jueves, marzo 17, 2011

Lluvias en el corazón

Una persona en el Camino no mora fundamentalmente en lugar alguno. Las nubes blancas están fascinadas con la verde falda de la montaña. A la luna radiante le gusta ser arrastrada con las aguas que fluyen. Las nubes se abren y aparecen las montañas. la luna se pone y el agua está fresca. Cada pedacito de otoño contiene vastas e ilimitadas interrelaciones.

                          Hongzhi



Con las lluvias, con la oscuridad de las nubes, el Chico y el León, de los cuales hable la semana pasada murieron. Llevaba con uno viviendo unos siete años, y con el otro unos catorce. Diríamos que a todo el mundo se le muere su perro, pero ha resultado duro perder a los dos compañeros estos años. La vida en el campo nunca resulto fácil, fuera de prototipos idilicos; pero uno de los puntos fundamentales de la alegría, de la compañía, del estar acompañado en la soledad del campo son los seres que conviven contigo. Les echare mucho de menos, a los dos.

La mañana brumosa que llegaba a casa, la mañana gris en las cuales encontré a ambos enfermos, fue la mañana que aparecieron por el camino a casa, como espectros del amanecer una fila de caballos, libres, silenciosos, seguros de su andar, seres invisibles que van y vienen.

Al Chico le fui cortando lentamente sus rizos, sucios por el trajín campestre, tranquilamente, desmenuzando los nudos del invierno. Sabía que nada iba bien, porque jamás le gusto que nadie le cortara los rizos, te gruñía. Y ahora no decía nada. Aquella mañana le deje en una camita en el pajar.

Al León lo lleve en brazos a la caseta de la alberca y le recosté ahí.

Yo creo que con ellos acaba una etapa. Como dije una vez, la muerte de mis compañeros animales son señales en mi vida.



Y desde hace dos semanas los árboles sin hojas, los prados sin flores, se llenan de vida con una primavera adelantada. Los pájaros cantan y todo está verde. Coquilico y Mariano me siegan los prados, y yo voy recogiendo estiércol del pajar para llevarlo a los árboles. Los olivos que planté hace unas semanas han crecido mucho. Las palomas revolotean alrededor de la casa. Llevo carretillas de aquí para allí, me paro a acariciar a los animales. Sigo. Me detengo para dejarme mojar y mojar, empapar por la lluvia que moja, que purifica, que limpia, que da vida a lo que ya está muerto para transformarlo en algo hermoso y bello. La ropa pesa por el agua y la carretilla pesa por el barro. Pero luego me cambio y me siento ligero. Mi corazón está libre de dolores pesados, eso sí, está lleno de dolores hermosos, de amigos perdidos, de primaveras constantes.




Julieta Venegas-Me Voy

1 comentario:

Montse dijo...

Precioso yoga para el duelo. Todo está en todo. Genial.

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