miércoles, diciembre 14, 2011

La caña cañera


Permanentemente me piden caña en clase. Una y otra vez explico que el yoga no es caña, o no caña. El yoga es yoga, y lo que practicamos es Hatha Yoga o diferentes escuelas de Yoga, y de ahí surgen muchos temas de comprensión que me parecen importantes. Pero que el yoga es mucho más que la caña, o que el Hatha Yoga.

El termino caña me parece grosero. A mí me atrae lo sutil.

Me he criado en un yoga duro, fuerte, intenso, sin misericordia. Y durante mucho tiempo,mientras era  alumno, esa fue mi bandera.

 Pero soy una persona curiosa, interesada profundamente en mi trabajo, y me di cuenta, y lo he ido experimentando durante los últimos años, que me interesa el yoga por multitud de razones; entre las más importantes porque me llena de corazón, de sentir, de vida, de vivir despierto, de darme mayor comprensión . De ello ya hemos hablado varias veces en el blog. Y como profesor transmito lo que siento, y de acuerdo a como voy profundizando en el yoga, así lo muestro en las clases, en los cursos, o retiros.

El yoga implica una actitud ante la asana, es una actitud de entrega, de unión, de estar en ti, de no dejarte llevar por un ego que quiere más, implica la humildad de lo sagrado en tu esterilla, en un centro, centrado, en una calma, que fluye. Y a veces cuando de un modo inconsciente me piden tanta caña, se cae en ello, en alimentar algo que no es. Es como perderse en la forma de la asana. Ese camino lleva a un bosque donde hay mayor dificultad para ver la luz.

Si la asana es una metafora¡¡¡¡

Prefiero dar una clase intensa con buenas dosis de lo sutil, que implique que cada célula de la piel participa de un modo lleno e inteligente sin perderse en un sudor fatuo.

Llevamos años trabajando bien en los diferentes grupos, estoy muy contento. Y entiendo que esta sociedad voraz exiga un yoga voraz. Uno es fuego cuando hace falta fuego, pero el arcoíris tiene infinidad de colores. Y nuestro entorno exige cadáveres, pero el yoga no crea muertos, al revés, los resucita. No cabe la prisa, ni ningún fuego que devora. En todo caso un fuego que quema las impurezas, siendo conscientes de ello.

A mí me gusta tener preparadas mis clases, mis meses, mis años, mis trienios, y avanzo inexorable, sin pausa, y permanentemente voy añadiendo todo aquello que muta en lo que soy y que veo adecuado para los alumnos. Y me gusta que la clase tenga un sentido, que lleve una dirección, que sea un escalonado que nos lleve a un lugar nuevo donde pueda descubrir algo que hay en nosotros.

A veces como un golpe zen, subo  el nivel de intensidad, y todo se recoloca, incluso aquellos egos que se elevaron, pero incluso así, la clase sigue teniendo un sentido. No es un juego acrobático o de olores. Y así entiendo que el concepto o la proyección se desmenuzan, pues la realidad, la única realidad es el sentir, y para ello uno ha de estar presente, y si sudas, hazlo sintiendo, y luego elige el camino que desees.

Prefiero sentir el yoga en ti y decírtelo porque el verte y sentirte  alimenta mi felicidad.

Down In Mississippi - Mavis Staples 

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tuviera que expresar qué me une inexorablemente al Yoga no sabría cómo hacerlo con palabras, como casi nada profundo. Mi primer contacto fue hace tanto tiempo, que a veces creo que aquella era realmente otra persona, ya no la que soy ahora. Me desvinculé, lo dejé a un lado, como tantas otras cosas, en busca del “Edén”...o de un Oasis... tal vez un espejismo. Pero la necesidad me arrastró inevitablemente a él diez años después como modo de superación de lo que es insuperable, al menos, para mí.
Mis conocimientos sobre Yoga son, pues, escasos, de mera alumna con apenas dos años de actividad: primero en Kundalini y después en Hatha. Y en mi frugal experiencia he de reconocer que lo que me aportaba el Kundalini no era comparable a lo que me obtenía a través del Hatha; y no creo que la diferencia se cifre en que sea más o menos “cañero”, sino en lo que una y otra actividad te mueva por dentro.
La expresión “dar caña” es ciertamente malsonante. Como tal locución verbal coloquial puede tener los significados de: recriminar a alguien; de golpearlo y maltratarlo; o de aumentar la velocidad e intensidad de algo, siendo este último el que creo más se ajusta a lo que algunos alumnos/discípulos solicitan del profesor.
Es perfectamente normal que cierto tipo de profesores se sienta a disgusto con esta forma de ejercitar su práctica: «para caña la que ya nos da la vida, para qué añadir más leña al fuego» (por seguir con los juegos de sentido). Y no está falto de razón.
Por otra parte está la intención de unificar criterios, es decir, equipararse al resto de expertos de tu centro de trabajo y contextualizar, de forma que haya cierto equilibrio en cada actividad.
Sin embargo... hago una reflexión. Hoy me acerqué a la Fundación Juan March a uno de esos conciertos de los sábados a las 12 que tanto disfruto...sola... En la sala: gente mayor con abrigos de pieles, foulares de plumas y algún repollo en la cabeza. Otros, algo más decentes... Todos se acercaban a Telemann con deseos diferentes, desde ópticas diversas, pero allí estaban: conscientes más o menos de lo que allí se hacía.
Lo que me movió a levantarme a las 8 de la mañana para llegar a ese concierto un sábado fue la misma cosa que hizo a otro espectador levantarse de despampanante cama turca tal vez en su caserón de Serrano, o Goya y encaminarse enfundada en pieles a la citada Fundación: música. Pero los caminos fueron, son y serán distintos siempre.
Con esto quiero decir que uno no puede pretender ser aceptado por TODOS de igual forma, porque la recepción de un gesto tiene tantas interpretaciones casi como espectadores haya, por citar solo un parámetro. Lo que yo siento con esta forma de Yoga, Hatha, es la cercanía de la superación de lo que no puedo superar de ningún modo. Si a esto le llaman ‘alimentar el fuego’, el resto de la jornada debo estar en el polo Norte, digámoslo así... Siento que me ayuda la técnica para “soportar” ciertos tragos del día a día, porque reproduzco esquemas de clase, los recuerdo y actúo en consecuencia, respirando ante el stress o la cólera cotidiana. Siento también que me pone a prueba –fiel como la vida misma- y, a pequeña escala, pone sutiles y elegantes baches que me hacen reaccionar. Si he de sentir que me guste el Hatha yoga, está bien: lo siento. Pero no puedo evitarlo... lo necesito.

Carlos Serratacó dijo...

Hola, muchas gracias por escribir, y me alegro de tu participación, de tus comentarios y de tus sentires con respecto al yoga. Cuando voy a Madrid paso también por la Fundación para oir música.

con respecto a las clases, supongo que fue un artículo que surgió tras muchos años de escuchar lo mismo "¿hoy no has dado mucha caña?" "la clase ha sido buena, has sido muy cañera"...etc, simplemente me sorprende a veces, y me sorprende más en los alumnos veteranos que sigamos con estas cosas, y bueno el blog no deja de ser una experiencia íntima que hago pública, y a veces uno se siente un poquitito frustrado, pero no pasa nada. Es bonito expresarse e intentar explicarlo, eso no quita que les entienda unas veces y otras no. Lo importante es que todos compartimos algo muy hermoso, un sentir, un estado de ser que se crea en las clases. besos y gracias

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