"Nadie que se haya perdido en el bosque sale de él como ha
entrado".
Pablo d´Ors
Estos días, cada vez
que me asomaba, me encontraba con una luna fulgurante. Si sólo hay
inmensidad en la noche y una luna que brilla, para qué más.
Observar el ciclo de la luna en el cielo y las estrellas me unen a la
vida. Con Alba solemos mirar las estrellas y luego miramos sus
nombres. Nos asombra la geometría de sus líneas. Antiguamente, en
las primeras civilizaciones, la ciudad y su cosmos vital venía
regido por las estrellas. Ahora, en el mundo en que vivimos, son
importantes otros temas, pero el cielo y la noche siempre permanecen
ahí, y nos acompañan desde el origen. Conviene respirar su aire
sagrado.
A lo largo de estos
casi tres años, mi yoga ha cambiado y se ha amoldado a la situación
de mi enfermedad y, a partir de ese molde, he buscado incansable,
como la luna tras el sol, desde los diferentes ámbitos que surgían
de mi interior, desde la oscuridad de la noche, el fulgor lunar.
Sobre todo, durante este tiempo, ha surgido una claridad grande,
brillante, amplia, a pesar del paso de los nubarrones. Una claridad
hacia la profundidad y misterio de la vida y de mí mismo, de su
disfrute, de su magia, de su fertilidad. Han sido miles de horas
postrado, y qué... si me volvía a levantar. Eso es lo importante.
Normalmente el sufrimiento que acompaña a una enfermedad te genera
mayor confusión, en cuerpo, mente y espíritu, pero es importante no
perder ese hálito sagrado de la vida, porque acabas absorbido en la
oscuridad. Lo llamaría el remolino oscuro y lacerante.
Quizás debería
haberme dejado llevar a la profundidad del remolino, en sus aguas
confusas. Afortunadamente las situaciones en la vida no tienen que
ser como se suponen que deberían ser. La vida va siendo y, mientras
sea soberano, soy.
Soberano en mis
principios y la propia ética nacida de mi despertar en yoga. Y en
yoga es importante trascender y, ante las dificultades, generar
mayores condiciones de presencia. El yoga es amplitud, no
constricción. Por tanto, el horizonte es claro cuando la situación
es densa, pues el actuar es hacia la apertura, no hacia el
cerramiento, o el cerco del sufrimiento.
En el primer año tuve
dos grandes dificultades. La primera fue el propio terror del dolor,
sobre todo, si es un dolor que te incapacita. El hecho de ir paso a
paso, colocando el dolor en su lugar, convertirlo en aceptable al
mirarlo en su inmensidad, ir domando el terror que era tanto
emocional como físico, es una labor complicada, pues el propio dolor
era terror. Ahora se ha convertido en un hermoso viaje. El dolor es
ahora un maestro que me sigue enseñando la belleza del vivir a pesar
de que me siga mirando con su carita de terror. Me mira, yo no, pero
se lo agradezco.
La segunda gran
dificultad fue tratar de mantener la Escuela de Yoga. Ante todo, la
Escuela, a mi entender, es un lugar sagrado, su sala, su práctica,
en el sentido de haber creado unas condiciones, unas determinadas
condiciones para que las personas, el alumnado que va a ella disponga
de unas herramientas que le permitan tener otra mirada a la vida, no
tan egoísta, no tan violenta, no tan estresante ni competitiva. A lo
largo de años, se ha ido regando el suelo de la Escuela, como lugar
de práctica fértil y generosa. Una mirada y un sentir de calma, de
amor y de respeto. Para llegar a ello dediqué mucho tiempo de mi
vida. En los primeros diez años, sobre todo, labré sobre la tierra
dura arando y arando, y abriendo lugares donde practicar yoga; y ahí
sigo, ahora, aquí, postrado o en pie, da lo mismo el plano, sigo
labrando ya sobre tierra dulce, pues las puertas ya están abiertas.
Luego fueron
incorporándose algunas hermosas personas en una labor de dedicación
a dicho espíritu común de respeto. Actualmente son profesoras las
que imparten en la escuela: María, Montse, Maribel, Yoly, Esther,
Virginia, Susana, Sarita, Rosa a las que les muestro mi profundo agradecimiento por su
generosidad y amor de haberme ayudado a mantener la Escuela sin caer
doblegadas ante el egoísmo propio humano, ante la codicia vasta y
grosera habitual; y, sobre manera, en su atención personal, al estar
atentas a mi situación complicada y ser generosas conmigo en el
diario, y no porque yo fuera generoso con ellas, sino porque les
brotaba, y les brota, del corazón.
Lo más hermoso del
grupo de profesoras es que me han ayudado con amor real y generosidad
ilimitada. Ahí están los hechos, los actos, la propia vida que se
escribe, y que plasmo en estas líneas para que no se olvide:
gracias.
Sampa The Great-"Energy"
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva