Para mí el yoga es una ciencia de la
vida. Me ayuda a tener una mirada dulce y clara bajo las formas aparentes de la
vida, de mi vida, correr el velo de la no comprensión, y sentirme libre de
decidir desde el corazón.
Una ciencia puramente experimental donde
las diferentes partes de uno mismo se educan para centrarse. Unificadas,
generan la conciencia de darme cuenta. El darse cuenta se alimenta de darse
cuenta. Quiero decir que teniendo un poco más de conciencia de uno, se amplía
la conciencia de uno mismo. Cuanto más de mí se encuentre bajo unos
determinados parámetros de centramiento, más me sentiré en mí y en la vida que
vive en mí.
Una ciencia suele ser mental, en el yoga
la propia mente educa a la mente, y surge un modo de sentir de darme cuenta.
Eso ya no es tan mental. Es como si se asomara tu alma para quedarse, y te
dieras cuenta de ti mismo, de Carlos, de que soy Carlos, el de verdad y ese
Carlos es único pero es parte de un todo que late.
Curiosamente, según avanza tu percepción
de ti mismo, te trae presencia, te hace vivir un presente continuo estando en
ti. Segunda curiosidad: esa mente que educa a la propia mente, si se encuentra
bien direccionada por uno mismo, viaja hacia el centro del alma que es el corazón.
Eso implica quitar poder a la mente, a su parte de ego. Curiosa paradoja: te
quitas poder pero ganas presencia, te quitas poder pero ganas comprensión. La
presencia vibra la vida, la comprensión te hace un ser menos egoísta y más
diáfano.
Una ciencia de la vida te ayuda a vivir
mejor tu vida. El yoga es equilibrio, es sentir dentro de ti, en tu cuerpo, en
tu emoción, en tu vida, en la que degustas equilibrio a pesar de los propios
malabares del día a día. Equilibrio que va de la mano de la calma y, para que ambas
se ayuden, hay que aprender a ser humilde. La vida es un juego de equilibrios,
y la pequeña toma de decisiones bajo una mirada central te ayudan a volver a tu
centro equilibrado. Es bonito ese juego, te enseña que la vida no es como tú
proyectas, pero te enseña como ciencia que, si vibras en una determinada
dirección, la realidad de lo que anhelas en lo profundo de tu ser está ahí.
Siempre ha estado ahí.
La humildad va desarrollándose bajo esa
mirada que penetra hacia el corazón pero que vuelve a la vida más clara, menos
contaminada por los caprichos de la mente, o las dictaduras del cuerpo. Uno
nota esos cambios en su vida de un modo pausado. Por ejemplo, no es tan
importante mostrar, a mí me gusta aprender a ser, y que mi ser vibre, sin
aspavientos ni tecnologías, y si nacen cualidades buenas para mí, las nutro
para seguir creciendo, y las comparto con los seres que amo. Vuelvo a la
palabra egoísta. El desequilibrio camuflado me lleva al egoísmo, pero si estoy
en mí, aprendo de ello, y siento que aprendo si me amo, y amo más desprendido,
vuelve entonces a aparecer la humildad, la sencillez de ser.
El yoga tal como lo vivo ha de llevarme
hacia lo sencillo, hacia que mi vida sea menos barroca y dramática, menos
televisiva.
Entiendo el yoga como ternura, es beber
y sentir la dulzura que hay en uno, y beber, nada más. Sé que bebo del lugar
adecuado si al mirarme lo hago tiernamente, si al acariciar a las personas que
amo lo hago dulcemente, si mis palabras tienen un verdadero significado al
expresarlas, y esas palabras que salen de mi boca, salen cuando tienen que
salir, en el momento que lo siente mi corazón, no mi cabeza, y si lo hacen es
para mostrar su desnudez. No entiendo expresar algo que no sienta, expresar
algo que no experimente, expresar algo que no haya pasado por el tamiz de lo
que soy. Carlos se expresa con amor, también con dolor, también con
sufrimiento, y con dicha, pero siento que lo hago desde lo íntimo, es ahí donde
siento el yoga de un modo más límpido, y no sólo se expresa mi verbo, lo hace
mi piel, mi gesto, mi mirada, todo lo que soy.
Para mí el yoga es mi silencio de ser,
estando conmigo escucho el vivir y ello me enraíza, me posiciona dentro, me
trae una fuerza sin fuerza, una amplitud sin meta, un dar sin esperar premio.
Siento que el yoga es amor, mucho amor,
y se me empapa el corazón al decirlo. Cada uno ha de experimentar lo que es
para sí el amor. Es una puerta siempre abierta, una sensibilidad que siente,
una mirada al vivir con las manos suaves. Para mí es algo blandito y me
enriquece todos los días el darlo, y el dejarme sentir el amor de los que me
aman y lo expresan. Es fluido, lo siento generoso, que abarca, no me aprieta.
La libertad como ser humano la siento en
su totalidad viviendo en yoga. Yo mismo, desnudo, conozco mis barrotes, conozco
mi inmensidad. Elijo vivir, elijo ser Carlos sin disfraz.
Percibo el yoga como percepción,
percepción de una realidad bajo la aparente forma de la realidad. Una realidad
más real para mí, que podría llamarse realidad subyacente, pero simplemente es
mi realidad. Percibo que todo yo escucha, que todo yo ayuda, que todo yo decide
tras observar lo que subyace. Mucho de lo que percibo me sorprende, otras veces
me duele, otras me trae dicha, y así voy percibiendo, observando el juego
de equilibrios tras percibir, aprendiendo a no jugar tanto a las
identificaciones y arrastres, a estar en mí viviendo, a vivir que es una
ciencia, la ciencia del yoga.
versión Ebony Day-"Somebody Else"
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva