Zen: Tchán en chino.
Dhyana en sánscrito. Verdadero y profundo silencio. Habitualmente traducido por
concentración, meditación sin objeto. Vuelta al espírítu puro y original del
ser humano.
Solo siéntate, mantén la postura, sé
ciertamente imperturbable. Solo aprender observar. Vacía el trastero de tu
vida, abre las puertas de tu hogar. Permite que corra el aire, deja que fluya
el agua de la calma. Renueva tu interior, enciende inciensos
que transformen el mal olor del algo que crees ser. Rompe con las rutinas
que te inmovilizan, desbloquea tu alma. Solo observa y sé imperturbable. Mantén
la respiración, la postura. Disfruta del silencio que abarca todo. Y pasan los
días y la claridad surge porque ya no hay densidad, los actos son más
impecables, creamos menos acción que causa sufrimiento, surge la actuación sin
pensar en ser actor constantemente. Tras salir de la postura, sonríe, vive
abriendo los brazos, sin miedos. Ama intensamente, a pleno pulmón, degustando
cada instante. Siente sin analizar, acepta el caudal vital. Luego la postura se
apodera de ti y solo eres un buda que sonríe, nada más. Vuelve a ser el niño
que siente. Abre las alas y vuela sintiendo que eres amor y el cielo es tu
hogar, la tierra tu reposo, el aire tu camino.
“Durante el zazen no
debéis pensar con el cerebro.
La conciencia es
ilimitada, infinita. Debéis dejar pasar los pensamientos que, finalmente, se
agotan por sí mismos. En ese momento podéis pensar inconscientemente.
Actualmente se piensa
demasiado, se es demasiado complicado. La cara se cambia después del
zazen. Si se persiste en el zazen siempre se está sonriendo.
Todo es completamente
diferente después de seis meses o un año de práctica. Uno se vuelve ligero,
libre, sin complicaciones. El karma se agota”.
Taisen Deshimaru
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
Janis Joplin - Summertime (Live Gröna Lund 1969)
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