sábado, junio 20, 2020

Pistas para progresar en el yoga del día a día


"Por mi parte, mi vocación incluye fidelidad a todo lo que es espiritual, noble, delicado y profundo. Esto lo mantendré vivo en mí mismo y se lo comunicaré a todo aquel que sea capaz de recibirlo".
Thomas Merton

"Pasividad es cuando permaneces tal como eres y recibes lo que viene de afuera. No depende de si uno se mueve o se siente estático".

" Lo que proviene del plano espiritual son experiencias del divino, por ejemplo, la experiencia de ser en todas partes del divino en todo".
Sri Aurobindo y la Madre 

Antecede a estas letras una fotografía: un olivo asomándose a una alberca y entre ambos una silla de madera vacía.  Vamos a comentar simbólicamente la imagen, a modo de ficción, para comprender un poquito más algunos aspectos del yoga.

El olivo podría significar la calma; difícil de conseguir, difícil que quede asentada, difícil de reconocer y difícil de encontrarle un sentido enriquecedor. Por tanto, un paso muy bonito es empezar  a sentir la calma en uno y empezar a generar condiciones para no distraernos de ella. Es ahí donde es importante darnos cuenta de que la calma no viene de afuera, es decir, ya habita en nosotros, solo hay que enseñarla a asomarse. 

Hemos de recordar que sentir la calma no presupone que la vida de uno sea de una calma chicha. Diría que es importante aprender que la propia vida, con sus situaciones de diversa índole, no te devore, de modo que se te "olvide" tu estado de calma. Es la propia vida en su infinita riqueza la que nos ofrece la oportunidad de fortalecer la propia dimensión de calma. Pues, aunque uno quiera escapar muchas veces de la vida, distrayéndose, la vida, sencillamente, discurre. Quiero decir que el yoga no hemos de limitarlo a una esterilla, a una determinada asana o postura, o a meditar. Un paso de profundización sería, por ejemplo, experienciar dicha calma, de forma que nuestro actuar, nuestro pensar y nuestro sentir vayan comulgando cada día en una dirección, por ejemplo, de calma, y de modo que las propias situaciones de vida las veamos como oportunidades para crecer como seres humanos, no hacia el consumo egoico de uno mismo, sino hacia una apertura que nuestro propio yoga particular nos va a ir señalando. Luego lo que puede ocurrir es que la esterilla, la postura y la meditación, bajo unas condiciones de calma vital, sean cargas de profundidad hacia el espíritu, y recuerdo permanente de nuestra fragilidad y del amor a la vida, a su divinidad.

Para practicar todos los días hemos, de un modo u otro, generar unas condiciones de agradecimiento y calma de manera que dicha calma, como el agua de la alberca, nos moje en nuestra existencia, como una lluvia fina, como un baño reponedor de existencia, porque ello nos va generando una conciencia, "un darnos cuenta", que a su vez nos convierte en seres humanos con conciencia. Y esa conciencia no solo nos hace bien a nosotros, sino que estando bien nosotros, aquello que nos circunda  -sean nuestros seres queridos, las plantas, los árboles, los animales, la tierra, la vida y los "otros seres humanos"- va a recibir dicha dosis de conciencia.

La silla vacía puede significar la decisión de uno mismo de estar con uno mismo o no, sabiendo que habitualmente el mecanismo o automatismo es distraerme de mí mismo, y esa propia distracción de uno mismo nos genera dificultades y conflictos... es decir, la propia vida, de la cual uno no puede escaparse, pues uno vive.

El trabajo de la silla es ir profundizando de modo permanente, diría pasivamente arduo, en esa constante con uno en unas determinadas condiciones de modo que uno llega a estar con uno sin la necesidad de ponerse encima de una esterilla. La esterilla es el símbolo trinitario de unión de mente, cuerpo y espíritu, y ello, creo, es ese permanente recordatorio.

¿En qué consiste ser uno? Consiste entonces en estar en uno en una determinadas condiciones, y cada uno dentro de su propia particularidad ha de "ver" qué es que lo que tiene que aunar para estar en uno, e insistir una y otra vez, de modo infinito, el volver a uno en la silla.

Llega un punto en yoga en que el acto de vivirse en uno se convierte en algo permanente, y ese algo permanente, ese centro, es un centro inmutable, que no muta, pero tú sí. Es decir, me puedo perder en las propias periferias del ego pero la calma permanece.

El agua nos permite aprender a nadar, aprender a nadar en la vida, pero para ello primero he de saber flotar. La unión del olivo y la silla, de la calma y de permanecer en mí mismo sería ese nadar. Pero el acto de nadar no va a significar que el agua va a estar quieta habitualmente: pueden ocurrir momentos de remolino, de ahogo; también nadar plácidamente de espaldas mirando el cielo sintiendo su calor. No podemos pensar que si ya hago yoga, y llevo muchos años practicando o estudiando, todo es calmo y feliz.

La vida no es eso. El trabajo de conciencia es una apertura donde me voy involucrando y sorteo las dificultades. Es una continua indagación, pues el yoga, su práctica, es en la propia vida. Es la vida cuando me levanto, a mediodía y por la noche.

El ego no es malo, no es pecado, todos tenemos ego. Sin ego no funcionamos. Lo que quiero decir es que, sentados en la silla junto al olivo y la alberca, nace una armonía, una determinada vibración o comprensión, y entonces nos damos cuenta de que el ego no es tan importante, pues detrás hay una esencia, un ser, un espíritu, un dios. Que cada uno decida... Es la vida en su sentido profundo.

Entonces, bajo las condiciones comentadas, el ego no es tan demostrativo en el propio sentido de demostrarse, de guerrear, de luchar, de eso propio mundano que es así. La historia de la humanidad es siempre los mismos egoísmos, los mismos conflictos y creo que el yoga es una hermosa semilla para andar a otro paso.

El yoga nos muestra que hay algo más que eso, lo habitual egoico, y que en la vida diaria el que tengamos inconvenientes, bucles, neurosis, peleas, consumos desaforados, sentirnos bien o mal; todas esas cosas son oportunidades porque, en realidad, todo ello son ventanas para seguir creciendo.

El yoga va sanando pero surgen otras historias y se sigue sanando:

¿Quién se da cuenta que uno va sanando? Uno mismo.

¿Desde dónde? Desde la silla.

¿En qué condiciones? Empapados del vivir y en un aprendizaje del flotar y jugar.

La armonía de las partes nos muestran la lucidez en la vida diaria, y ello es un atisbo del misterio del propia acto del vivir en uno. Podemos entonces dar la dirección que queramos a nuestra práctica, decidamos.




Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, Junio 2020

lunes, marzo 23, 2020

Confinado y el sabor del confitado de un corazón indomable


"...cuando corazón y palabras son buenos, y lo interno y lo externo son lo mismo, la contemplación interna y la sabiduría tienen la misma jerarquía."

"La virtud no superficial es aquélla que se practica con cada pensamiento, con la igualdad y con el corazón recto, con el constante respeto."

"La retribución de un solo pensamiento malo elimina la sabiduría de mil años; la retribución de un solo pensamiento bueno elimina la maldad de mil años."

Breves notas sobre el Sutra del Estrado (Tan Jing) de Hui Neng (638-712)

Desde hace unos pocos días, la ciudad donde vivo se encuentra en silencio, las calles estan vacías de personas, las tiendas cerradas, las calles sin coches. Muchas aves, habitualmente atemorizadas ante el ruido cotidiano, picotean en los parques. Llegan de las marismas que rodean la urbe. Las ratas, que normalmente salen en la noche de las alcantarillas, del subsuelo de la ciudad, de su circuito oculto, salen ahora a pasear de día henchidas de confianza.

Desde niño me atrae el silencio, posiblemente por mi carácter sensible y difícil. Según he ido creciendo, en edad, en vidas vividas, en mi presente continuo, en el ahora, estoy cómodo en ello. Me sumerjo bien y nado, unas veces de un modo, otras veces de otro.

Cuando era joven, recién cumplidos los 18 años y enfrascado en pleno Malasaña salvaje, algo dentro de mí me decía que tenía que salir de Madrid. Estando en la estación de tren de El Escorial, una estación vacía como se encuentra ahora la ciudad en la que vivo, tuve la visión de que toda la estación se transformaba en un cristalino rosa, y supe que tenía que volver al lugar donde había vivido de niño.

Lima estaba cercada por los terrucos y su violencia mesiánica. Todos los días había toque de queda. El silencio de aquellas noches me recuerda a este. Algunos días, se oía un ruido lejano en ese silencio profundo de una ciudad completamente callada. Subía al tejado y miraba la noche, y allá en los cerros crepitaban y centelleaban algunos días las explosiones y el ruido de ametralladoras. A los terrucos les encantaba volar las torres y centrales de electricidad, así la noche era más oscura. Luego todo era silencio de nuevo, pero diferente. Por entonces, si te atrevías a romper el silencio de la noche con tus pasos, te mataban los milicos. Sin preguntar, sencillamente te disparaban. Era toque de queda con muerte si salías. Sin preguntas. Directo al camión pero en horizontal.

Voy a inventarme un nombre en árabe, un nombre de mujer, por ejemplo "Qalb La Yuqhar", que significa corazón indomable. Leía el otro día la historia de una familia de Siria, una familia como cualquiera de las nuestras. Hace diez años el barrio donde vivían fue destruido por los bombardeos. Corazon Indomable, su marido y sus tres hijas huyeron con lo puesto. Un día, al año, a papá, mientras intentaba conseguir pan, lo mataron. Entonces Corazón Indomable y sus pequeñas han ido huyendo de un lado a otro, su casa ahora es un plástico sobre una vía de tren abandonada donde se cobijan. La niñez de las hijas de Corazón Indomable ha sido ese tratar de sobrevivir en su infancia con su fuerte mamá.

Nosotros... nuestra sociedad  -hablo de Europa, o podría hablar del modo de vida que tenemos, creo se dice sociedad capitalista-, es muy de ombligo. Parece que este modo de vida es lo mejor que  nuestra civilización, que es espejo y resultado de miles y miles de años de andar sobre la tierra que pisamos, ha sabido encontrar, y resulta que se encuentra ahora confinada por una muerte silenciosa que llega sin avisar.

El virus se ceba en particular en nuestra sangre, en nuestro presente y futuro: en los ancianos, y me apena sobremanera en aquellos padres y madres que dejamos en las residencias, sobre todo, para vivir sin incomodidades. 

Pero el virus es neutro, es decir, no distingue pesos, razas, edades, tampoco si tienes un todoterreno para correr aventuras de semáforo en semáforo, o si has dejado a tus padres en una residencia, sencillamente llega.

Diez años son muchos días en la infancia, algo más que tres mil seiscientos sesenta y cinco.

En mi ciudad, en el país donde vivo, llevamos siete días confinados. Cuando empezó el estado de alarma apagué el móvil. Encenderlo una vez, hablar con mi padre, con mi madre. Ser consciente de que la gente que quiero se encuentran bien. Leer en media hora diversos periódicos para ir valorando diariamente el estado de la situación, de las personas, y volver a apagar el móvil.  Creo, porque me lo han contado, que las redes se encuentran a reventar, a reventar de ruido entre tanto silencio confinado. Me informo certeramente, sin bulos, quiero ser consciente para opinar libremente con serenidad, como ahora hago, con estas líneas.

Fui a comprar verdura el otro día. La cajera es una antigua alumna. Me dijo lo que había tenido que marcar en caja: carros y carros y carros y carros y carros...y carros llenos, llenos, llenos y llenos. Una señora se llevó en un carro ciento treinta litros de leche. ¿Sí...? ¿No? Sí, muchísimas personas.

Lo confitado, el sabor dulce de toda la situación de confinamiento, es el corazón dulce de otras personas. Su valentía. No su egoísmo. Su entrega, su bondad. Y, si el miedo nos hace egoístas, por lo menos tener cierta capacidad de darme cuenta. Creo que lo importante es que cada uno ha de sentir su sabor dulce, y su valentía. Su corazón valiente, su Corazón Indomable.

Si esta situación nos ayuda a profundizar en los valores como seres humanos, nos ayuda a conocer al vecino por el balcón, nos ayuda a estar un rato sin distracción virtual o consumista, nos ayuda a darnos cuenta que sí hay tiempo para ser persona, nos ayuda en muchos aspectos importantes, tan importantes como vivir la vida misma, este andar confinado nos enseñará a sentir la dulzura, la generosidad y lo vital que resulta sumar, pues nuestro pensar, nuestro actuar vibra en todas las direcciones, y quizás entre todos demos un sentido a esta sociedad tan llena de agujeros vacuos, sin miedo a cogernos de la mano.

Creo que cada uno ha de darse cuenta de lo que crea adecuado, y me permito sugerir que sea en silencio, sin aspavientos; colaborar y sentir que esta situación es para fortalecer, para compartir, para crecer, para cambiar, para reflexionar... quizás para mover la mirada y el corazón, quizás para empezar a cambiar estructuras, modos o actitudes.


Craig Armstron-"Let´s go out tonight"

Patrick Cassidy-"Vide Cor Meum"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, Marzo 2020


miércoles, marzo 11, 2020

Belleza y creatividad en yoga, aspectos espirituales



 "Que se olvide de la vida eterna quien no la viva ya aquí"
Simeón el Nuevo Teólogo, (949-1022)


Hemos hablado muchas veces que para mí el yoga es "un estado de sensibilidad". Otro modo de decirlo sería "un espectro de percepción". También podemos verlo como "una conciencia clara", igualmente como una "profundidad del Ser", "un centro que observa", "un corazón que siente", "un silencio que expresa", "una ética que vive". Bien, podríamos seguir; me detengo y comento.

Quizás, personalmente, uno de los aspectos más profundos -y cuando hablo de profundo, hablo de la espiritualidad dentro del yoga, algo de un calado importante (y que cada uno entienda "espiritual" como le dé la gana) -; decía que uno de los aspectos más profundos es que siento que las cualidades del yoga me colman como persona en mi relación con la vida.  En ella, en mi vida, la creatividad y la belleza llevan tiempo tomando parte, pues, al percibir, voy generando una relación entre la realidad del mundo y yo mismo, y se da una simbiosis, y esa inherencia inmanente es de una belleza conmovedora, y además se mueve y soy partícipe, pues en esa percepción aquello me percibe a mí, y ambos de la mano creamos, pues yo también la percibo.

El hecho de degustar el día -y sobremanera cuando estoy en Beas, en el campo, creando y generando en ese común de belleza- es sencillo y a la vez sobrecogedor. En la ciudad en la que también vivo, Huelva, hermosa ella, mi mirada y mi hacer, o no hacer, también disfrutan de esta vida nuestra.

Nacen las hojas tras un riego a goteo, riego creado con mis manos en el campo, bajo nuestro sol brillante, y esa agua compartida, esa agua creadora es como la sangre que recorren mis venas. Sorprende la inmensa profundidad que pueden tener aquellas semillas que cuidaste, aquellas semillas... ahora convertidas en bosque. El continuo canto de las aves retozando entre las ramas y bajando y jugando entre la tierra y el cielo. El silencio inmóvil que a veces en apariencia se percibe; el amor del burro salvaje que frota su pecho con el mío y se entrega en un amor puro; el camino de tierra por el Cordel de Portugal, donde antaño vidas y seres andaban a paso lento; y el oír del arroyo en los paseos que damos; y el aire frío que abre los poros de la piel en la madrugada.

En mi andar por el suelo cimentado y alienado de la ciudad, percibo la belleza de los tonos del cielo, el vivir de las personas: su andar de la mano, su andar solitario, sus risas, sus charlas, el canto de los pájaros, la luz de la hierba recién cortada, su impaciencia, su generosidad, su egoísmo... rasgos todos ellos de la propia creatividad de la vida con ese fondo natural salvaje que rodea Huelva, salvaje por la insalubridad de las fábricas como periferia básica, salvaje, en una mayor profundidad, de naturaleza con nuestra bella ría, con sus salinas, con las aves migrando, con los bosques y bosques de pinos, con el sabor rico del mar, con la sierra tan exuberante de colores y arboledas centenarias.

Me satisface mi mirada. No es una satisfacción egoica, es calmada y expansiva, dichosa en lo íntimo. Afortunada, currada, trabajada, despierta ante mi ignorancia en mi permanente buscarme. 


Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Marzo 2020






sábado, diciembre 14, 2019

Otoño del diecinueve


"Nadie que se haya perdido en el bosque sale de él como ha entrado".
Pablo d´Ors

Estos días, cada vez que me asomaba, me encontraba con una luna fulgurante. Si sólo hay inmensidad en la noche y una luna que brilla, para qué más. Observar el ciclo de la luna en el cielo y las estrellas me unen a la vida. Con Alba solemos mirar las estrellas y luego miramos sus nombres. Nos asombra la geometría de sus líneas. Antiguamente, en las primeras civilizaciones, la ciudad y su cosmos vital venía regido por las estrellas. Ahora, en el mundo en que vivimos, son importantes otros temas, pero el cielo y la noche siempre permanecen ahí, y nos acompañan desde el origen. Conviene respirar su aire sagrado.

A lo largo de estos casi tres años, mi yoga ha cambiado y se ha amoldado a la situación de mi enfermedad y, a partir de ese molde, he buscado incansable, como la luna tras el sol, desde los diferentes ámbitos que surgían de mi interior, desde la oscuridad de la noche, el fulgor lunar. Sobre todo, durante este tiempo, ha surgido una claridad grande, brillante, amplia, a pesar del paso de los nubarrones. Una claridad hacia la profundidad y misterio de la vida y de mí mismo, de su disfrute, de su magia, de su fertilidad. Han sido miles de horas postrado, y qué... si me volvía a levantar. Eso es lo importante. Normalmente el sufrimiento que acompaña a una enfermedad te genera mayor confusión, en cuerpo, mente y espíritu, pero es importante no perder ese hálito sagrado de la vida, porque acabas absorbido en la oscuridad. Lo llamaría el remolino oscuro y lacerante.

Quizás debería haberme dejado llevar a la profundidad del remolino, en sus aguas confusas. Afortunadamente las situaciones en la vida no tienen que ser como se suponen que deberían ser. La vida va siendo y, mientras sea soberano, soy.

Soberano en mis principios y la propia ética nacida de mi despertar en yoga. Y en yoga es importante trascender y, ante las dificultades, generar mayores condiciones de presencia. El yoga es amplitud, no constricción. Por tanto, el horizonte es claro cuando la situación es densa, pues el actuar es hacia la apertura, no hacia el cerramiento, o el cerco del sufrimiento.

En el primer año tuve dos grandes dificultades. La primera fue el propio terror del dolor, sobre todo, si es un dolor que te incapacita. El hecho de ir paso a paso, colocando el dolor en su lugar, convertirlo en aceptable al mirarlo en su inmensidad, ir domando el terror que era tanto emocional como físico, es una labor complicada, pues el propio dolor era terror. Ahora se ha convertido en un hermoso viaje. El dolor es ahora un maestro que me sigue enseñando la belleza del vivir a pesar de que me siga mirando con su carita de terror. Me mira, yo no, pero se lo agradezco.

La segunda gran dificultad fue tratar de mantener la Escuela de Yoga. Ante todo, la Escuela, a mi entender, es un lugar sagrado, su sala, su práctica, en el sentido de haber creado unas condiciones, unas determinadas condiciones para que las personas, el alumnado que va a ella disponga de unas herramientas que le permitan tener otra mirada a la vida, no tan egoísta, no tan violenta, no tan estresante ni competitiva. A lo largo de años, se ha ido regando el suelo de la Escuela, como lugar de práctica fértil y generosa. Una mirada y un sentir de calma, de amor y de respeto. Para llegar a ello dediqué mucho tiempo de mi vida. En los primeros diez años, sobre todo, labré sobre la tierra dura arando y arando, y abriendo lugares donde practicar yoga; y ahí sigo, ahora, aquí, postrado o en pie, da lo mismo el plano, sigo labrando ya sobre tierra dulce, pues las puertas ya están abiertas.

Luego fueron incorporándose algunas hermosas personas en una labor de dedicación a dicho espíritu común de respeto. Actualmente son profesoras las que imparten en la escuela: María, Montse, Maribel, Yoly, Esther, Virginia, Susana, Sarita, Rosa a las que les muestro mi profundo agradecimiento por su generosidad y amor de haberme ayudado a mantener la Escuela sin caer doblegadas ante el egoísmo propio humano, ante la codicia vasta y grosera habitual; y, sobre manera, en su atención personal, al estar atentas a mi situación complicada y ser generosas conmigo en el diario, y no porque yo fuera generoso con ellas, sino porque les brotaba, y les brota, del corazón.


Lo más hermoso del grupo de profesoras es que me han ayudado con amor real y generosidad ilimitada. Ahí están los hechos, los actos, la propia vida que se escribe, y que plasmo en estas líneas para que no se olvide: gracias.

Sampa The Great-"Energy"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva




lunes, agosto 12, 2019

Centro perceptivo en yoga


¡Levántate! ¡Despierta!
Acércate a las bendiciones superiores y compréndelas:
el afilado filo de una navaja, difícil de atravesar,
¡difícil es el camino: eso dicen los sabios!

Katha Upanisad 3, 14

Cuando el eje es silencio, la vida va fluyendo a través de dicho silencio. El camino tiene un anverso, un reverso, y luego no hay camino: es silencio. Al inicio hay que encontrar el centro del círculo, reconocer su perímetro, habituarse a vivir en él: es el anverso. Su reverso es la propia sombra que acompaña al camino, uno cree que es el opuesto, pero no lo es, simplemente forma parte de la unidad equidistante al eje centrado. Desaparecido el círculo, se asienta el silencio.

El eje centrado es el eje del silencio perceptivo. La visión observa tu vida, sus desfases. El silencio lo absorbe y lo escupe. La propia percepción en un continuo afinar: acoge, filtra y desecha. El desechar es la atención silenciosa que solo está atenta a lo que la alimenta. En realidad, el desecho es flor. De acuerdo a su alimentación, mayor profundidad de penetración de la propia vida.

Si estoy insertado en la profundidad de mi vida, donde el fluir actúa por sí solo, acojo igualmente la vida y penetro en la vida. Ello se mueve por energías, uno las va reconociendo, y es el propio silencio el que diluye y adapta su fuerza vital.

Si reconozco mi espíritu, reconozco el tuyo. Si veo mi alma, veo la tuya. En clase o en taller de yoga el grupo se moviliza de acuerdo a las energías que, en realidad, pasan a través de mí, pues el eje percibe lo sutil y conecta con el tuyo.

Uno es un filtro del espíritu del bosque. No es ningún protagonista.

Las diferentes sensibilidades que atañen a este andar particular no son nada fáciles de conjugar, para ello hay que crear permanentes condiciones. Se conjuga hacia el eje sensible.

 Que cada uno las encuentre, sus sensibilidades, y la sensibilidad subyacente.

Kelsey Lu-"I´m Not In Love"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva


lunes, julio 29, 2019

La escucha es un estado de percepción


"Cuando quieres controlar tanto una cosa, te quedas sin nada que controlar".
Fraggle Rock (serie infantil)


Con el paso de los años, el yoga nos va mostrando unas capacidades que, bien direccionadas, nos permiten profundizar en la vida, en nosotros, y en la propia interpretación de la realidad.

Los sentidos se agudizan y la información que recibimos van hacia un núcleo que todo lo acoge. Es el propio centro el que observa esa realidad. No es necesario intervenir permanentemente ante ello. Dicho núcleo se encuentra en un ámbito de mayor profundidad del ego, por lo cual uno aprende a no usar dichas capacidades para engañarse o para erigirse en empoderamientos. Es un continuo refinar en una mente amplia, es un espíritu común, en un lenguaje que habla todos los idiomas. En el corazón común que palpita.

Mi amigo, el burro Trueno, me mira desde la ventana. Lleva así un par de horas.

Sentado al atardecer, voy observando la vida que me acoge y que por el día de hoy se prepara para la noche. Van llegando las gallinas salvajes, son pura atención: raudas, miméticas con el paisaje, bellas. Son una especie del bosque iniciático. Trueno y yo las observamos desde el silencio profundo del ser. La vida anda, y desde lo hondo del núcleo, toda esa vida viene a mí, la dejo pasar, y en dicha apertura aprendo.

Al vivir en un estado de percepción de mayor agudeza, en dicho silencio vital, he de ser cuidadoso, y por ello la prudencia ha pasado a ser una cualidad que pongo en los primeros lugares en mi vivir. La escucha es un modo de vida a la cual me ha llevado mi práctica, y dicha información ha de ser procesada -la que haga falta procesar- para no causar daño ni intervenir demasiado para cargar mi karma. Me ha costado mucho torear todo ello, y saber cómo ir actuando o no.

Es nuestro propio camino el que nos va mostrando cómo ir sorteando la progresión interna que vayamos teniendo. Nos damos cuenta de que hay más sentidos y que ese eje sensitivo ha de disponer de una base, diría que ética, para seguir progresando.

Me llena vivir en escucha, pues vacío estoy. Por ello, diría que es un llenado espiritual de vida, una ligazón permanente, una dicha desapegada, es decir, no ligada pero unida.


La escucha prístina, la llamaría, la percepción del corazón tierno, la vuelta al eje que observa y vive.

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva

martes, junio 04, 2019

El bosque y el yoga



"Es desconocido por los que lo conocen, y conocido por los que lo desconocen".
Kena Upanisath II, 3 

"Si nos hemos profanado a nosotros mismos-¿y quién no?-el remedio será la cautela y la devoción para volver a consagrarnos y convertir de nuevo nuestras mentes en santuarios".
Henry D. Thoreau

Hace mucho tiempo todo era bosque, y hace no mucho tiempo no vivíamos en las ciudades del modo que lo hacemos y el bosque no estaba en extinción, como ahora.

Cuando llegué a Beas, alrededor de la casa no había casi ningún árbol. El suelo, duro, pedregoso, lleno de pizarra hacía difícil incluso cavar un agujero para que el cepellón o raíz del árbol pequeño quedara introducido en la tierra.

Me decían: "Pones demasiado cerca los árboles, pegados unos a otros y encima con ese suelo de piedra", pero sabía lo que hacía, sentía lo que la naturaleza me pedía, aplicaba lo que había comprendido en mí del yoga, de la belleza de la vida y su propia reciprocidad. No eran individuos aislados, eran hermanos árboles, era la hermana luz, era la hermana agua, la hermana tierra. Y la hermandad de los burros nos iban a ayudar. Así que durante años mimé los árboles, durante años cargué carretillas de estiércol. Y ahora un bosque rodea la casa. Un bosque que genera su propia vida de plantas y animales e insectos, y donde intervengo lo justo, para ayudar, pues él me ayuda a ser. Y así ambos vivimos en paz.

Sus raíces se ayudaron unas a otras bajo tierra, y fueron resquebrajando lo duro, lo pétreo, lo rígido  que su propio sino había convertido. Con amor la tierra fue poniéndose blandita y receptora. El yoga nos va desmenuzando en nuestro cuerpo, mente y respiración, y sólo así oímos el espíritu del bosque, el corazón, lo que une la esencia de todo lo que es la vida. Nuestro cuerpo se hermana, nuestra mente se expande y de su estiércol nacen flores, como las raíces que abren la tierra generosa, y el viento que agita el bosque, nuestra respiración, moviliza los elementos insuflando vida.

Las verdades se deshacen, el cuerpo aprende a usar sólo lo que es necesario. Las situaciones son sencillas pues la mente es simple y compasiva.

Hallamos un camino ancestral, un camino de aliento común, un camino de respeto y silencio inabarcable. En un bosque todo ayuda, nada sobra. No hace falta tenerlo límpido y desbrozado y aniquilado de hierbas, pues ya es límpido en su belleza caótica. Hay que ser amigo, y el bosque te dice: "Carlos, aquí desmenuza esta poca hierba y riégame con ella; Carlos, aquí ayúdame a abrir un poco de circunferencia alrededor de mi tronco pues ya hace calor; Carlos, córtame esta pequeña ramita de la base, así creceré con fuerza hacia el cielo, y este sol amigo será generoso con nosotros".

Los pájaros se posan en las ramas de los árboles del bosque y cantan. Les tengo agua en pequeños recipientes. Las gallinas salvajes corretean y comen de las semillas de los arbustos. El gatito sube en vertical por un árbol y juguetea arañándolo.

Estos días me he dedicado a recoger las ramas secas que han dejado caer a lo largo del año los árboles. He recogido un montón. Ellas me ayudarán a encender el fuego de invierno, y sus cenizas volverán al bosque cumpliendo así un ciclo cósmico tan antiguo como la vida misma.

Me asombra la generosidad, lo dadora que es la naturaleza. No quise dominarla, solo me ofrecí a ser su amigo, y ella me abrió su mano, nuestras manos. Del mismo modo, estos años no tuve pretensión de dominar el yoga, sólo de abrir mi corazón, y oír el espíritu del bosque, y ahora mis pasos silenciosos disfrutan del camino trazado, de su disolución, pues es camino que me acoge, generoso en su amplitud, sin batallas que librar, sin nada que demostrar: el bosque y el yoga. La vida vive, ambos vivimos y cantamos sin pretensiones, lo justo para celebrarnos y seguir andando.

Vicente García y Kumary Sawyers-"Dulcito e´ Coco"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva

viernes, mayo 31, 2019

El cuerpo y la tierra en la esterilla de yoga, primeros pasos



"Para los que han estado ahí".
Kate Millet 

 "La nueva inocencia es amar, conocer, caminar, hablar...,
no es haber amado, conocido, caminado, hablado".
Raimon Panikkar

La esterilla de yoga es un espacio delimitado donde uno puede llegar a conjugar millones de sensaciones mágicas, y de descubrimientos insondables. La esterilla se encuentra apoyada en la tierra, ese hermoso lugar donde vivimos.

Llega un momento de la práctica en el que la esterilla desaparece, pues la vida, la tierra y el mundo son la esterilla.

Del cuerpo, en su cotidianeidad, solemos conocer poco, pues solemos funcionar únicamente desde la mente. Por ello es muy importante vivenciar el cuerpo cuando practicamos posturas de yoga, o cuando simplemente meditamos. Es un viaje que dura toda una vida, pues su profundidad es infinita.

A mi parecer en estos primeros pasos es importante ir trazando esas sensaciones del cuerpo, es decir, cómo se conjugan y ayudan las partes; por ejemplo: los brazos con las piernas, la pelvis con los pies y la cabeza, un lado con el otro... y así surgen múltiples lecturas del cuerpo que la propia postura o asana nos señala. Es importante también darse cuenta de los diferentes planos del cuerpo, pues nuestro cuerpo se mueve en el espacio, y con el yoga descubriremos partes y planos antes ciegos a la percepción, pero ahora audibles a la consciencia. En dicha mirada interna, comentábamos en un artículo anterior, conviene experimentar la raíz del cuerpo: dónde apoyamos el cuerpo en la esterilla, y cómo desde ese apoyo el cuerpo se expresa.

Profundizando un poco, comentaré que la practica postural, entonces, nos expresa, y creo que el yoga es una búsqueda muy hermosa hacia la calma, hacia el espíritu, de donde nace esa mirada acogedora al mundo y hacia el íntimo nuestro.

Por tanto, los obstáculos vitales que nos encontramos en nuestra vida, nuestras propias convulsiones y engaños, nuestras bondades y aciertos, así como aquellos elementos que nos componen se van a mostrar en esa esterilla rectangular apoyada en tierra. No hay que tener prisa, tampoco exigirse. Creo que suficiente tenemos con esta sociedad egoica, individualista, de un feroz afán productivo. El yoga es una bella simiente para la solidaridad, y una visión de mayor calado espiritual para nosotros, para los demás y para nuestros hijos e hijas.

Practicar entonces en calma, sin prisa, sin apretujamientos varios, sin tanta meta. El cuerpo nos va a ayudar a comprender otras realidades sintiendo nuestro yoga, no lo impuesto. Dejaos sentir en la postura, sentir la tierra, vuestro cuerpo, vuestro espacio interno. Disfrutar del propio vacío incluso de estar en paz, pues para estar en paz no hace falta ser una imagen de algo, o estar llenos de algo. La calma es disolución, es apertura.


Natalia Lafourcade-"Hasta la Raíz"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva






domingo, mayo 05, 2019

Las nubes y el ancla en una postura de yoga, primeros pasos



"Uno se convierte en aquello que medita"
Satapatha-Brahmana

-Papito, ¿tú sientes una explosión de amor?
-¿Qué quieres decir?
-Lo que yo siento cuando estoy contigo, o cuando te echo de menos.
Alba y su papá


La metáfora-símbolo que usábamos era que el cielo era la vida psíquica. Comentábamos que existía una tierra, y recordábamos que, al realizar la postura, todo consistía en este recorrido entre ambos lugares: lo que trazaba un mapa interno mediante la atención.

Ese mapa interno es lo que somos nosotros en ese momento por dentro.

Al realizar la postura de yoga van a aparecer nubes en el cielo. Esto significa que me voy a distraer con cualquier cosa, por ejemplo:

Surge una voz interior que puede decir: "tengo que ir a dar de cenar a los nenes", o "me molesta el brazo", o "¡que bien lo hago!", o cualquier nube que surge en la mente.

A esas nubes las llamo distracciones. En realidad es fragmentación. Uno de los objetos del yoga es calmar dicha mente y cuerpo, y unificarla poco a poco. Eso significa que ya no hay tantos pensamientos ni tanta distracción: hay presencia, ya no te distraes con los pensamientos/nubes que aparecen, y no te vas detrás de ellos. Es decir, no te identificas. Vives tu presente y lo aceptas.

Resulta muy importante en estos inicios, a mi entender, dos aspectos que me gustaría destacar:

El primero es que tenemos que ser conscientes, es decir, tenemos que experimentar que tenemos que vivenciar la postura en ese momento, darnos cuenta de ello en el mayor ámbito posible de ese mapa hablado. No permanezcáis estáticos, hablo en el sentido de estar distraídos o estando "dormidos como un maniquí", en la inopia. Tratar de no caer en la banalidad de luchar por hacerlo bien. En eso no consiste el yoga. Por ello, es bueno desde un inicio educarnos hacia la dirección de estar en presente, y, a ser posible, estructurando mediante la presencia de la humildad. Entrar en una profundidad tan amplia como el misterio de la vida requiere serenidad, sosiego y humildad, y así nos lo muestra la historia en las diferentes vías de recorrido interior.

El segundo tema que podríamos sumar a lo comentado hoy es que, cada vez que nos distraigamos, podemos educarnos en volver al presente con trucos. El truco esencial sería sentir mi respiración. Por ejemplo: realizo la postura, soy consciente del pensamiento-distracción, respiro, y vuelvo a mí. Ese sería ese eje tierra/cielo. También puedo poner la atención en cualquier parte del cuerpo que quiera, así el cuerpo se convierte en ancla para educar hacia la realidad.


Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

domingo, abril 28, 2019

El cielo y la tierra en una postura de yoga, primeros pasos.



"In principio creavit Deus coelum et terram".
 (En el principio creó Dios el cielo y la tierra).

                                                 El Génesis, cap. I. I. (Biblia Vulgata)


"Cielo y Tierra son eternos.
¿Por qué Cielo y Tierra son eternos?
Ellos son no nacidos,
Por eso viven siempre".

                                              Tao Te King. Cap. VII (traducción de  Juan Preciado, 1979)

"El Cielo es eterno y la Tierra permanente.
Son permanentes y eternos,
porque no viven para sí mismos.
Así, pueden vivir eternamente." 


                                              Tao Te King. Cap. VII (traducción de Richard Wilhelm, 1910)


El trabajo u observación de uno mismo en una postura de yoga tiene varias vías de recorrido. Hoy comentaré uno de los caminos: la relación entre el cielo y  la tierra en una primera aproximación.

Bajo nuestros pies se encuentra la tierra, desde que nacemos andamos sobre ella. Prácticamente no le echamos cuenta, pues la realidad diaria es sobre todo la vida psíquica y, por tanto, mi atención y percepción no están en la tierra.

Si, en un primer simbolismo, el cielo fuera esa vida psíquica, ciertamente estoy en el cielo permanentemente bajo unas condiciones.

Cuando empezamos a practicar yoga, esas condiciones mentales van cambiando. A la par también hay un cambio en el cuerpo. A eso lo llamo "ir mutando hacia otra condición".

Supongamos ahora que ya tengo atisbos de esa otra condición: siento calma en mí, la saboreo un poco, y ya soy capaz de leerme con cierta serenidad mientras realizo una postura de yoga. 

Ahora sintamos dos puntos en nosotros mismos donde abarcamos de un modo equilibrado "una presencia" en mí. Dicha presencia que soy yo mismo en mí mismo, sereno, fija un clavo en tierra, es decir, pone la atención en el punto o puntos de apoyo que mi cuerpo siente sobre la tierra encima de la esterilla.

Otro punto o estaca de señal está en mi cabeza. En dicho mapa perceptivo entre la tierra y el cielo en mí trato de abarcar en cada respiración parte de mí mismo, entre un punto y otro, nada más. No es fácil, pues una parte de la atención se encuentra ocupada en mantener el juego de fuerzas sutiles de la propia postura.

Pero aquí hacemos un cambio. Cuando entro en postura, primero fijo los postes de señales. Primero tierra,  luego cielo. Luego, como digo, abarco el mapa perceptivo que trazan ambos puntos.

Voy a ir reconociéndome en mi mapa interno si mi atención, mediante la respiración, va apaciblemente de un lugar a otro en ese mapa mutante.

No son líneas rectas. Son estratos de conciencia interna. Por tanto, reventad cualquier línea.  Simplemente ignoradla. Sentid cuerpo, respiración, atención, presencia.

Así, en presencia serena, respirad la amplitud que os permita vuestra atención dentro de vosotros mismos.



Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

domingo, abril 21, 2019

Tempo y espacio para sentir







"Se ejercita así: "Consciente del gozo, inspiraré". Se ejercita así: "Consciente del gozo, espiraré".

"Se ejercita así: "Consciente de la felicidad, inspiraré. Se ejercita así: "Consciente de la felicidad, espiraré".
                                                                       Buddha, hace 2.500 años

-Papito, ¿qué hay después de la vida?
-Vida, amor, todo es vida.

                                                              Alba y su papá, Huelva, abril 2019





Conciencia: (l. conscientia) sf. Conocimiento íntimo que tiene el hombre de sí propio y particularmente de la bondad ó maldad de sus actos.


Consciente: (l. consciens, conscientis, pa. de conscire, saber perfectamente.) adj. Que siente, piensa, quiere y obra con cabal conocimiento y plena posesión de sí mismo.

                             Diccionario de la Lengua Española, Salvador Viada y Vilaseca, 1908.


"No soy ni cristiano, ni judío, ni musulmán.
No soy de Oriente ni de Occidente".

                                Galal al-Din Rumi, siglo XIII




He aparcado la furgo frente al mar, tras de mí el bosque, penetro en él. Amanece, la oscuridad se hace luz. En su silencio y permanente transmutación la vida habla. Todo es asombro según voy andando, sereno, pleno de mí, abierto, atento, alerta. Mis pasos son silencio y acompañan la vida que late por todos los lugares hacia donde miro, huelo, siento. Me detengo para acariciar un arbusto, me huelo las manos, su fragancia no la reconozco, es maravilloso. El suelo cruje al andar, las ramas secas, las plantas, las flores, nada tiene orden ni falta que le hace, los árboles crecen de acuerdo a su sino, unos hacia arriba, otros de lado, como tumbados, alcanzo así a tocar sus piñas. Vuelvo a detenerme para empaparme del verdor del musgo en una rama vieja, caída por el viento. Las nubes pasan raudas pero como detenidas en el tempo. Desde lugares invisibles nacen cantos, cantos de pájaros al despertar. Es como si se hubieran puesto de acuerdo y sus melodías crearan la sinfonía de la vida. Este caos es bello, es cálido, y no hace falta interpretar nada, poseer nada, etiquetar nada. Al ser siendo, es, y ello es suficiente. Lo que es me colma, siendo musgo, ramillete, ave y viento que baila con los cantos entre las nubes.

Llevo tiempo, meses, sin escribir. Meses aprendiendo a vivir, pues la vida es eso, es sencilla. Consiste en vaciar un vaso, y dejar que entre el aire de la vida. Darse cuenta  que es sencillo no es fácil, pues el vaso habitualmente se encuentra lleno, entonces lo sencillo suele ser complicado. Tras darse uno cuenta que es sencillo, conviene no tener vaso, se rompe, o un día desaparece. Ya no está, y no se le echa de menos. Al estar vacío la fragancia te envuelve. La vida sigue siendo, pero no tienes que demostrar nada, tampoco tienes que luchar por nada, tampoco debes defender como un loco la imagen que te has creado de ti y que llenaba un vaso sin fondo. Como eres, estás en ti, y al reconocerte en ti, habitas y vives la vida, pues la vida late en ti, y en todo lo que te rodea y te envuelve y te respira.

Andando por el bosque observé una paloma blanca y con manchas negras de una intensidad muy hermosa. Me acerqué poco a poco, la paloma andaba despacio alejándose de mí. No salió volando asustada. Ambos andábamos sobre la tierra en una danza cósmica en ese bosque frente al mar. Me detuve, ella también. Mirándonos, alertas, serenos, llenos de amor los dos. Ella levantó el vuelo con movimientos de una fortaleza armoniosa entre los arboles.

Decidí entonces dar la vuelta, y volver hacia el mar.



Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva












martes, octubre 02, 2018

Mente condicionada y meditación





 -Papito, ¿cuando me vas a poder cargar?
Estás siempre malito en la cama.
-Amor, ya estoy más de pie.
¿O no me sientes ahora?
Estoy aquí contigo, a tu lado.
                                                Alba y su papá 


-Te noto muy zen.
-Sí, lo estoy.
Estoy vivo,
y ya puedo estar de pie algo más.
                                               Carlos


"Cuando una mente refrenada por la práctica del Yoga se serena,
 y en el momento en que uno,
viendo el Sí mediante el sí,
encuentra su contento únicamente en el Sí" 
                                                 Bhagabad Gita 6/20

Volvamos a hablar de ciertos temas y sumemos otros, y quizás veamos que sí, que tenemos ahí respuestas a algunas preguntas sobre el misterio de la vida, y ello nos pueda ayudar si estamos realizando un camino interior o deseamos empezar a andar. Algo de desbroce en el bosque de nosotros mismos, bajo el prisma de lo andado estos años por mi parte.

El yoga, al ayudarnos a ampliar el campo de conciencia y sacar a la luz cualidades intrínsecas a la vida, nos va mostrando el camino hacia una calma despierta.

Si practicamos zen, nos ayuda de un modo muy real a vaciarnos de lo muerto en nuestra mente, y nos muestra una realidad pelada de una sorprendente belleza.

Si practicamos el Tao, el aprender a fluir con una determinada energía, nos muestra una fuerza que emana de la vida en una suavidad humorística, y con un enraizamiento sorprendente ante las olas de la vida, es un surfeo hermoso.

Si practicamos budismo, su capacidad de penetración en la mente acompañados de la mano de un corazón compasivo confluyen mostrándonos un ser humano muy tierno.

Todas estas disciplinas a lo largo de la historia se han alimentado unas de otras, se han ayudado, y se han hermanado para mostrar que la vida es algo maravilloso, y que hay algo más que una mente sujeta a condiciones, o una mente corrupta, o una mente no aprovechada adecuadamente, o una mente egoísta. Nos han mostrado modos de aprender cualidades que emanan de su propia práctica al ser todas disciplinas experienciales, basadas en la propia experiencia del practicante. Nos han enseñado que el camino se encuentra lleno de obstáculos y que eso es maravilloso.

Todas se aúnan en el aspecto meditativo, por ejemplo, el yoga. Ya Patañjali nos decía que su sentido, ya sean las posturas o todo lo que tú quieras, es llegar de determinado modo o estado de ser a la meditación, por lo menos como base para ulteriores experiencias. En el zen, hay que sentarse con dos narices a meditar, y el ritual se convierte en algo fresco. El Tai Chi, como reflejo del Tao, es una meditación en movimiento, lo mismo que la vida. Y en el budismo igualmente la base es la meditación con un profundo sentido ético y de responsabilidad.

Meditar es aprender a sentarse y verse. Observaremos que nos cuesta mucho vernos, pues todo es una amalgama de pensamientos, emociones... Es que el primer paso es aprender a ver esa amalgama que eres tú en unas condiciones de calma, y eso es largo de conseguir. Nos daremos cuenta de qué nos componemos, cómo somos, cómo actuamos, cómo pensamos, e irá fortaleciéndose dentro de nosotros una calma silenciosa que está viva, pues esa calma silenciosa viva tiene un corazón que ve más claro, tras drenar tanta convulsión en la que nado cómodamente. 

Es decir, yo no puedo decirme que soy la viva calma y luego ser un egoísta o un cabronazo, simplemente, me sigo engañando y lo que hago es lo contrario, fortalecer en una calma muerta lo que era antes. Quiero decir con esto que el trabajo, la displina de la meditación muestra sus progresos en mi modo de ser como persona, y no hay nadie que me juzgue, pues no hay nada que juzgar, soy yo el que he de verme, y el que he de ir viendo cómo soy, e ir penetrando en las claridades de un modo adaptativo y sutil.  Es un camino arduo, pues a una mente sujeta a tantas condiciones, es decir, sujeta a condiciones de verme bajo mis lastres habituales, y mi codicia y egoísmo habituales, o mis deseos o ira o reactividades habituales, o bajo las condiciones educacionales, o culturales que tenga cada uno… a esa mente, digo, le resulta fastidioso encontrar claridades. También hemos de sumar la parte no consciente que se muestra en la meditación, y donde vemos cómo maneja nuestro presente a su antojo. Todo ello, a mi parecer, es maravilloso. Así somos, y encontrar el camino en el bosque no es fácil. ¿Quién ha dicho que lo fuera? Si lo fácil es poner mi vida en una red social o una fotito  para que me vean, y esperar a que me pongan un me gusta, o hacer el tonto por wasap o cualquier pantalla estúpida. Es muy triste, pero así es.

Os aseguro que, según vayais encontrando claridades, vais a sentir cambios importantes en vuestra vida, y como he dicho muchas veces en el blog, nacen cualidades que nos hacen menos egoístas, menos codiciosos, no de dinero, sino de emociones y muchas más historias; menos dependientes; simplemente nos hacen mejores seres humanos, como digo últimamente, es decir, más libres, que no significa hacer lo que uno quiera; significa tener mayor claridad hacia la vida con una base firme en presencia.

Si alcanzo una estabilidad en las claridades y en las cualidades que nacen de estar sentado meditando o de mi propio trabajo interior, se nota, insisto, se nota de inmediato, y el primero que lo nota es uno mismo. Es decir, en claridad no hay engaño, hay claridad, por tanto soy yo mismo el que me muevo en ese pequeño despertar, no mi vecino. Eso sí, según yo interprete y actúe con mi vecino veré si tengo claro la claridad o sigo en las mismas.

Probemos, sólo hay que sentarse y verse, y luego actuar con el sentido de responsabilidad y ética que surge de ese sentar. Lo demás es paja, paja de la buena, que solo arde sin parar hacia ningún lado.

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Bomba Estéreo-"El Alma y el Cuerpo"

 y "To My Love"

y para la indecisión pa verse, una meditación pa´practicar

Meditación del octuple sendero bribón

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva



viernes, septiembre 28, 2018

Gurús, maestros y la falta de referencias espirituales








"-Papáaaaaa.
-Sí, amor.
-La vida es rara.
-Sí, cariño, así es.
-También es divertida.
-Sí, cariño, hay que educarse en la dirección.
-Jaaa, la vida es rara y divertida.
-Sí, Alba, amor".

Llevo muchísimos años impartiendo yoga, de mi boca jamás ha salido la palabra gurú, no entra en mi conceptualización analítica razonada, y del instinto que discierne que nace de mi comprensión. Y quien me conoce lo sabe. Para mí esa palabra tiene significados que no entran en mi alma. No creo en los gurús, ni en la palabra en su significado actual. No creo en los maestros de fin de semana. Por otro lado, siempre he corregido al alumnado cuando me ha usado con una supuesta referencia llamándome maestro. Mi nombre es Carlos, y soy un humano que ejerce como profesor de yoga. Y que quede claro.

Lo que sí he dicho son dos frases a modo habitual:

"Decapitadme si me habéis puesto en un pedestal; soy humano, y voy al baño, igual que vosotros, y estoy lleno de imperfecciones, y me encanta".

"Vuestro único maestro sois vosotros mismos, y vuestra práctica en la esterilla en la dirección que decidáis os lo muestra o no. Ese sí que es el maestro, veros desnudos, fuera de tantas autorreferencias a vuestra propia imagen, o confusiones egoicas."

Ahora resulta que me tocan un poco en la sensibilidad en una clase de yoga, o me hacen llegar al límite y ya tengo maestro. O hay lugares donde te vas un fin de semana y sueltas dinero, y ya tienes tu primer grado de maestro. Y luego, tras tres pagos, ya eres maestro. Es de risa. Y aquí todo el mundo certifica maestros si se le paga bien. 

El escribir que hay en nuestra sociedad una falta de valores y hacen falta referencias es obvio, pero yo no me vendería y no me atrevería a llamar a nadie maestro ni permito que nadie lo use conmigo.

Y si hablo de maestros, pues puedo hablar de Cristo, puedo hablar de Buda, puedo hablar de Patañjali o, por decir un maestro actual, puedo hablar de Thich Nhat Hanh; puedo hablar de seres que en su legado, sus palabras y comprensiones maravillosas son referencia, pues lo vivieron  y viven así en su vida, con el ejemplo, en sencillez, y humildad y entrega.

Comentaba el otro día cuando surgía este tema y ponía un ejemplo de etiquetado a lo periférico, es decir, por ejemplo, ser cristiano de boca pero no de corazón. Por ejemplo, supongamos que soy cristiano, pues vivimos en una  cultura cristiana. Pues creo firmemente que si no me quedo en la periferia, es decir en la boca, y trabajo internamente hacia el amor, hacia mi corazón, llegará a mí, la comprensión. Pues Cristo es amor. Es decir, una cosa es lo que digo, y otra hacia dónde me muevo en mi acción y esencia íntima. Si yo en mí vivo mi vida de verdad con amor sintiendo mi corazón, sí que represento a Cristo en la tierra; o si mis oraciones me hacen sentir compasión, por ejemplo, es decir acompañamiento del otro, que luego practico en mi cotidiano, jopé, pues puedo decir que soy cristiano, o tengo una dirección hacia dicha comprensión del cristianismo.

Quiero decir con esto que lo tenemos ahí, sólo hay que dar el salto.

Nos pasa lo mismo con el yoga. Aquí todo el mundo es maestro, todo el mundo está iluminado y todo el mundo tiene comprensión. Por favor, quizás convenga lavar los pies de tu vecino en humildad y ver dónde se encuentra la esterilla, arriba o abajo.

Creo en las personas, y las personas se pueden mostrar de muchos modos. Todas lo hacen lo mejor que pueden, pero es importante no olvidar que la vida nos muestra oportunidades en los momentos que hacemos falta si estamos ahí o no. Yo no puedo decir he estado ahí de boquilla y no haber mostrado en hechos y en lo íntimo que he estado.

Seamos pues prudentes y pacientes que todo va a llegar, pero para ello es importante el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, y para eso hay que aprender a trascender un poco la dicotomía básica y mostrar en hechos que he encontrado en mí desnudez.

Para acabar, el otro día iba al campo. Voy por la carretera 435. Suele haber animales atropellados. Mi sensibilidad hacia este tipo de situaciones la tengo latente desde niño. Ahora no toca contarlo. Y durante años, como está expresado en este blog, conviví con muchos animales que recogí y ellos sí fueron mis maestros, así como la naturaleza que nos envolvía.


Vi dos perros grandes, pegados a la línea del arcén, acababan de atropellar a uno. El otro, su compañero, estaba sentado junto a él, no se movía un milímetro en su dignidad y lealtad amorosa. Me impresionó, coches y coches pasaban al lado de ellos en su prisa loca. Me hizo reflexionar mucho. Sin tanta esterilla ni tanto jaleo, esa inocencia de amor, valentía, y soberanía hacia el otro. Imperturbable el perro sentado junto a su compañero muerto, ¡que dignidad! Me puse a llorar, no de pena, si no de que está ahí, y tantos años matándome para mostrar algo que siento que está ahí....


Artículo escrito por Carlos Serratacó


Los Ronaldos-"El Guru" y ""Adios Papá"
 

lunes, agosto 27, 2018

Recogimiento en medio de un Trueno



"Es muy fácil realizar una postura invertida.
La lucidez es aprender a tener la dignidad de saber estar de pie,
y luego ya, muéstrate como quieras".
Carlos 

"La práctica espiritual no nos libra del sufrimiento y de la confusión, simplemente nos permite comprender que eludir el dolor no sirve de ayuda alguna".
Un budista 

Tantos meses sin ir al campo permiten a la naturaleza que siga su curso: la hierba crece hasta límites inimaginables; los tallos se ponen anchos y duros; las ramas secas van cayendo de los árboles; los árboles necesitan recuperar los cuidados, entre ellos, lo fundamental: el riego y el agua; y generarles condiciones de esplendor.

Así que Trueno y yo nos hemos dedicado estos meses a ir quitando hierba, pues no se podía acceder a la casa de lo alta y poderosa que se había puesto. Ahora hay más espacio, y puedo centrarme en el riego que se ha deteriorado, y en arar alrededor de los árboles creando pequeños cuencos para que se recoja el agua y se mantenga hasta su absorción.

Nicolás, un hombre sabio, mayor, amigo mío, desde hace mil años me dice:

"Ahora que los días son más chicos es cuando hay que estar más atento al riego".

Esa frase quiere decir que ahora que, sobre mediados de agosto, todos los años, hay una disminución del poder solar, y parece que los árboles, la tierra, la vida necesita menos agua, pues es al revés: es en esta época cuando las hojas se secan más rápido y, por ende, el árbol. A veces, por más agua que eches al árbol, no significa nada, y eso es porque lleva meses en condiciones difíciles. Y este final de verano es vital poner mayor atención al conjunto, de ahí los cuencos de recogimiento. Es el tiempo en el que la raíz, por más que profundice en la tierra, no encuentra agua y hay que ayudarla desde la superficie. Pues la vida no es sólo superficie, lo interno muestra lo externo.

Una vez Trueno acaba de zampar, sale en mi busca. Me ve desde lo lejos, desde lo alto; yo abajo, en la valla de la entrada de casa, nos separan unos 600 metros y él elevando la cabeza al cielo relincha de felicidad y de goce. Es un grito mítico, es un grito al cielo, es un grito de hermandad, es un grito primigenio. Luego sale galopando como un niño hacia mí. Es como un ciclón, su galopar es potentísimo. Uno ve que le viene el ciclón y se aparta, yo permanezco cosiendo la valla. Poco antes de llegar a mí, el ciclón se detiene en un frenazo; ahora la calma le envuelve, se acerca a mí, y se frota conmigo.

Sigo cosiendo la valla; Trueno se tumba en una de sus camas. Sus camas son lugares de dicha donde él, cuando está feliz, retoza. Tiene dos en casa: uno al principio de la finca, otro al final. Y así, mientras yo voy cosiendo y ocultando desde fuera la visión de las praderas, él se reboza una y otra vez, hasta que se detiene y, desde el suelo, con la tripa apoyada, me mira, y se queda ahí mirándome.


Ambos plenos; no nos hace falta nada más.



Margaret Qualley- expresando "Kenzo"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

sábado, agosto 25, 2018

Volviendo al hogar



 "A un loro le transmites el sagrado koan WU,
pero sólo sabe repetir BU".
Carlos 

"Papito, ¿la vida es infinita?
Sí, amor mío, lo es, y se muestra en todo, hija mía".
Alba y su papá 



La noche no se ha convertido en día, el aire fresco me recorre. Lentamente,  pequeños rayos de luz van ampliando la visión según subo el camino de casa.

Hace dos meses empecé a volver a casa, a Beas, al que era mi hogar, en pleno campo en medio de la campiña. Hace seis años me marché para difundir el yoga en Huelva in situ, del campo a la ciudad, aunque lo llevaba haciendo desde que llegué al campo en el 2004. Han sido años de un trabajo inimaginable, de miles de horas de clase, de generosidad, de entrega, de ir día a día, sumando alumnos y alumnas, uno a uno, una a una, en los gimnasios, en la escuela, en la playa, en cualquier lugar. 

Ha sido agotador. Resulta agotador dar a comprender la pausa, el abandono, el que unas manos son algo más que unas manos, el que una clase de yoga se puede dibujar y esa plasmación no muestra un cuerpo, muestra un todo en sensibilidad, el que se puede empezar meditando en clase, el que es posible dar yoga a los niños y las niñas, a los bebés, a mujeres embarazadas, a impartir yoga terapéutico para patologías concretas, a usar soportes para la práctica amorosamente, como apoyo, no como exigencia; para qué hablar, pues he predicado el no esfuerzo y no he parado de esforzarme durante años de mostrar de un modo experiencial que somos algo más que máquinas materialistas automatizadas, que simplemente, nos mueve algo llamado corazón. Subo la cuesta y, como esos rayos de luz, me vienen fugaces como destellos, el sobrehumano esfuerzo que he realizado, son sólo unos segundos.

Vuelvo a mi presente y al final de la cuesta Trueno ya ha salido a verme. Se coloca junto a mí, y me acaricia con su hocico, me llena de besos, su cuerpo inmenso, de gran tonelaje, lo frota con el mío. Levanto su cabeza, la coloco sobre mi hombro y le devuelvo los besos:

¿Cómo estás, amigo mío, compañero? Venga, vamos.

Ambos subimos en dirección al pajar, él me mira mientras le coloco el grano, yo le acaricio mientras come.

Al caer enfermo hace un año y siete meses tuve que dar a las burras y abandonar completamente el campo, pues no podía andar, sentarme o simplemente vivir sin el dolor de muerte, pues mi vida se la comió la enfermedad. Se comió mi trabajo, mi sustento, mi cuerpo, mi mente, mi hija, se lo comió todo.

Tengo buen  estomago, y soy austero en el comer, así que, realizada la digestión y...

Gracias a mi perseverancia en rendición,  a mi dulzura implacable, y al amor y apoyo incondicional de unos pocos seres humanos, estoy aquí, de pie de nuevo.

Ya no vivo día y noche muriéndome en el dolor, sigo cayendo cada semana, pero me levanto más fuerte, pues el dolor de muerte es un gran maestro, y te bendigo, maestro mío, te quiero como a mi burro, y te agradezco, vida mía, haberte conocido. Me has adelantado de aquello de lo que todo el mundo huye, y estoy aquí de pie, sí, de pie. Todos huyen de la muerte, o del dolor de muerte. Simplemente aterra, pues es el terror, pero sabes, dolor mío, no te quiero, te amo, y me río de la vida, pues me encanta con sus bellas contradicciones. Tú sigue ahí, amor, tumbándome, que yo seguiré levantándome.

Hace un par de meses traje a Trueno a casa. Antiguamente se tenían animales de poder a modo interno, las culturas antiguas siempre han sido sabias. Sí, se las han comido ese materialismo homogéneo pastelero que muestras sus espasmos en las redes sociales, pero la sabiduría sigue ahí, para quien desee aprehenderla, en el corazón, y sí, uno de mis animales de poder es el burro o la burra, animal noble, fuerte, empático, salvaje, dócil en amor, libre, digno, leal, bello o bella.

Cada día agradezco más su presencia, me recoloca, me atrae a mí, por si me he olvidado por un momento quién soy, y es gracias a todos los tusamis de los dos últimos años que estoy aquí, de nuevo, hermano mío, ambos los dos valientes, blandos, fuertes, con un corazón inmenso, el burro y yo, y esos pocos seres humanos.

Angela Ricci-"Crazy" 

Artículo escrito por Carlos Serratacó 
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva



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