Jugar a conocerse a uno mismo
El yoga es un camino que nos ayuda a conocernos como seres humanos. Dentro
del yoga hay una serie de temas que hay que ir trabajando para que se vayan
revelando aspectos íntimos de nuestro interior que solo se logran con un
amoroso y disciplinado esfuerzo de atención, de entrega y de constancia.
La primera batería de preguntas sería: ¿me conozco a mí mismo? ¿Conozco
cómo soy, o cómo es mi cuerpo, o cómo es mi mente? ¿Conozco cómo respiro?
¿Reconozco mis emociones y sé interactuar con ellas? ¿Me siento pesado por los
sufrimientos? ¿Me siento ligero, sin demasiadas preocupaciones? ¿De qué depende
todo aquello de lo cual estoy preguntando, o no depende de nada y va a su bola?
¿Es la vida tan hermosa como dicen?
Por otro lado, la vida es incertidumbre y se encuentra llena de
fluctuaciones. Por lo tanto, aquello que creo que me reconozco, la propia
incertidumbre lo desarma, pues a veces nos cuesta adaptarnos a tanto cambio.
Muchos de nuestros problemas se derivan de que no somos conscientes de que
la vida es incertidumbre, que todo muta, y nos cuesta mantener presencia ante
ello.
También está el hándicap añadido de que nos cuesta reconocernos
conscientemente y luego mantener cierta presencia o diálogo con nuestra propia
consciencia. Es decir, nos cuesta profundizar fuera del pensamiento o rutina
superficial.
En fin, demasiados jaleos para este breve artículo.
La práctica del yoga nos ayuda mucho a comprender algunas de las preguntas
que planteo. Aprender a estar atento a uno en la postura me permite
reconocerme, quererme, me enseña que es posible observarme sin sentirme
identificado con todo aquello que me viene a la mente, me ayuda a penetrar en
las diferentes capas de realidad que mi propia mente va creando para profundizar
hacia una realidad más pura, más real: lo que yo soy.
En clase vamos realizando posturas, entre ellas se ayudan y se compensan. Por
ejemplo, en apariencia subo un brazo, lo bajo, y estoy atento a ese acto; o
realizo una flexión hacia delante y luego una retroflexión suave hacia atrás. Bien,
todo ello, en realidad, mueve internamente mucho más de lo que parece. Por
ejemplo, mantengo la postura en la estática; bien, pues cuanta más conciencia
tenga, mas me daré cuenta de que internamente dicha estática mueve hasta el
último ápice de mi ser, solo con el suave movimiento de la respiración. Es
decir, tras la realidad aparente, hay una realidad más penetrante.
Para empezar a encontrar respuestas es hermoso preguntarse: ¿cuál es mi
intención? ¿Qué quiero del yoga? Pues en base a la intención de mi interior, de
la energía que ponga en mí, van a ir apareciendo las respuestas, lo mismo que
cuando florece una flor.
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
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