sábado, enero 15, 2022

La mirada de Trueno



"Los vagones eran doce, y nosotros seiscientos cincuenta; en mi vagón éramos sólo cuarenta y cinco, pero era un vagón pequeño. Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies, uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los que no vuelven, aquéllos de los cuales, temblando, y siempre un poco incrédulos, habíamos oído hablar con tanta frecuencia. Exactamente así, punto por punto: vagones de mercancías, cerrados desde el exterior, y dentro hombres, mujeres, niños, comprimidos sin piedad, como mercancías en docenas, en un viaje hacia la nada, en un viaje hacia allá abajo, hacia el fondo. Esta vez, dentro íbamos nosotros" 
Primo Levi-"Si esto es un hombre"


Han pasado bastantes meses desde  que sentado me puse a plasmar alguna líneas. A mi me resulta necesaria una pausa, un silencio, y andar con Trueno, el burro que mira el horizonte  por el bosque o Max, el mastín. He dejado que la vida viva en mí y aquí estoy de nuevo.

También me he dedicado a  observarme en mi evolución, a ir avanzando paso a paso donde ha primado la presencia en el campo y la lectura, y el ir recuperando la salud. El aire frío de estos días me infunde una alegría de vida, el propio quehacer de generar calor preparando la leña, o atendiendo a mis compañeros los animales, o profundizando en la casa o creando vida removiendo la tierra, las semillas. Lo cierto que ello es una alegoría de lo interno, de mis propias semillas que van floreciendo pues pongo atención en regarlas.

El silencio me ha acompañado mucho, un silencio sanador que se ha convertido en un espacio indispensable. Resulta curioso muchas veces observar el propio ruido interno y externo desde ese lugar calmado. No verse arrastrado ni deslumbrarse ante el propio ruido de uno. Es tan cansado estar dando lustre todo el día a los zapatos, para que brillen y estén perfectos, que el estar conmigo resulta suficiente. 

Me comparto poco, con mi hija y unas pocas buenas personas, disfruto de lo real sin verme sometido a lo impuesto en la ficción de lo digital o de modas sociales, y me sigo ensuciando con mierda de burro, me gusta su olor en el pajar y el trinchar la paja colocándola en el pesebre.

Por la zona donde vivo, antes llena de parcelas y casas deshabitadas, ahora paredes con pintura nueva y las alambradas relucientes, todo ello derivado del miedo a la pandemia. Por la noche más luces artificiales se ven en la profundidad de la oscuridad.

Las estrellas siguen ahí cuando levanto la vista, un cielo inmensamente poblado de estrellas, resulta tan extremadamente abrumador y embriagador que uno se pregunta sobre su propia pequeñez.

Pero allá abajo en el fondo de ese silencio estrellado me sigo haciendo preguntas:

¿Qué sentirá un bebe al ir con su madre en una barcaza en un mar tempestuoso y frío hacinado y tiritando?
¿En qué lugar del periódico o noticiario tendrá su pequeño espacio? ¿Tienen existencia real o son lo"acostumbrado pasajero"? ¿Cómo hay tanto egoísmo que no se da la mano al otro, sino que se le culpabiliza de ser otro? ¿Porqué da nauseas oír a los políticos manipulando las emociones de las personas? ¿Es tan fácil dejarse convencer? ¿Es real tanta fiesta de consumo hedonista o el hecho de ser personas nos da para algo más? 

El otro día me corte con un alambre de espino, tarde bastante en cortar la hemorragia, me vino entonces esas fronteras trazadas con hierros que desgarran y con porras que golpean. Que pasa el tiempo y muchas situaciones se repiten edulcoradas, pero desde un mismo fondo tenebroso.

Inmerso muchos años en tratar de acompañar una sensibilidad, siento con dicha el camino que hemos andado tantos, y que sigamos en pie, andando. Gracias



 Commodores-"Easy"

viernes, marzo 26, 2021

Algunas condiciones para la presencia del silencio

 

"Spiritus ubi vult spirat: et vocem ejus audis sed nescis unde veniat, aut quo vadat: sic est omnis qui natus est ex spiritu".

"El espíritu donde quiere sopla: y oyes su voz, más no sabes de dónde viene, ni a dónde va: así es todo aquel que es nacido del espíritu".

San Juan III/8

El silencio nos compete, aunque la tónica general sea el ruido y nos hayamos acostumbrado a dicha fragmentación. Esta es un modo muy sutil de control y alienación del ser humano, pero, como hemos comentado alguna vez, sin ese ruido uno no se plantearía cómo ir haciendo camino hacia otra situación, y en ese andar uno se va dando cuenta de que el silencio es simiente de libertad, de descubrimiento de uno mismo y de amor a la vida, que crea un diálogo enternecedor con el corazón. Y la paradoja es que ese silencio, que sólo puede nacer en la soledad de uno mismo, nos hace levantar la mirada y colocar nuestro corazón en las manos y ofrecerlo, nos ayuda a ver y sentir nuestros egoísmos, y en su abrazo acoger al otro. El silencio es inefable y el tratar de expresarlo es como pretender sujetar un pez en el agua, pero creo importante intentar hablar un poco de ello, por lo menos intentarlo. Hablar brevemente nos puede ayudar a sentirlo.

Creo que, si estamos animados y dispuestos a ponernos a andar hacia un estado de silencio, podemos generar condiciones que nos ayuden a que aparezca dicho silencio. Hay que decir que la propia constancia de su aparición permite en un momento dado que el silencio ya nos habite. Es una conciencia o foco más profundo ligado al propio misterio de la vida, que todo lo une en una savia común.

El silencio no se encuentra en la periferia de la conciencia, hemos de profundizar en nosotros mismos con constancia, por lo que hemos de ahondar en nuestra propia conciencia en dirección a la fuente, que es el propio silencio. Resulta indispensable ser conscientes de que es un continuo caer y levantarse, por lo que hay que tener fe y confianza, y aunque uno desfallezca, volver a la senda del andar.

Uno ha de hacerse preguntas sobre uno mismo y sobre su periplo en el mundo, pues es importante tener claro de lo que uno se quiere vaciar; hay que vaciarse y desvestirse, y quitarse ropajes y acumulaciones. Por ejemplo, habitualmente nos pueblan multitud de yoes, y claro, si me pregunto quién soy... ¿qué respondería? Lo cierto es que uno es cuanto más vacío es, pues para vivir, solo con el siendo, es suficiente. En la vida vamos acumulando tantas cosas y personalidades que todo ello lo podríamos denominar ruido, y ya cada uno ha de encontrar la senda que le lleve a ir quitando ruidos y personajes de modo que logre tomar contacto con mayor asiduidad con su yo real.

Resulta importante preguntarnos cuáles son nuestros valores, pues son unos buenos pilares para ese alumbrar de silencio en estos inicios. Según vayamos caminando, dichos valores irán adquiriendo, igual que nuestra conciencia, una mayor profundidad y nos irán iluminando en el bosque de nosotros mismos. 

Igualmente creo muy importante aprender a vivenciar el cuerpo, a sentirlo y, en este aspecto, resulta importante el trabajo postural en yoga que nos lleve a la calma, a la pausa, y que ello nos permita sentir el cuerpo con claridad, paso a paso, sin prisa, donde la mente también haya aprendido su comunión con el cuerpo. Aquí se generan momentos de silencio, atisbos que ya en el cotidiano nos sirven de referencia para saber lo que nos lleva a un lugar o a otro. El yoga postural nos ayuda mucho a saber cuál es nuestro equilibrio, nuestro centro de escucha, y para la vida diaria es muy útil para darnos cuenta qué nos desequilibra, para volver así a sentir dicho equilibrio con los ajustes necesarios, generando situaciones de pausa y, por tanto, dándonos espacio para sentir el silencio. 

Meditar creo que también nos ayudaría mucho, es otro aspecto del yoga, que suele ser el gran olvidado y que, sin embargo, según la tradición, era al estado al que había que llegar para verse a uno mismo. Así, por ejemplo, un trabajo postural tendría un buen fin si el sistema nervioso ya apaciguado, la respiración ya calmada, nos permitiera sentarnos a meditar. El ser capaces de sentarnos una vez al día de un modo constante nos ayuda mucho al vaciado del que hablábamos al inicio.

Es una vida sencilla la que también nos ayuda a degustar el silencio, una vida donde no nos compliquemos mucho la existencia por demostrarnos, ni por ser, ni por tener; donde seamos capaces de conformarnos con poco, y donde sepamos apreciar ese poco. Tanto apresuramiento desgasta nuestra existencia en situaciones vacuas, de ahí que sea necesaria una continua reflexión para no dispersarnos sin sentido.

El silencio, entonces, va apareciendo con una mayor asiduidad en nuestra vida, y ese silencio no tan poblado de ruidos nos va mostrando un corazón con claridad, un corazón ancho, y es entonces cuando el viento nos habla de determinada manera, y el espíritu nos susurra un momento, antes de perderse de nuevo en el horizonte. Nos sentiremos vulnerables y frágiles, y ello es una extraordinaria señal de que la fortaleza del silencio vive ya en nosotros.


Las Hijas del Sol- "Ikope ye Tollo" (Los pájaros están dormidos)

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Asociación Onubense de Yoga

Escuela de Yoga y Conciencia

Huelva, Marzo 2021




 

 

 

 

martes, febrero 02, 2021

Una ética del vivir

 

"En la práctica espiritual solo hay dos cosas: te sientas y barres el jardín. No importa lo grande que sea el jardín". Dicho Zen

 

Desde que era un chaval me ha llamado la atención la ética. En la carrera una de las asignaturas que más me gustó fue Ética y Deontología, sobre todo, porque el profesor era una persona completamente atípica y enloquecida, y su discurso penetrante y curiosamente certero hicieron indagar en mí. A la par, la lectura de los clásicos me hicieron sentir el asombro de sus planteamientos, su claridad. Eso fue hace muchos años.

Con el yoga, en mi despertar de conciencia, he podido seguir haciéndome preguntas y, por ejemplo, he profundizado en el estudio de la virtud cristiana y en el budismo, sobre todo, bajo el punto de esa ética común. Con ello, he podido abrir nuevas vías de reflexión, seguir ahondando en posibles respuestas y en abrir nuevas dudas, y quizás alguna certeza.

Son tiempos convulsos, y son esas épocas de la historia en las que es importante practicar de facto una ética, un saber estar, y para ello resulta esencial mantener viva una conciencia que se exprese y actúe en consecuencia con ello.

Dentro del yoga hay de todo, como en la vida, pero creo que el alumnado que se inicia en estos lares ha de ser consciente de que la semilla que nace de su práctica nos ha de mostrar nuestras contradicciones, nuestras densidades, pues desde esa misma claridad que nace de la conciencia podemos ver dichas disparidades y direccionar adecuadamente.

Es decir, creo firmemente que el yoga nos ayuda a andar hacia un ser humano más completo, y me atrevo a decir, y no con la boca pequeña, hacia un ser humano con mayores cualidades espirituales, donde podemos poner en práctica una ética del vivir.

Es decir, no creo en el "todo vale", tampoco creo que "el éxito en la codicia significa que uno sea mejor persona", es decir, no creo en muchos de los parámetros existentes, que como es normal también empapan el yoga, pues el yoga es vida, y en la vida existen esos egoísmos.

De la conciencia nace una ética viva, y si no está viva, está muerta, y si está muerta pues mi recomendación es que ello nos tiene que llevar a una reflexión en la acción.

Creo en la responsabilidad de ser profesor, también creo en la responsabilidad del alumnado, igual que creo en la responsabilidad de ser humano.

Soy de los que tienen fe en la vida, que siente dicha y contento del vivir, que aprecia la belleza insondable del vivir y que con estas letras sencillamente pretendo decir que es ahora cuando toca tener el coraje de ser, y que dicho ser ha de apoyarse en una ética en la acción del vivir.


The Temptations-"Masterpiece"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Escuela de Yoga y Conciencia

Asociación Onubense de Yoga

Huelva, febrero 2021


domingo, enero 17, 2021

La dispersión hacia la continuidad o la unidad en yoga

 


Soy de la opinión de que una forma de dominio entre seres humanos es mantenerlos distraídos, es decir, cuanto menos estén en ellos mismos y más en las distracciones imperantes e impuestas, mayor beneficio para terceros bajo la modalidad de poder que sea. 

El yoga nos permite vernos y, si me veo, me doy cuenta de mí estando en mí, y desde ahí decido estar distraído o no. Hay una fuerza integradora que he nombrado más de una vez, y dicho caudal unitario se encuentra si uno se mantiene en la vía del yoga  de lo interno. Y ello es lo que señala el andar hacia la unidad, evitando demasiadas distracciones.

Pero, ¿qué son las distracciones bajo el supuesto que planteo? Por ejemplo, una gran mentira es que tenemos que "estar conectados". Para ello todo ha de ser e-inteligente y en red: el móvil, la televisión, la aspiradora, la mascota... las relaciones... cualquier cosa o situación. Sencillamente no es cierto. Nada más, no creo necesario dar demasiadas explicaciones. Es sencillo de entender, la vida no es una pantalla, aunque queramos cubrir nuestros huecos con ellas. 

La vida es para vivirla y tapar los huecos crea quesos gruyeres que se acaban descomponiendo.

Permanecer pendiente de ello, de una pantalla, es el gran pelotazo de la distracción y del dominio social. Es un simple ejemplo.

Creo que el yoga camina hacia liberarnos, de capas de caspa, o podemos llamarle capas de cebolla, o capas de realidad impuestas, y es un camino bello el ir transformando dichas capas e ir abriendo espacios en nosotros menos manidos, menos esclavos, más libres para apreciar la vida en su plenitud.

Por tanto, un buen modo de ampliar nuestro recorrido en yoga es saber apreciar y sentir qué es sentir la unidad, el yoga en nosotros, y ver qué nos distrae. Es un camino interminable pero esclarecedor. Además, esa fortaleza integradora va diseccionando cada vez con mayor facilidad lo superfluo y, en su presente continuo, va creando y discerniendo. Es decir, algo en nosotros nos va a ir diciendo los pasos, nos va a ayudar a volver a levantarnos al caer y nos va a traer la enseñanza, el aprendizaje, la dicha.

Creo necesario estar muy presente en tierra aprendiendo a entregarse en presente a la vida en real, evitando pantallas y tanta proyección.

Recordemos que el yoga ha de llevarnos hacia que nuestra vida sea más sencilla y menos protagonista. Ese es el modo de poder mirar de frente y que nuestra mirada abarque una panorámica de mayor amplitud desde lo cercano de ser nosotros, vivos, no distraídos.


El último de la fila- "Como un burro amarrado en la puerta del baile"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Escuela de Yoga y Conciencia

Asociación Onubense de Yoga

Enero, 2021

jueves, diciembre 03, 2020

La fuerza integradora o la conciencia que suma


 

 "Son pequeños actos sencillos, insignificantes de por sí. Abiertos a la creación, sin huidas, sin cargas, sin proyecciones. Sólo son y participan, y su suma es la fuerza integradora". Carlos

Muchas veces levanto la vista y las nubes están tan cerca, aquí en Beas, que siento que mi ser se disuelve  entre ellas.  Otras veces, camino de casa, en el coche, cuando la pequeña carreterilla finaliza y empieza la pista de tierra, abro las ventanillas para sentir el aire y que el olor del bosque me inunde. Siento que así mutuamente nos damos la bienvenida.

Ahora, en estos días, cuando la noche llega sobre las seis y media, pues el sol ya se está guardando, siento el frío en la piel; es un frío vivo que me penetra y también me hace feliz. Muchas veces tardo en abrigarme y me quedo mirando la noche, la aparición de las estrellas y su luminosidad, y si sigo mirando sobre las ocho y algo, allá, en el horizonte va saliendo la luna. Su luz mágica y femenina, su redondez; es una diosa la que me mira, la diosa luna. Según va menguando o creciendo con el paso de los días, los contornos de la noche van cambiando, y salgo andar con esa luz, y también cuando no hay luz, en la noche oscura con paso silencioso, respirando plenamente el regalo de la soledad de los caminos, el regalo de pisar como antaño, apaciblemente, sencillamente, inmerso en la magia de ser.

Al mirar y sentir la noche, me siento pequeño ante la inmensidad de la vida y es una sensación plena, el formar parte y que nos compartamos. Hay un silencio profundo con ladridos a lo lejos, algún grito de lechuza y, a veces, el aleteo de un par de murciélagos que juegan en el aire y tocan el agua de la alberca en ese aleteo eterno. La humedad es profunda. ¡La tierra ha agradecido tanto estas lluvias! Han sido demasiados meses sin agua, sin una brizna de hierba, ni una sola, que hacía que las gallinas se subieran a los árboles para comerse las hojas, y ahora esta humedad fértil ha llenado los prados de una gama de verdes, y la tierra y las aves y el burro agradecemos el agua como generadora de vida.

Suelo dedicar varios momentos del día a pequeñas labores como ir recogiendo por tamaños y densidades tallos o troncos secos de los arbustos y de los árboles que voy guardando en cajas de fruta vacía que he recogido de la basura. Es algo que me encanta, andar entre los árboles que rodean la casa y apaciblemente recoger la leña que luego me va a calentar, y que después en cenizas devolveré al bosque. Escuchar la tierra, escuchar. No me hace falta matar ni dominar al árbol, ni al bosque, sólo recojo con atención lo que me trae.

En casa coloco un pequeño banquito de meditación frente a la chimenea y, cuidadosa y amorosamente, voy colocando, de acuerdo a su capacidad de combustión, los tallos, las ramas, los pequeños palos algo más gruesos, y los troncos, y en su base unos papeles arrugados y trozos de cartón que he ido reciclando. Una sola cerilla enciende el fuego. El dios fuego que me calienta y otras veces me ayuda a preparar la comida. Me quedo mirando, oyendo, como oigo la noche y la tierra centrado en la dicha de la vida.

Esta madrugada, todavía de noche, los gallos cantaban, y al levantarme de la cama, me acerqué a la chimenea. Quedaba un leño convertido todavía en unas pocas brasas naranjas. Salí al porche y el día empezaba a despertar. Recogí de una de las cajas de fruta unas ramas que eché a las brasas. Poco a poco empezaron a arder. Entonces, agradecí al día sonriendo, y me encontraba tan pleno que dediqué unos pequeños bailes al fuego, movimientos lentos de felicidad.

Inbal Segev- Bach "Cello suite nº1 en g mayor: prelude

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, diciembre 2020

miércoles, noviembre 04, 2020

La escucha en yoga

 

"Tenemos lo que buscamos. No tenemos que correr tras ello. Estuvo allí desde siempre y si le damos tiempo se revelará en nosotros".

Thomas Merton

La escucha en yoga plantea en un inicio que disponemos de una mayor capacidad de percepción. La pregunta es cómo educarnos para disponer de dicha cualidad, y desde ahí observar los cambios de interpretación de la realidad imperante.

La herramienta principal es la atención, que es como un foco que nace de lo íntimo. Habitualmente nos iniciaremos en yoga practicando posturas o meditando; ambas opciones nos van a ayudar a iniciarnos en la escucha mediante la atención.

Ante todo es importante comentar que uno se escucha a uno mismo, y eso podemos denominarlo sí mismo. Eso que mira y escucha siempre ha estado en nosotros, digamos, entonces, que al usar la atención bajo determinados parámetros se abre dicha capacidad.

Si practicamos una postura, ya sea en dinámico o en estático, uno ha de poner atención a lo que realiza el cuerpo, es decir, focalizamos la mente hacia la postura en sí. Este sería un buen paso importante, aprender a vernos en postura y aprender a ir ajustándonos para estar cómodos, y encontrar un punto medio entre un excesivo tono o demasiado abandono.

Al poner el foco en nosotros, ya está ocurriendo algo mágico, a mi entender, y ello es que no me encuentro distraído. Estar distraído en la vida es lo más común, implica no vivirse en uno, sino estar más bien en automático. Entonces, ese foco que se centra en postura nos permite sentirnos, y ese sentir, según progresemos en la práctica, se va a ir ampliando. ¿Qué quiero decir con sentir? Quiero decir que hemos de darnos cuenta de lo que hacen mis pies, mis piernas, mi pelvis, mi espalda, mi tórax, mi cabeza, mis brazos; es decir, aprender a sentir el cuerpo en estos inicios, que es el gran olvidado, pues vivimos con él, pero si lo reflexionamos no le echamos mucha cuenta, pues estamos distraídos en nuestra mente, habitualmente en demasiadas ficciones que no son el aquí y el ahora.

Podemos decir entonces que, si mi mente en atención sienten mi cuerpo y ambos en conjunción se sienten en presente, hay una escucha que es un determinado sentir, por ejemplo, de esa postura que estoy realizando.

Nos puede pasar que estemos en postura y la mente automática nos diga prácticamente sin darnos cuenta: : "No llego, que no llego, voy a forzar para llegar, pues seré bueno y el mejor si lo hago así". Estoy exagerando, pero esta frase o cualquier otra que nos distraiga de lo principal nos aleja del foco y nos descentra y, si he usado dicho ejemplo, es para comentar que hay una mente ligada a la alienación social que nos dice que seremos mejores exigiéndonos. Bien, creo que ello es "ruido".

Repasemos los conceptos en una dicotomía básica: una mente o foco centrado y el ruido. Ampliemos un poco la terminología de ruido: lo entiendo como aquello que nos aleja de nosotros, o aquello que no nos deja vernos, o aquello que, si no existiera, no nos permitiría sentir ni darnos cuenta. Atención centrada y ruido se complementan y se alimentan a ellos mismos, pues uno no existiría sin el otro. Pero a nosotros nos interesa fortalecer la escucha, así nos va a ser más fácil visualizar internamente el ruido y ajustarnos permanentemente para mantener el campo de escucha.

Si en nuestra practica de yoga vamos sintiendo la escucha, entra en juego nuestro pequeño corazón, y si esa escucha se amplifica, nuestro corazón también. Ello es una buena señal para ser conscientes.

De este modo, en nuestros inicios de práctica podemos trabajar lo que propongo. La escucha nos va mostrando una capacidad de percepción más real en la que, si hay corazón, no hay tanto egoísmo, y nos ayuda a disponer de una mirada hacia la belleza de la vida, en sus pequeños detalles. Dicha cualidad va transformándonos, y es una transformación real en la cual no hay marcha atrás.


Michael Kiwanuca-"Cold little heart"

 

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Asociación Onubense de Yoga

Escuela de Yoga y Conciencia

Huelva Noviembre 2020



miércoles, julio 22, 2020

El yoga del recogimiento


"Entonces el bandolero Angulimala habló al Bienaventurado en verso:
Mientras tú caminas, asceta, me dices que ya has parado, y estando yo parado, me dices que no lo estoy.
Te pregunto por el significado, asceta:
¿porqué tú estás parado y yo no?

Majjhima Nikaya, Los Sermones Medios del Buddha



De las diferentes acepciones o significados que tiene la palabra recoger, me gustaría comentar la siguiente:

"Hacer la recolección de los frutos, coger la cosecha".

La práctica del yoga es la puesta en marcha, en camino, de la filosofía profunda vital.  En la puesta en acción mediante el yoga tenemos un marco básico para poner en uso nuestro cotidiano diario, y nos daremos cuenta de que en nuestra personal progresión van surgiendo flores o frutos. Lo interesante es su continua renovación de puesta al día, la atención viva a los ajustes, el desapego del resultado siendo conscientes del fruto.

Dentro de nuestra progresión dentro del yoga hay un aspecto muy importante: la capacidad de recogerse, donde nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu, recogidos y abiertos, se sienten entregados a la vida, con confianza, en una entrega a la tierra, en humildad hacia la creación. Podemos decir que una sensación de ello es que no eres el eje, sino que comulgas con el eje. Ello te permite sentir tu fragilidad, la fortaleza de la fragilidad, pues es una fuerza profunda que se puede romper en cualquier momento, pero la entrega a ello te va sanando como persona, y te permite ver más allá de ti en acompañamiento. La vida y uno mismo, o sencillamente la vida como latido común.

Por ello, cuando iniciemos la propia práctica del yoga, que generalmente se realiza mediante el yoga físico (el hatha yoga, es decir, el trabajo postural mediante las asanas), hemos de sembrar una semilla de atención hacia el recogimiento. Allí una atención viva en nosotros se entrega y se disuelven nuestros territorios y defensas, nuestra máscara. Lo que planteo es que el camino, a  mi entender, no es hacia el empoderamiento de mis capacidades físicas, creo que ahí caemos confundidos en los aspectos básicos. Creo que la postura, como simbología iniciática hacia el misterio de uno mismo, nos ha de "permitir estar en uno mismo en determinadas condiciones". Entre dichas condiciones ha de figurar el recogimiento, estar conmigo en escucha sin meta con la percepción clara de estar con uno en comunión.

Un buen modo es darme cuenta de cuándo me empodero, y mediante la práctica personal ir desestructurando los armazones a los cuales nos agarramos en tensión o no, es decir, aprender a sentir con el cuerpo la no lucha, e ir ampliando la atención hacia una calma amplia y profunda. Las posturas nos trabajan a nivel íntimo aspectos corporales, respiratorios, emocionales y espirituales. Si de por sí vivo en una sociedad revuelta en las propias exigencias convulsivas, resulta importante experienciarlas, para así introducir en nuestra práctica momentos de pausa, de visión, de calma, de recogimiento; introducir la otra mirada. Es decir, no buscar lo que ya me dan mediante inserción social de comportamiento, sino perderse en uno buscando lo que es uno.

Uno puede practicar una propia dinámica postural de yoga, digamos, díficil, pero si la atención tiene una visión en la que la exigencia no se encuentra en nosotros clara o camufladamente, el fruto puede profundizar y mostrarnos otras aperturas. Es decir, nace la cosecha. El simple acto de sentarse en recogimiento o arrodillarse en la esterilla, ya es fruto y cosecha.

Pausa para el recogimiento es lo que planteo. Un sencillo arrodillarse, la cabeza ligeramente baja con las manos recogidas en cuenco apoyadas a pie de abdomen. Un sentir la respiración. El permanecer en uno respirando. Una vez todo ello es consciente, subir los brazos inspirando y entregarse a la tierra bajando lentamente mientras expulso el aire. Reiterar, y en cada bajada agradecer, agradecer la lentitud de ser en ese momento algo diferente a lo habitual, agradecer a la vida, a la nube, al sol, a la luna. Pedir comprensión hacia los momentos que vivimos.

De noche, según van apareciendo las tonalidades azuladas del amanecer, agradecer desde el recogimiento de ser no eso o aquello, sino lo que es uno en ese instante.

Atardece y el rito de la entrega a la fragilidad desde el recogimiento nos recuerda lo íntimo y lo plural de la vida:

"Tierra hermosa, tierra herida, tierra plagada de esperanza, tierra árida y fértil, tierra..."

Del centro del pecho, del corazón, nacerán las palabras cargadas de significado, vivas, abiertas, expansivas, dulces y entonces viviré in situ el estado de yoga, uno de sus frutos, y entonces iré comprendiendo lo que cosecho en mi diario en la sencilla postura de estar recogido arrodillado como pauta y pausa de escucha, y presentarme en postración ante la esterilla desnuda, entregando mi ego-ísmo y ofreciéndome a participar.

Erykah Badu-"Annie Dont Wear No Panties"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, Julio 2020

sábado, junio 20, 2020

Pistas para progresar en el yoga del día a día


"Por mi parte, mi vocación incluye fidelidad a todo lo que es espiritual, noble, delicado y profundo. Esto lo mantendré vivo en mí mismo y se lo comunicaré a todo aquel que sea capaz de recibirlo".
Thomas Merton

"Pasividad es cuando permaneces tal como eres y recibes lo que viene de afuera. No depende de si uno se mueve o se siente estático".

" Lo que proviene del plano espiritual son experiencias del divino, por ejemplo, la experiencia de ser en todas partes del divino en todo".
Sri Aurobindo y la Madre 

Antecede a estas letras una fotografía: un olivo asomándose a una alberca y entre ambos una silla de madera vacía.  Vamos a comentar simbólicamente la imagen, a modo de ficción, para comprender un poquito más algunos aspectos del yoga.

El olivo podría significar la calma; difícil de conseguir, difícil que quede asentada, difícil de reconocer y difícil de encontrarle un sentido enriquecedor. Por tanto, un paso muy bonito es empezar  a sentir la calma en uno y empezar a generar condiciones para no distraernos de ella. Es ahí donde es importante darnos cuenta de que la calma no viene de afuera, es decir, ya habita en nosotros, solo hay que enseñarla a asomarse. 

Hemos de recordar que sentir la calma no presupone que la vida de uno sea de una calma chicha. Diría que es importante aprender que la propia vida, con sus situaciones de diversa índole, no te devore, de modo que se te "olvide" tu estado de calma. Es la propia vida en su infinita riqueza la que nos ofrece la oportunidad de fortalecer la propia dimensión de calma. Pues, aunque uno quiera escapar muchas veces de la vida, distrayéndose, la vida, sencillamente, discurre. Quiero decir que el yoga no hemos de limitarlo a una esterilla, a una determinada asana o postura, o a meditar. Un paso de profundización sería, por ejemplo, experienciar dicha calma, de forma que nuestro actuar, nuestro pensar y nuestro sentir vayan comulgando cada día en una dirección, por ejemplo, de calma, y de modo que las propias situaciones de vida las veamos como oportunidades para crecer como seres humanos, no hacia el consumo egoico de uno mismo, sino hacia una apertura que nuestro propio yoga particular nos va a ir señalando. Luego lo que puede ocurrir es que la esterilla, la postura y la meditación, bajo unas condiciones de calma vital, sean cargas de profundidad hacia el espíritu, y recuerdo permanente de nuestra fragilidad y del amor a la vida, a su divinidad.

Para practicar todos los días hemos, de un modo u otro, generar unas condiciones de agradecimiento y calma de manera que dicha calma, como el agua de la alberca, nos moje en nuestra existencia, como una lluvia fina, como un baño reponedor de existencia, porque ello nos va generando una conciencia, "un darnos cuenta", que a su vez nos convierte en seres humanos con conciencia. Y esa conciencia no solo nos hace bien a nosotros, sino que estando bien nosotros, aquello que nos circunda  -sean nuestros seres queridos, las plantas, los árboles, los animales, la tierra, la vida y los "otros seres humanos"- va a recibir dicha dosis de conciencia.

La silla vacía puede significar la decisión de uno mismo de estar con uno mismo o no, sabiendo que habitualmente el mecanismo o automatismo es distraerme de mí mismo, y esa propia distracción de uno mismo nos genera dificultades y conflictos... es decir, la propia vida, de la cual uno no puede escaparse, pues uno vive.

El trabajo de la silla es ir profundizando de modo permanente, diría pasivamente arduo, en esa constante con uno en unas determinadas condiciones de modo que uno llega a estar con uno sin la necesidad de ponerse encima de una esterilla. La esterilla es el símbolo trinitario de unión de mente, cuerpo y espíritu, y ello, creo, es ese permanente recordatorio.

¿En qué consiste ser uno? Consiste entonces en estar en uno en una determinadas condiciones, y cada uno dentro de su propia particularidad ha de "ver" qué es que lo que tiene que aunar para estar en uno, e insistir una y otra vez, de modo infinito, el volver a uno en la silla.

Llega un punto en yoga en que el acto de vivirse en uno se convierte en algo permanente, y ese algo permanente, ese centro, es un centro inmutable, que no muta, pero tú sí. Es decir, me puedo perder en las propias periferias del ego pero la calma permanece.

El agua nos permite aprender a nadar, aprender a nadar en la vida, pero para ello primero he de saber flotar. La unión del olivo y la silla, de la calma y de permanecer en mí mismo sería ese nadar. Pero el acto de nadar no va a significar que el agua va a estar quieta habitualmente: pueden ocurrir momentos de remolino, de ahogo; también nadar plácidamente de espaldas mirando el cielo sintiendo su calor. No podemos pensar que si ya hago yoga, y llevo muchos años practicando o estudiando, todo es calmo y feliz.

La vida no es eso. El trabajo de conciencia es una apertura donde me voy involucrando y sorteo las dificultades. Es una continua indagación, pues el yoga, su práctica, es en la propia vida. Es la vida cuando me levanto, a mediodía y por la noche.

El ego no es malo, no es pecado, todos tenemos ego. Sin ego no funcionamos. Lo que quiero decir es que, sentados en la silla junto al olivo y la alberca, nace una armonía, una determinada vibración o comprensión, y entonces nos damos cuenta de que el ego no es tan importante, pues detrás hay una esencia, un ser, un espíritu, un dios. Que cada uno decida... Es la vida en su sentido profundo.

Entonces, bajo las condiciones comentadas, el ego no es tan demostrativo en el propio sentido de demostrarse, de guerrear, de luchar, de eso propio mundano que es así. La historia de la humanidad es siempre los mismos egoísmos, los mismos conflictos y creo que el yoga es una hermosa semilla para andar a otro paso.

El yoga nos muestra que hay algo más que eso, lo habitual egoico, y que en la vida diaria el que tengamos inconvenientes, bucles, neurosis, peleas, consumos desaforados, sentirnos bien o mal; todas esas cosas son oportunidades porque, en realidad, todo ello son ventanas para seguir creciendo.

El yoga va sanando pero surgen otras historias y se sigue sanando:

¿Quién se da cuenta que uno va sanando? Uno mismo.

¿Desde dónde? Desde la silla.

¿En qué condiciones? Empapados del vivir y en un aprendizaje del flotar y jugar.

La armonía de las partes nos muestran la lucidez en la vida diaria, y ello es un atisbo del misterio del propia acto del vivir en uno. Podemos entonces dar la dirección que queramos a nuestra práctica, decidamos.




Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, Junio 2020

lunes, marzo 23, 2020

Confinado y el sabor del confitado de un corazón indomable


"...cuando corazón y palabras son buenos, y lo interno y lo externo son lo mismo, la contemplación interna y la sabiduría tienen la misma jerarquía."

"La virtud no superficial es aquélla que se practica con cada pensamiento, con la igualdad y con el corazón recto, con el constante respeto."

"La retribución de un solo pensamiento malo elimina la sabiduría de mil años; la retribución de un solo pensamiento bueno elimina la maldad de mil años."

Breves notas sobre el Sutra del Estrado (Tan Jing) de Hui Neng (638-712)

Desde hace unos pocos días, la ciudad donde vivo se encuentra en silencio, las calles estan vacías de personas, las tiendas cerradas, las calles sin coches. Muchas aves, habitualmente atemorizadas ante el ruido cotidiano, picotean en los parques. Llegan de las marismas que rodean la urbe. Las ratas, que normalmente salen en la noche de las alcantarillas, del subsuelo de la ciudad, de su circuito oculto, salen ahora a pasear de día henchidas de confianza.

Desde niño me atrae el silencio, posiblemente por mi carácter sensible y difícil. Según he ido creciendo, en edad, en vidas vividas, en mi presente continuo, en el ahora, estoy cómodo en ello. Me sumerjo bien y nado, unas veces de un modo, otras veces de otro.

Cuando era joven, recién cumplidos los 18 años y enfrascado en pleno Malasaña salvaje, algo dentro de mí me decía que tenía que salir de Madrid. Estando en la estación de tren de El Escorial, una estación vacía como se encuentra ahora la ciudad en la que vivo, tuve la visión de que toda la estación se transformaba en un cristalino rosa, y supe que tenía que volver al lugar donde había vivido de niño.

Lima estaba cercada por los terrucos y su violencia mesiánica. Todos los días había toque de queda. El silencio de aquellas noches me recuerda a este. Algunos días, se oía un ruido lejano en ese silencio profundo de una ciudad completamente callada. Subía al tejado y miraba la noche, y allá en los cerros crepitaban y centelleaban algunos días las explosiones y el ruido de ametralladoras. A los terrucos les encantaba volar las torres y centrales de electricidad, así la noche era más oscura. Luego todo era silencio de nuevo, pero diferente. Por entonces, si te atrevías a romper el silencio de la noche con tus pasos, te mataban los milicos. Sin preguntar, sencillamente te disparaban. Era toque de queda con muerte si salías. Sin preguntas. Directo al camión pero en horizontal.

Voy a inventarme un nombre en árabe, un nombre de mujer, por ejemplo "Qalb La Yuqhar", que significa corazón indomable. Leía el otro día la historia de una familia de Siria, una familia como cualquiera de las nuestras. Hace diez años el barrio donde vivían fue destruido por los bombardeos. Corazon Indomable, su marido y sus tres hijas huyeron con lo puesto. Un día, al año, a papá, mientras intentaba conseguir pan, lo mataron. Entonces Corazón Indomable y sus pequeñas han ido huyendo de un lado a otro, su casa ahora es un plástico sobre una vía de tren abandonada donde se cobijan. La niñez de las hijas de Corazón Indomable ha sido ese tratar de sobrevivir en su infancia con su fuerte mamá.

Nosotros... nuestra sociedad  -hablo de Europa, o podría hablar del modo de vida que tenemos, creo se dice sociedad capitalista-, es muy de ombligo. Parece que este modo de vida es lo mejor que  nuestra civilización, que es espejo y resultado de miles y miles de años de andar sobre la tierra que pisamos, ha sabido encontrar, y resulta que se encuentra ahora confinada por una muerte silenciosa que llega sin avisar.

El virus se ceba en particular en nuestra sangre, en nuestro presente y futuro: en los ancianos, y me apena sobremanera en aquellos padres y madres que dejamos en las residencias, sobre todo, para vivir sin incomodidades. 

Pero el virus es neutro, es decir, no distingue pesos, razas, edades, tampoco si tienes un todoterreno para correr aventuras de semáforo en semáforo, o si has dejado a tus padres en una residencia, sencillamente llega.

Diez años son muchos días en la infancia, algo más que tres mil seiscientos sesenta y cinco.

En mi ciudad, en el país donde vivo, llevamos siete días confinados. Cuando empezó el estado de alarma apagué el móvil. Encenderlo una vez, hablar con mi padre, con mi madre. Ser consciente de que la gente que quiero se encuentran bien. Leer en media hora diversos periódicos para ir valorando diariamente el estado de la situación, de las personas, y volver a apagar el móvil.  Creo, porque me lo han contado, que las redes se encuentran a reventar, a reventar de ruido entre tanto silencio confinado. Me informo certeramente, sin bulos, quiero ser consciente para opinar libremente con serenidad, como ahora hago, con estas líneas.

Fui a comprar verdura el otro día. La cajera es una antigua alumna. Me dijo lo que había tenido que marcar en caja: carros y carros y carros y carros y carros...y carros llenos, llenos, llenos y llenos. Una señora se llevó en un carro ciento treinta litros de leche. ¿Sí...? ¿No? Sí, muchísimas personas.

Lo confitado, el sabor dulce de toda la situación de confinamiento, es el corazón dulce de otras personas. Su valentía. No su egoísmo. Su entrega, su bondad. Y, si el miedo nos hace egoístas, por lo menos tener cierta capacidad de darme cuenta. Creo que lo importante es que cada uno ha de sentir su sabor dulce, y su valentía. Su corazón valiente, su Corazón Indomable.

Si esta situación nos ayuda a profundizar en los valores como seres humanos, nos ayuda a conocer al vecino por el balcón, nos ayuda a estar un rato sin distracción virtual o consumista, nos ayuda a darnos cuenta que sí hay tiempo para ser persona, nos ayuda en muchos aspectos importantes, tan importantes como vivir la vida misma, este andar confinado nos enseñará a sentir la dulzura, la generosidad y lo vital que resulta sumar, pues nuestro pensar, nuestro actuar vibra en todas las direcciones, y quizás entre todos demos un sentido a esta sociedad tan llena de agujeros vacuos, sin miedo a cogernos de la mano.

Creo que cada uno ha de darse cuenta de lo que crea adecuado, y me permito sugerir que sea en silencio, sin aspavientos; colaborar y sentir que esta situación es para fortalecer, para compartir, para crecer, para cambiar, para reflexionar... quizás para mover la mirada y el corazón, quizás para empezar a cambiar estructuras, modos o actitudes.


Craig Armstron-"Let´s go out tonight"

Patrick Cassidy-"Vide Cor Meum"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, Marzo 2020


miércoles, marzo 11, 2020

Belleza y creatividad en yoga, aspectos espirituales



 "Que se olvide de la vida eterna quien no la viva ya aquí"
Simeón el Nuevo Teólogo, (949-1022)


Hemos hablado muchas veces que para mí el yoga es "un estado de sensibilidad". Otro modo de decirlo sería "un espectro de percepción". También podemos verlo como "una conciencia clara", igualmente como una "profundidad del Ser", "un centro que observa", "un corazón que siente", "un silencio que expresa", "una ética que vive". Bien, podríamos seguir; me detengo y comento.

Quizás, personalmente, uno de los aspectos más profundos -y cuando hablo de profundo, hablo de la espiritualidad dentro del yoga, algo de un calado importante (y que cada uno entienda "espiritual" como le dé la gana) -; decía que uno de los aspectos más profundos es que siento que las cualidades del yoga me colman como persona en mi relación con la vida.  En ella, en mi vida, la creatividad y la belleza llevan tiempo tomando parte, pues, al percibir, voy generando una relación entre la realidad del mundo y yo mismo, y se da una simbiosis, y esa inherencia inmanente es de una belleza conmovedora, y además se mueve y soy partícipe, pues en esa percepción aquello me percibe a mí, y ambos de la mano creamos, pues yo también la percibo.

El hecho de degustar el día -y sobremanera cuando estoy en Beas, en el campo, creando y generando en ese común de belleza- es sencillo y a la vez sobrecogedor. En la ciudad en la que también vivo, Huelva, hermosa ella, mi mirada y mi hacer, o no hacer, también disfrutan de esta vida nuestra.

Nacen las hojas tras un riego a goteo, riego creado con mis manos en el campo, bajo nuestro sol brillante, y esa agua compartida, esa agua creadora es como la sangre que recorren mis venas. Sorprende la inmensa profundidad que pueden tener aquellas semillas que cuidaste, aquellas semillas... ahora convertidas en bosque. El continuo canto de las aves retozando entre las ramas y bajando y jugando entre la tierra y el cielo. El silencio inmóvil que a veces en apariencia se percibe; el amor del burro salvaje que frota su pecho con el mío y se entrega en un amor puro; el camino de tierra por el Cordel de Portugal, donde antaño vidas y seres andaban a paso lento; y el oír del arroyo en los paseos que damos; y el aire frío que abre los poros de la piel en la madrugada.

En mi andar por el suelo cimentado y alienado de la ciudad, percibo la belleza de los tonos del cielo, el vivir de las personas: su andar de la mano, su andar solitario, sus risas, sus charlas, el canto de los pájaros, la luz de la hierba recién cortada, su impaciencia, su generosidad, su egoísmo... rasgos todos ellos de la propia creatividad de la vida con ese fondo natural salvaje que rodea Huelva, salvaje por la insalubridad de las fábricas como periferia básica, salvaje, en una mayor profundidad, de naturaleza con nuestra bella ría, con sus salinas, con las aves migrando, con los bosques y bosques de pinos, con el sabor rico del mar, con la sierra tan exuberante de colores y arboledas centenarias.

Me satisface mi mirada. No es una satisfacción egoica, es calmada y expansiva, dichosa en lo íntimo. Afortunada, currada, trabajada, despierta ante mi ignorancia en mi permanente buscarme. 


Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Marzo 2020






sábado, diciembre 14, 2019

Otoño del diecinueve


"Nadie que se haya perdido en el bosque sale de él como ha entrado".
Pablo d´Ors

Estos días, cada vez que me asomaba, me encontraba con una luna fulgurante. Si sólo hay inmensidad en la noche y una luna que brilla, para qué más. Observar el ciclo de la luna en el cielo y las estrellas me unen a la vida. Con Alba solemos mirar las estrellas y luego miramos sus nombres. Nos asombra la geometría de sus líneas. Antiguamente, en las primeras civilizaciones, la ciudad y su cosmos vital venía regido por las estrellas. Ahora, en el mundo en que vivimos, son importantes otros temas, pero el cielo y la noche siempre permanecen ahí, y nos acompañan desde el origen. Conviene respirar su aire sagrado.

A lo largo de estos casi tres años, mi yoga ha cambiado y se ha amoldado a la situación de mi enfermedad y, a partir de ese molde, he buscado incansable, como la luna tras el sol, desde los diferentes ámbitos que surgían de mi interior, desde la oscuridad de la noche, el fulgor lunar. Sobre todo, durante este tiempo, ha surgido una claridad grande, brillante, amplia, a pesar del paso de los nubarrones. Una claridad hacia la profundidad y misterio de la vida y de mí mismo, de su disfrute, de su magia, de su fertilidad. Han sido miles de horas postrado, y qué... si me volvía a levantar. Eso es lo importante. Normalmente el sufrimiento que acompaña a una enfermedad te genera mayor confusión, en cuerpo, mente y espíritu, pero es importante no perder ese hálito sagrado de la vida, porque acabas absorbido en la oscuridad. Lo llamaría el remolino oscuro y lacerante.

Quizás debería haberme dejado llevar a la profundidad del remolino, en sus aguas confusas. Afortunadamente las situaciones en la vida no tienen que ser como se suponen que deberían ser. La vida va siendo y, mientras sea soberano, soy.

Soberano en mis principios y la propia ética nacida de mi despertar en yoga. Y en yoga es importante trascender y, ante las dificultades, generar mayores condiciones de presencia. El yoga es amplitud, no constricción. Por tanto, el horizonte es claro cuando la situación es densa, pues el actuar es hacia la apertura, no hacia el cerramiento, o el cerco del sufrimiento.

En el primer año tuve dos grandes dificultades. La primera fue el propio terror del dolor, sobre todo, si es un dolor que te incapacita. El hecho de ir paso a paso, colocando el dolor en su lugar, convertirlo en aceptable al mirarlo en su inmensidad, ir domando el terror que era tanto emocional como físico, es una labor complicada, pues el propio dolor era terror. Ahora se ha convertido en un hermoso viaje. El dolor es ahora un maestro que me sigue enseñando la belleza del vivir a pesar de que me siga mirando con su carita de terror. Me mira, yo no, pero se lo agradezco.

La segunda gran dificultad fue tratar de mantener la Escuela de Yoga. Ante todo, la Escuela, a mi entender, es un lugar sagrado, su sala, su práctica, en el sentido de haber creado unas condiciones, unas determinadas condiciones para que las personas, el alumnado que va a ella disponga de unas herramientas que le permitan tener otra mirada a la vida, no tan egoísta, no tan violenta, no tan estresante ni competitiva. A lo largo de años, se ha ido regando el suelo de la Escuela, como lugar de práctica fértil y generosa. Una mirada y un sentir de calma, de amor y de respeto. Para llegar a ello dediqué mucho tiempo de mi vida. En los primeros diez años, sobre todo, labré sobre la tierra dura arando y arando, y abriendo lugares donde practicar yoga; y ahí sigo, ahora, aquí, postrado o en pie, da lo mismo el plano, sigo labrando ya sobre tierra dulce, pues las puertas ya están abiertas.

Luego fueron incorporándose algunas hermosas personas en una labor de dedicación a dicho espíritu común de respeto. Actualmente son profesoras las que imparten en la escuela: María, Montse, Maribel, Yoly, Esther, Virginia, Susana, Sarita, Rosa a las que les muestro mi profundo agradecimiento por su generosidad y amor de haberme ayudado a mantener la Escuela sin caer doblegadas ante el egoísmo propio humano, ante la codicia vasta y grosera habitual; y, sobre manera, en su atención personal, al estar atentas a mi situación complicada y ser generosas conmigo en el diario, y no porque yo fuera generoso con ellas, sino porque les brotaba, y les brota, del corazón.


Lo más hermoso del grupo de profesoras es que me han ayudado con amor real y generosidad ilimitada. Ahí están los hechos, los actos, la propia vida que se escribe, y que plasmo en estas líneas para que no se olvide: gracias.

Sampa The Great-"Energy"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva




lunes, agosto 12, 2019

Centro perceptivo en yoga


¡Levántate! ¡Despierta!
Acércate a las bendiciones superiores y compréndelas:
el afilado filo de una navaja, difícil de atravesar,
¡difícil es el camino: eso dicen los sabios!

Katha Upanisad 3, 14

Cuando el eje es silencio, la vida va fluyendo a través de dicho silencio. El camino tiene un anverso, un reverso, y luego no hay camino: es silencio. Al inicio hay que encontrar el centro del círculo, reconocer su perímetro, habituarse a vivir en él: es el anverso. Su reverso es la propia sombra que acompaña al camino, uno cree que es el opuesto, pero no lo es, simplemente forma parte de la unidad equidistante al eje centrado. Desaparecido el círculo, se asienta el silencio.

El eje centrado es el eje del silencio perceptivo. La visión observa tu vida, sus desfases. El silencio lo absorbe y lo escupe. La propia percepción en un continuo afinar: acoge, filtra y desecha. El desechar es la atención silenciosa que solo está atenta a lo que la alimenta. En realidad, el desecho es flor. De acuerdo a su alimentación, mayor profundidad de penetración de la propia vida.

Si estoy insertado en la profundidad de mi vida, donde el fluir actúa por sí solo, acojo igualmente la vida y penetro en la vida. Ello se mueve por energías, uno las va reconociendo, y es el propio silencio el que diluye y adapta su fuerza vital.

Si reconozco mi espíritu, reconozco el tuyo. Si veo mi alma, veo la tuya. En clase o en taller de yoga el grupo se moviliza de acuerdo a las energías que, en realidad, pasan a través de mí, pues el eje percibe lo sutil y conecta con el tuyo.

Uno es un filtro del espíritu del bosque. No es ningún protagonista.

Las diferentes sensibilidades que atañen a este andar particular no son nada fáciles de conjugar, para ello hay que crear permanentes condiciones. Se conjuga hacia el eje sensible.

 Que cada uno las encuentre, sus sensibilidades, y la sensibilidad subyacente.

Kelsey Lu-"I´m Not In Love"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva


lunes, julio 29, 2019

La escucha es un estado de percepción


"Cuando quieres controlar tanto una cosa, te quedas sin nada que controlar".
Fraggle Rock (serie infantil)


Con el paso de los años, el yoga nos va mostrando unas capacidades que, bien direccionadas, nos permiten profundizar en la vida, en nosotros, y en la propia interpretación de la realidad.

Los sentidos se agudizan y la información que recibimos van hacia un núcleo que todo lo acoge. Es el propio centro el que observa esa realidad. No es necesario intervenir permanentemente ante ello. Dicho núcleo se encuentra en un ámbito de mayor profundidad del ego, por lo cual uno aprende a no usar dichas capacidades para engañarse o para erigirse en empoderamientos. Es un continuo refinar en una mente amplia, es un espíritu común, en un lenguaje que habla todos los idiomas. En el corazón común que palpita.

Mi amigo, el burro Trueno, me mira desde la ventana. Lleva así un par de horas.

Sentado al atardecer, voy observando la vida que me acoge y que por el día de hoy se prepara para la noche. Van llegando las gallinas salvajes, son pura atención: raudas, miméticas con el paisaje, bellas. Son una especie del bosque iniciático. Trueno y yo las observamos desde el silencio profundo del ser. La vida anda, y desde lo hondo del núcleo, toda esa vida viene a mí, la dejo pasar, y en dicha apertura aprendo.

Al vivir en un estado de percepción de mayor agudeza, en dicho silencio vital, he de ser cuidadoso, y por ello la prudencia ha pasado a ser una cualidad que pongo en los primeros lugares en mi vivir. La escucha es un modo de vida a la cual me ha llevado mi práctica, y dicha información ha de ser procesada -la que haga falta procesar- para no causar daño ni intervenir demasiado para cargar mi karma. Me ha costado mucho torear todo ello, y saber cómo ir actuando o no.

Es nuestro propio camino el que nos va mostrando cómo ir sorteando la progresión interna que vayamos teniendo. Nos damos cuenta de que hay más sentidos y que ese eje sensitivo ha de disponer de una base, diría que ética, para seguir progresando.

Me llena vivir en escucha, pues vacío estoy. Por ello, diría que es un llenado espiritual de vida, una ligazón permanente, una dicha desapegada, es decir, no ligada pero unida.


La escucha prístina, la llamaría, la percepción del corazón tierno, la vuelta al eje que observa y vive.

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva

martes, junio 04, 2019

El bosque y el yoga



"Es desconocido por los que lo conocen, y conocido por los que lo desconocen".
Kena Upanisath II, 3 

"Si nos hemos profanado a nosotros mismos-¿y quién no?-el remedio será la cautela y la devoción para volver a consagrarnos y convertir de nuevo nuestras mentes en santuarios".
Henry D. Thoreau

Hace mucho tiempo todo era bosque, y hace no mucho tiempo no vivíamos en las ciudades del modo que lo hacemos y el bosque no estaba en extinción, como ahora.

Cuando llegué a Beas, alrededor de la casa no había casi ningún árbol. El suelo, duro, pedregoso, lleno de pizarra hacía difícil incluso cavar un agujero para que el cepellón o raíz del árbol pequeño quedara introducido en la tierra.

Me decían: "Pones demasiado cerca los árboles, pegados unos a otros y encima con ese suelo de piedra", pero sabía lo que hacía, sentía lo que la naturaleza me pedía, aplicaba lo que había comprendido en mí del yoga, de la belleza de la vida y su propia reciprocidad. No eran individuos aislados, eran hermanos árboles, era la hermana luz, era la hermana agua, la hermana tierra. Y la hermandad de los burros nos iban a ayudar. Así que durante años mimé los árboles, durante años cargué carretillas de estiércol. Y ahora un bosque rodea la casa. Un bosque que genera su propia vida de plantas y animales e insectos, y donde intervengo lo justo, para ayudar, pues él me ayuda a ser. Y así ambos vivimos en paz.

Sus raíces se ayudaron unas a otras bajo tierra, y fueron resquebrajando lo duro, lo pétreo, lo rígido  que su propio sino había convertido. Con amor la tierra fue poniéndose blandita y receptora. El yoga nos va desmenuzando en nuestro cuerpo, mente y respiración, y sólo así oímos el espíritu del bosque, el corazón, lo que une la esencia de todo lo que es la vida. Nuestro cuerpo se hermana, nuestra mente se expande y de su estiércol nacen flores, como las raíces que abren la tierra generosa, y el viento que agita el bosque, nuestra respiración, moviliza los elementos insuflando vida.

Las verdades se deshacen, el cuerpo aprende a usar sólo lo que es necesario. Las situaciones son sencillas pues la mente es simple y compasiva.

Hallamos un camino ancestral, un camino de aliento común, un camino de respeto y silencio inabarcable. En un bosque todo ayuda, nada sobra. No hace falta tenerlo límpido y desbrozado y aniquilado de hierbas, pues ya es límpido en su belleza caótica. Hay que ser amigo, y el bosque te dice: "Carlos, aquí desmenuza esta poca hierba y riégame con ella; Carlos, aquí ayúdame a abrir un poco de circunferencia alrededor de mi tronco pues ya hace calor; Carlos, córtame esta pequeña ramita de la base, así creceré con fuerza hacia el cielo, y este sol amigo será generoso con nosotros".

Los pájaros se posan en las ramas de los árboles del bosque y cantan. Les tengo agua en pequeños recipientes. Las gallinas salvajes corretean y comen de las semillas de los arbustos. El gatito sube en vertical por un árbol y juguetea arañándolo.

Estos días me he dedicado a recoger las ramas secas que han dejado caer a lo largo del año los árboles. He recogido un montón. Ellas me ayudarán a encender el fuego de invierno, y sus cenizas volverán al bosque cumpliendo así un ciclo cósmico tan antiguo como la vida misma.

Me asombra la generosidad, lo dadora que es la naturaleza. No quise dominarla, solo me ofrecí a ser su amigo, y ella me abrió su mano, nuestras manos. Del mismo modo, estos años no tuve pretensión de dominar el yoga, sólo de abrir mi corazón, y oír el espíritu del bosque, y ahora mis pasos silenciosos disfrutan del camino trazado, de su disolución, pues es camino que me acoge, generoso en su amplitud, sin batallas que librar, sin nada que demostrar: el bosque y el yoga. La vida vive, ambos vivimos y cantamos sin pretensiones, lo justo para celebrarnos y seguir andando.

Vicente García y Kumary Sawyers-"Dulcito e´ Coco"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva

viernes, mayo 31, 2019

El cuerpo y la tierra en la esterilla de yoga, primeros pasos



"Para los que han estado ahí".
Kate Millet 

 "La nueva inocencia es amar, conocer, caminar, hablar...,
no es haber amado, conocido, caminado, hablado".
Raimon Panikkar

La esterilla de yoga es un espacio delimitado donde uno puede llegar a conjugar millones de sensaciones mágicas, y de descubrimientos insondables. La esterilla se encuentra apoyada en la tierra, ese hermoso lugar donde vivimos.

Llega un momento de la práctica en el que la esterilla desaparece, pues la vida, la tierra y el mundo son la esterilla.

Del cuerpo, en su cotidianeidad, solemos conocer poco, pues solemos funcionar únicamente desde la mente. Por ello es muy importante vivenciar el cuerpo cuando practicamos posturas de yoga, o cuando simplemente meditamos. Es un viaje que dura toda una vida, pues su profundidad es infinita.

A mi parecer en estos primeros pasos es importante ir trazando esas sensaciones del cuerpo, es decir, cómo se conjugan y ayudan las partes; por ejemplo: los brazos con las piernas, la pelvis con los pies y la cabeza, un lado con el otro... y así surgen múltiples lecturas del cuerpo que la propia postura o asana nos señala. Es importante también darse cuenta de los diferentes planos del cuerpo, pues nuestro cuerpo se mueve en el espacio, y con el yoga descubriremos partes y planos antes ciegos a la percepción, pero ahora audibles a la consciencia. En dicha mirada interna, comentábamos en un artículo anterior, conviene experimentar la raíz del cuerpo: dónde apoyamos el cuerpo en la esterilla, y cómo desde ese apoyo el cuerpo se expresa.

Profundizando un poco, comentaré que la practica postural, entonces, nos expresa, y creo que el yoga es una búsqueda muy hermosa hacia la calma, hacia el espíritu, de donde nace esa mirada acogedora al mundo y hacia el íntimo nuestro.

Por tanto, los obstáculos vitales que nos encontramos en nuestra vida, nuestras propias convulsiones y engaños, nuestras bondades y aciertos, así como aquellos elementos que nos componen se van a mostrar en esa esterilla rectangular apoyada en tierra. No hay que tener prisa, tampoco exigirse. Creo que suficiente tenemos con esta sociedad egoica, individualista, de un feroz afán productivo. El yoga es una bella simiente para la solidaridad, y una visión de mayor calado espiritual para nosotros, para los demás y para nuestros hijos e hijas.

Practicar entonces en calma, sin prisa, sin apretujamientos varios, sin tanta meta. El cuerpo nos va a ayudar a comprender otras realidades sintiendo nuestro yoga, no lo impuesto. Dejaos sentir en la postura, sentir la tierra, vuestro cuerpo, vuestro espacio interno. Disfrutar del propio vacío incluso de estar en paz, pues para estar en paz no hace falta ser una imagen de algo, o estar llenos de algo. La calma es disolución, es apertura.


Natalia Lafourcade-"Hasta la Raíz"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva






domingo, mayo 05, 2019

Las nubes y el ancla en una postura de yoga, primeros pasos



"Uno se convierte en aquello que medita"
Satapatha-Brahmana

-Papito, ¿tú sientes una explosión de amor?
-¿Qué quieres decir?
-Lo que yo siento cuando estoy contigo, o cuando te echo de menos.
Alba y su papá


La metáfora-símbolo que usábamos era que el cielo era la vida psíquica. Comentábamos que existía una tierra, y recordábamos que, al realizar la postura, todo consistía en este recorrido entre ambos lugares: lo que trazaba un mapa interno mediante la atención.

Ese mapa interno es lo que somos nosotros en ese momento por dentro.

Al realizar la postura de yoga van a aparecer nubes en el cielo. Esto significa que me voy a distraer con cualquier cosa, por ejemplo:

Surge una voz interior que puede decir: "tengo que ir a dar de cenar a los nenes", o "me molesta el brazo", o "¡que bien lo hago!", o cualquier nube que surge en la mente.

A esas nubes las llamo distracciones. En realidad es fragmentación. Uno de los objetos del yoga es calmar dicha mente y cuerpo, y unificarla poco a poco. Eso significa que ya no hay tantos pensamientos ni tanta distracción: hay presencia, ya no te distraes con los pensamientos/nubes que aparecen, y no te vas detrás de ellos. Es decir, no te identificas. Vives tu presente y lo aceptas.

Resulta muy importante en estos inicios, a mi entender, dos aspectos que me gustaría destacar:

El primero es que tenemos que ser conscientes, es decir, tenemos que experimentar que tenemos que vivenciar la postura en ese momento, darnos cuenta de ello en el mayor ámbito posible de ese mapa hablado. No permanezcáis estáticos, hablo en el sentido de estar distraídos o estando "dormidos como un maniquí", en la inopia. Tratar de no caer en la banalidad de luchar por hacerlo bien. En eso no consiste el yoga. Por ello, es bueno desde un inicio educarnos hacia la dirección de estar en presente, y, a ser posible, estructurando mediante la presencia de la humildad. Entrar en una profundidad tan amplia como el misterio de la vida requiere serenidad, sosiego y humildad, y así nos lo muestra la historia en las diferentes vías de recorrido interior.

El segundo tema que podríamos sumar a lo comentado hoy es que, cada vez que nos distraigamos, podemos educarnos en volver al presente con trucos. El truco esencial sería sentir mi respiración. Por ejemplo: realizo la postura, soy consciente del pensamiento-distracción, respiro, y vuelvo a mí. Ese sería ese eje tierra/cielo. También puedo poner la atención en cualquier parte del cuerpo que quiera, así el cuerpo se convierte en ancla para educar hacia la realidad.


Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

domingo, abril 28, 2019

El cielo y la tierra en una postura de yoga, primeros pasos.



"In principio creavit Deus coelum et terram".
 (En el principio creó Dios el cielo y la tierra).

                                                 El Génesis, cap. I. I. (Biblia Vulgata)


"Cielo y Tierra son eternos.
¿Por qué Cielo y Tierra son eternos?
Ellos son no nacidos,
Por eso viven siempre".

                                              Tao Te King. Cap. VII (traducción de  Juan Preciado, 1979)

"El Cielo es eterno y la Tierra permanente.
Son permanentes y eternos,
porque no viven para sí mismos.
Así, pueden vivir eternamente." 


                                              Tao Te King. Cap. VII (traducción de Richard Wilhelm, 1910)


El trabajo u observación de uno mismo en una postura de yoga tiene varias vías de recorrido. Hoy comentaré uno de los caminos: la relación entre el cielo y  la tierra en una primera aproximación.

Bajo nuestros pies se encuentra la tierra, desde que nacemos andamos sobre ella. Prácticamente no le echamos cuenta, pues la realidad diaria es sobre todo la vida psíquica y, por tanto, mi atención y percepción no están en la tierra.

Si, en un primer simbolismo, el cielo fuera esa vida psíquica, ciertamente estoy en el cielo permanentemente bajo unas condiciones.

Cuando empezamos a practicar yoga, esas condiciones mentales van cambiando. A la par también hay un cambio en el cuerpo. A eso lo llamo "ir mutando hacia otra condición".

Supongamos ahora que ya tengo atisbos de esa otra condición: siento calma en mí, la saboreo un poco, y ya soy capaz de leerme con cierta serenidad mientras realizo una postura de yoga. 

Ahora sintamos dos puntos en nosotros mismos donde abarcamos de un modo equilibrado "una presencia" en mí. Dicha presencia que soy yo mismo en mí mismo, sereno, fija un clavo en tierra, es decir, pone la atención en el punto o puntos de apoyo que mi cuerpo siente sobre la tierra encima de la esterilla.

Otro punto o estaca de señal está en mi cabeza. En dicho mapa perceptivo entre la tierra y el cielo en mí trato de abarcar en cada respiración parte de mí mismo, entre un punto y otro, nada más. No es fácil, pues una parte de la atención se encuentra ocupada en mantener el juego de fuerzas sutiles de la propia postura.

Pero aquí hacemos un cambio. Cuando entro en postura, primero fijo los postes de señales. Primero tierra,  luego cielo. Luego, como digo, abarco el mapa perceptivo que trazan ambos puntos.

Voy a ir reconociéndome en mi mapa interno si mi atención, mediante la respiración, va apaciblemente de un lugar a otro en ese mapa mutante.

No son líneas rectas. Son estratos de conciencia interna. Por tanto, reventad cualquier línea.  Simplemente ignoradla. Sentid cuerpo, respiración, atención, presencia.

Así, en presencia serena, respirad la amplitud que os permita vuestra atención dentro de vosotros mismos.



Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

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