"Lo importante es jugar, papito, no ganar”
Alba
"El vencedor está sembrando odio
porque el perdedor sufre.
Que abandonemos la ganancia y la pérdida
y encontremos la alegría"
Buda
"Todo es Brahma"
Carlos
Un modo de darnos cuenta de que hay una
progresión en nuestra práctica de yoga es que surge el silencio dentro de
nosotros mismos. Ante todo cada uno siente su satya, por tanto, cada uno puede
experimentar el silencio del modo que quiera. A mí me hace gracia que se crea
que el yoga son sólo posturas y que dichas posturas han de ser perfectas. Lo
curioso es que llevo años repitiéndolo; es inútil, la periferia, que llamo, la
convulsión del ego nos lleva una y otra vez hacia la oscuridad. Es mi punto de
vista y, como tal, lo comento en el blog. Para llegar al silencio, hay que
reconocerse y aprender a silenciar lo que haya que silenciar en todos los
estratos. La postura sólo muestra al profesorado que lo sabe vislumbrar el alma
del alumnado, y es su responsabilidad dar las señales que su satya le muestra y
que le señala del modo que vea más conveniente.
Avidya, la ignorancia, es experta en
camuflarse, pues siempre permanece. Que cada uno resquebraje sus corazas y que
cada uno encuentre su silencio.
La realidad en el silencio se encuentra en
lo más hondo y sólo se accede mediante el silencio de la calma. Allí nace todo,
como tal es inabarcable, es horizonte. Yo lo llamo "permanecer en la
estepa"; es una estepa donde todo es horizonte y asentarse es un continuo
trabajo interno, un continuo sadhana.
Para mí el yoga no son posturas, es
espíritu. Para atisbar, hay que ir silenciando la periferia plagada de una
mente caprichosa; unas emociones que nos apegan; unos gestos que nos muestran
cuando lo que digo o hablo no se corresponde con el gesto; es la propia
respiración la que nos habla de nuestro silencio.
La periferia en la convulsión de sus
patrones habituales nos hace creer que estamos sujetos a algo. Es cómodo estar
ahí pero, por otro lado, resulta que la inercia no nos deja ser lo que somos, y
lo que somos no es lo que creemos ser.
El silencio como tal nos da pistas de lo
que somos, pues el único modo de vivir el silencio es profundizar, es hacia
dentro, no tiene nada que ver con el ruido, o con los patrones habituales.
El ruido engaña. Hablo de ruido interno,
de ruido mental, de ruidos que nos impiden vislumbrar el potencial que tenemos
como seres humanos, en la calma y en paz dentro de lo posible.
El silencio es primigenio y te va
empapando. Bucear en la estepa implica hacerlo en plena y absoluta soledad y
eso es jodido. Resulta más fácil todo lo demás.
El silencio nos limpia y nos va
regenerando en el ajuste continuo de ser uno mismo, y ahí se encuentra el
darnos cuenta, pues si nos damos cuenta que siempre giramos en el mismo sentido
dentro de la peonza de la vida, seguimos en la periferia.
Habitualmente pregunto al alumnado: y tú, ¿de
qué te alimentas?
Creo que, si bebemos del silencio, nuestra
mirada va a resultar más fresca y, sobre todo, más real sobre lo que somos como
seres humanos, pues entiendo que por lo menos yo, Carlos, no estoy en la tierra
para dedicar mi tiempo a que me vean y alimentar un espejo perfecto, sino para otra cosa; eso es
periferia, eso es que el espejo donde me miro se encuentra con la niebla de
avidya, por ejemplo.
Hay que educar a domar la distracción,
igual que se cepilla a uno de mis amados burros, en amor.
El yoga se muestra en lo cotidiano, no en
la postura. Resulta absurdo que uno pueda ser profesor de yoga si es incapaz de
verse, y encima tener la supuesta valentía de dar clase. ¿Qué muestro en clase?
¿El espejo, la periferia, el
avidya perpetuo? ¿O muestro la presencia de mi silencio, que no se muestra,
simplemente está, pues surge de dentro sin buscarlo? Resulta esencial la no
meta, la no acción hacia el fruto, pues así no aparece el fruto.
Es importante avanzar desde la periferia
reconociendo los pequeños espacios de silencio para ir progresando, sintiendo
desde mi propia ética interna hacia dónde voy.
Está claro que, aunque dé en este artículo
opiniones personales, eso no es la verdad, cada uno tiene su camino, pues el
camino es plenamente personal y único.
Resulta imposible transmitir al alumnado
el silencio, pero sí cabe señalar vías recorridas. Luego, que cada uno
experimente, pues el silencio es pura experiencia de lucidez. Un buen modo de
darme cuenta es ver si soy capaz de discernir.
El silencio es desprendimiento, es
rendición, y el pretender acumular lo que sea dentro de mí e ir hacia el
silencio es incompatible. Entiendo que la rendición es corazón y amor, y ello,
igualmente, sólo puede ser experimentado por cada uno.
Al silencio, entonces, se va llegando de
modo progresivo, entran en juego todos los factores de mi vida, es decir, cómo
vivo como persona, y ello lo muestra mi karma. Por tanto, es un trabajo arduo.
Como decía, el silencio es primigenio, y
por eso es raíz. Volvemos a la pregunta anterior: ¿cómo me alimento? Y no hablo
de nutrirse de comida, hablo de alimentarse en lo vital: lo que pienso, lo que
siento, cómo actúo, cómo es mi cotidiano.
El silencio no tiene identificación, es
silencio. Según progresamos, uno es desde el silencio y, para ello, aprender a
trascender es importante.