Desde que Alba nació le pongo la música que me gusta.
Está claro que me gusta el soul, me chifla, y a ella también, y ese ritmo que
nace del alma y del quejío de los descendientes de las personas que llegaron a
América como esclavos; su canto, su blues, su soul lo lleva en el cuerpo; sí,
mi hija tiene swing.
Aquí, en Andalucía, donde vivo desde hace tantos
años, soy feliz, y amo su cultura, que es rica y soleada, así que hoy la nena
se ha vestido de flamenca y nos vamos a las Cruces de Mayo de un barrio de
Huelva. Llegamos una hora antes del espectáculo, y al sol nos ponemos a andar:
ella con su traje blanco floreado de flamenca, yo de blanco lino entero. Para hacer
algo de tiempo vamos a observar hormigas. Llevamos mucho tiempo observándolas,
le voy explicando sus características porque, como decíamos ayer, todos somos
lo mismo y, entendiendo la sustancia que nos da vida, comprendemos mucho de
nosotros y de lo que nos rodea.
Bajamos una rampa; a ambos lados, arena y arbustos. A
mitad de la rampa, unas hormigas corren raudas y veloces.
-Mira, Alba, amor: hormigas.
-Sí, papito, corren mucho.
-Sí, amor, las vamos a llamar las hormigas
nerviosas. Observa cómo mantienen la fila y van rectas. Vamos a buscar el
hormiguero.
-Papá, mira, van hacia allí, pero no veo su
casita.
-Cariño, ¿de qué color es la tierra?
-Es blanca, papá.
-¿Y dónde se encuentra la arena de otro
color?
-Allí, papito.
-¿Por qué?
-La arena es marrón.
-Muy bien, cariño. Han removido la arena. Esa
es su casita, donde guardan la comida, y cuidan los bebitos y tienen sus
huevitos. Vamos a jugar con las hormigas. Busca un palo pequeñito. Vamos a
colocar el palito en medio de la filita e interrumpir su prisa. Mira, se ponen
más nerviosas, histéricas. Aléjate, amor, buscan a quién atacar.
-¿Papá, por qué hacen eso?
-Hija, son de ideas fijas y no tienen pausa. ¿Recuerdas
que hablábamos hace un rato de la paciencia, y te decía lo importante que es?
Si nos sentáramos tranquilamente en una calle con multitud de personas en una gran ciudad, por ejemplo, en la Gran Vía de Madrid, observaríamos características parecidas al juego con el que enseño a Alba el mundo que nos rodea y trato de hacerle comprender su significado.
Como hemos comentado alguna vez, el propio sistema en el cual vivimos busca
homogeneizarnos: esto significa igualar patrones, igualar necesidades, igualar
consumos, igualar miedos, igualar esperanzas, igualar nervios, igualar
neurosis, igualar prisas...
Poco a poco y sin darnos cuenta, ello nos deshumaniza, nos va cubriendo
nuestras principales características como seres humanos, por ejemplo, el amor,
la generosidad, la alegría... valores espirituales que viven en nosotros pero
que la propia sociedad de consumo consume devorándonos y haciéndonos olvidar lo
que somos: seres humanos.
Este es un proceso de deshumanización y automatización donde todo vale y yo,
como profesor de yoga y, sobre todo, como padre, escribo llamando la atención
de todo esto, simplemente porque quizás leyendo estas líneas podamos darnos un
poco de pausa, un poco de calma, un poco de reflexión, un poco de disfrutar sin
prisa de nosotros y de las personas que amamos.
Tomar conciencia de uno y del mundo es eso, es darse pausa y sentir, es
darse pausa y amar, es observar la vida, es comulgar con ella, es decidir tener
tu propio patrón que no tiene por qué coincidir con el de cien mil personas más;
es ser tú y, una vez aprendido eso, puedes ser el otro, pues el otro está en
ti, como tú estás en él.
La palabra yoga significa muchas cosas, por ejemplo, significa
"cambio". Puede ser que me dé cuenta de qué me hace bien para
equilibrarme, y vaya hacia un cambio creando condiciones para ello. Puede
significar "unir los filamentos de la mente" que nos puede querer
decir: pon tu atención en lo que es realmente importante y no te pierdas en
florituras. Puede significar "unión", que podemos aunarlo a verme en
unidad, es decir, no fragmentado en multitud de yoes, y que mi yo central,
real, disfrute de la vida en su totalidad. Podría ser "yugo", donde
van sujetos dos bueyes y yo, como conductor, mantengo la disciplina, la
atención, el amor para conducir mi vida por el camino adecuado.
La vida está ahí y somos parte de ella. Los conceptos, el propio
materialismo nos hace creernos especiales y nos separa de la raíz. Es como entrar en una selva para ir apartando
la maraña para encontrar lo que es realmente importante. Y lo importante se
encuentra ahí dentro, esperando a que le echemos cuenta, esperando que nos
deleitemos con ello.
Experimentemos las hormigas, las aves, un día sin televisión, un día sin
quejas, un día siendo amables, un día amando la esperanza, un día en silencio conmigo
mismo pues ahí nace todo, en la actitud interna hacia nosotros y la vida, y esa
actitud se fortalece cambiando la mirada, la interpretación.
Los frutos son hermosos, probemos.
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Huelva, Mayo de 2017
Huelva, Mayo de 2017