. El dolor en sí es objetivo, sea grande o pequeño, pero es objetivo, sea en oleadas o sea estable. El dolor con su poder de dolor chilla y la mente solo tiene atención a ello. Eso provoca que el dolor, que es objetivo en su propia escala de dolor, se multiplique, es decir, amplifique su chillido, y todo ello suma más sufrimiento.
Hemos nombrado ya algunas palabras que vamos a profundizar, por ejemplo, la palabra aceptar. Creo que es esencial aceptar la realidad de lo que vivo. Eso, aunque parezca mágico, va a quitar gran parte de ese dolor de más que no es el objetivo y eso, empíricamente, es algo muy valioso. Por otro lado, fuera del ámbito corporal de dolor concreto, mentalmente nos va a quitar una gran carga, nos va a abrir ventanas, nos va a permitir que entre aire fresco. Y aquí entra en juego la segunda palabra: desdramatizar. No es lo mismo ver la situación en calma, con la mente en calma, que con la mente chillando y fragmentada, por lo que, tanto la práctica de yoga mediante posturas suaves de acorde al dolor, la práctica de respiraciones suaves de acompañamiento, o solo respiraciones completas, nos van ayudar mucho, y la meditación, vista desde esta óptica, nos ayuda a vaciarnos y renovarnos, y la meditación es santa pues todo lo calma y lo pone en su lugar. Todo ello nos irá apaciguando y, con ello, insisto, el dolor sobrante ira menguando.
Otro modo de atajar el dolor es jugar con la atención, y traer mucho la presencia. Esto quiere decir, por un lado, que todo muta, es decir, la vida está en continuo movimiento, nada es estable, salvo el espíritu, y eso es una baza muy importante de esperanza. Es decir, si por la mañana me mata el dolor, pero yo no le doy toda mi atención aunque chille, y pongo pequeñas gotas de atención a otros aspectos de mi vida, de atención, de atención, aunque sea la cosa más pequeña, pues ya estoy saliendo un rato del túnel. Si vas sumado ratos, eso ya suma un buen rato, y si sigues sumando ratos posiblemente llegue un momento que el dolor no esté, y ni sea tan protagonista, y ya no es de mañana, es por la tarde.
La presencia es estar presente, pero si voy practicando el ser soberano de mí, la atención la voy llevando donde quiera, es decir, la saco del perímetro ya conocido de sufrimiento, y son esas pequeñas atenciones, más eso tan hermoso de que la vida es incertidumbre, lo que da fuerza a mi esperanza de que todo va ir cambiando.
La mente nos ata como ese niño que está atado en la foto y cree que nos puede tener ahí en lo alto chillando. Pues no, y cada momento puede ser un momento de práctica para ver, sentir el dolor desde otra perspectiva que no sea la de ser su esclavo,.con todo lo que ello comporta hacia los seres que amamos y que sufren al vernos sufrir. Por eso es importante coger el toro por los cuernos, y penetrar poco a poco en nosotros y ver de cara ese dolor objetivo y, una vez visto y sentido en su exacta escala, usar los medios que en este caso nos da el yoga para cambiar la situación en todo lo que mejor sepamos hacerlo.
Es importante entonces calmar el cuerpo. Aquí volvemos a Iyengar, quien introdujo todo el tema de soportes como ayuda en las posturas. Usados esos soportes desde un modo amoroso, paciente y comprensivo podemos calmar mucho el cuerpo. También podemos "fijar" el cuerpo en la estática gracias al soporte, lo que nos quita esfuerzo físico y nos ayuda a mantener más tiempo la postura. Eso permite que las zonas afectadas irriguen mejor, que nuestra respiración se mantenga estable más tiempo, con todo lo que ello significa a nivel interno.
Cualquier soporte es bueno: un sofá, una cama, un cojín, lo que sea, juguemos a ser imaginativos, experimentemos, confiemos, pues como lo hacemos con amor, no cabe dañarnos, solo conocernos con respeto.
Incluso en cualquier postura en la que nos sintamos bien escuchando el cuerpo, sin soportes, nos vale. Y si nos tumbamos en la cama con las manos en el abdomen sintiendo solo el subir y bajar de dedos, también es maravilloso, pues estás practicando una respiración completa, y no es lo mismo la mente con una respiración alta que completa, es decir, todo nos resulta útil al escucharnos desde otra perspectiva, pues si nos escuchamos, los chillidos menguan.
Soy de la opinión de trabajar la periferia para llegar al núcleo, es decir, si tengo un dolor intenso en una zona concreta, explora la periferia, hazte amiga de ella, así cuando llegues al núcleo todo lo que te rodea será tierra amiga, no tierra hostil.