La
sacralidad de lo cotidiano
"Nuestra vida,
¿a qué se puede comparar?
A la gota de rocío
que salta del pico del ave acuática,
en la que se refleja la luna"
Maestro Dogen
Ahora que ha
llegado la primavera y la vida renace en luz, me gustaría hablar de la
sacralidad.
La
sacralidad es una relación que se crea entre lo íntimo de uno con lo sagrado o
con la divinidad, yo diría que con la vida.
Cuando
practicamos yoga, donde lo habitual es empezar mediante posturas o con asanas,
ocurren muchas situaciones que a lo largo de estos años he ido contando en los
artículos del blog.
Los alumnos y
las alumnas se encuentran en silencio realizando posturas, asanas o gestos, los
practican en dinámico o mantienen una estática, y los gestos se encuentran
ligados en un lenguaje ancestral, diría que mítico.
Se ha de
usar la atención y las diferentes partes del cuerpo para crear las figuras.
Acabada la clase, algo increíble ha sucedido. Uno se dice: "me encuentro bien, me siento a gusto, como
si algo hubiera encajado dentro de mí".
Las
sucesivas clases nos van enseñando a "encajarnos" en la postura, a
estar más cómodos, a disfrutar.
En realidad,
ocurren tantas cosas... Ligándolo un poco con el denso artículo de ayer, ocurre
algo muy bonito: cada vez me voy percibiendo sin tantas "impurezas",
sin tantas "capas", como si fueran cayendo trajes, en un viaje que
uno desconoce sobre uno mismo pero que nos hace sentir bien. El alumno o la alumna
se va percibiendo de otro modo y, como decíamos, eso va unido a que su realidad
o mundo. La percepción de todo ello cambia hacia algo mejor, hacia un
equilibrio saludable.
Todo ello
nos aporta nutrientes físicos, emocionales, mentales, espirituales y, por eso,
nos aporta una salud que sentimos claramente.
Al estar en
las sucesivas clases con actitud atenta y constante, nuestro cuerpo, nuestra persona son percibidos
con atención, con una atención unificada, como si desde lo más recóndito de
nosotros -hablo de células, de huesos, de músculos, de piel, de órganos, de
mente- fueran adquiriendo "vida", yo diría que Inteligencia
Primigenia.
Y ese
despertar de todo lo que es uno, que nace de algo en apariencia tan simple como
una postura de yoga, es algo mágico, divino, es vida plena.
Vivir como
ser humano en esta tierra tan bella sintiéndote vivo y dichoso de sentir la
vida nos da una mirada única hacia nosotros mismos y hacia la vida que nos
empapa.
La primavera
ha llegado, nacen los brotes de las hojas para refulgir, las flores eclosionan,
los niños juegan en las calles, las familias pasean, los pájaros se persiguen
en el aire entre cantos para amarse, el sol, mis pisadas lentas ante tanta
belleza.
La vida que
me rodea es sagrada, despertarme es sagrado, coger un trozo de pan y desmigarlo
es sagrado, tocarte mirándote es sagrado, reír con mi hija es sagrado, escribir
en estos momentos es sagrado, si mis ojos se enturbian de llanto, es sagrado.
Entonces lo
que es mi vida diaria, mi vida cotidiana, mi día a día adquiere un sentido
especial, íntimo, porque son únicos al rebosar vida y estar rodeado de vida, y
sentir eso, a mi parecer, es una situación profundamente mágica, sagrada y
divina.
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
No hay comentarios:
Publicar un comentario