sábado, julio 17, 2010

La manada

De mañana me puse a andar hacia los bosques con Coquelico y Mariano. La burra ya va tranquila, podríamos decir que la primera parte de la doma -que era el simple acto de que me dejara estar con ella cerca y el poder andar juntos sin encabritarse- durante todo el año ha ido bien. Ya anda a mi par apaciblemente y los tres somos uno en los pasos. Resulta increíble pensar que llegó salvaje hace trece meses de los montes de Aracena.

Todo el camino en silencio, el sol iba cogiendo fuerza en lo alto, ningún alma por los bosques, los tres andando en dirección al río.


Llegamos a un claro entre los bosques donde hay una pradera inmensa, y oí relinchos a los lejos, y desde allí surgió la figura de un increíble caballo negro. Debía ser el líder, olfateó el aire y con gesto altivo vino galopando.  Desde el horizonte de la pradera otros caballos siguieron al negro. A unos cien metros un grupo de tres machos nos miraban detenidos, orgullosos, hermosos, puros, plenos; y detrás, el resto de la manada.

Ya la manada unida fue acercándose lentamente como en un ballet, con armonía gestual y ritmo interno. Todo fue una imagen preciosa y, como en un flash, me vino un párrafo de Curtis sobre los indios Apsárokes, cuando levantan el campamento al amanecer en la pradera entre los bosques a pie del río, y las manadas de caballos corren libres, para luego acompañar a la tribu en su peregrinar.


He buscado el párrafo una vez he llegado a casa sediento de tanto sol.

                                                                        

“Cuando el jefe decide que el campamento se ha de trasladar, su pregonero recorre el poblado por la noche exclamando: ¡A prepararse, a prepararse! ¡Mañana nos vamos!

Y al despuntar el día vuelve a recorrerlo gritando: ¡Hun hun héeeeeeee! ¡El jefe dice que hoy marchamos hacia el búfalo! ¡Hombres, traed los caballos; mujeres, desmontad las tiendas!


Como todos saben por el aviso anterior que deben levantar el campamento, concluyen la comida matinal antes de que aparezca la luz del sol. Pronto vienen trotando las manadas de caballos, y las mujeres corren entre los viejos y mansos caballos de carga lanzándoles cuerdas al cuello. Otras se afanan con las tiendas, cuyas cubiertas caen con estrépito, convirtiendo muy pronto el campamento en un esqueleto de palos desnudos. Del centro de cada armazón sube hacia el cielo una ondulante columna de humo; niños aún adormilados y envueltos en mantas van descubriéndose a medida que las madres, atareadas en hacer el equipaje, les quitan los mantos de abajo. Los críos, con el pelo enmarañado, piden lloriqueando algo de comer, y a modo de desayuno reciben piezas de carne seca y dura. Pronto los caballos están listos, con altos fardos en los lomos y los palos de las tiendas atados a los flancos; en general llevan seis palos a cada lado, siendo necesarios dos caballos por tienda. De vez en cuando algún caballo se separa y echa a galopar por el campamento antes de que su carga esté segura, dispersando el equipaje por todas partes y provocando gran griterío y confusión. Las mujeres llaman, los niños lloran, las abuelas parlotean y refunfuñan”.

Sheila Chandra - Ever so Lonely (Live)



3 comentarios:

Anónimo dijo...

hola

Carlos Serratacó dijo...

wenasssssssssss amparixu, animate y sueltate un poco....

ese hola se ha quedado muy cortito

Anónimo dijo...

HOLA!!!
Sólo era una prueba, pero gracias por tu solicitud para explayarme.
Saluditos.

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