Volvía el otro día del yoga playa y el
cielo parecía derretido entre morados, rosas, naranjas y amarillos, y mientras
conducía, disfrutaba como un enano ante tanta belleza, y conducía despacio como
para que el tiempo se hiciera lento y el atardecer hiciera una pausa y me
permitiera contemplarlo detenido en su belleza del instante.
Siempre me gusta la vuelta a casa, la
vuelta al hogar, la vuelta a mis compañeros los animales, la vuelta al frío del
atardecer en el campo, la vuelta al silencio. Me gusta la soledad, siempre me
ha gustado, desde que era niño. Eso me ha traído inconvenientes pues me quedo
ciertamente ensimismado, o en términos más claros, diríamos que me quedo
“alelao”. Bien, no me importa, disfruto y poco a poco he ido haciendo partícipe
a los demás de aquello que surge de mi silencio, o de mi embobamiento.
Parece curioso que mi actitud o
comportamiento social sea muy extrovertido, pero en el calor de mi hogar mi
disfrute sea distinto, y mis silencios sean más claros que en el ámbito social
normal. A veces eso también me ha creado problemillas, pero bueno, todo es cuestión
de comprensión, de empatía y de calma. Me siento bien en el hogar, en mi casa,
entre los libros, la casa por hacer, los árboles con los pájaros, las nubes
hermosas, los perrillos que no dejan de amarme, los burros que son ositos de
peluche, las aves que cantan al mundo, ese silencio que puebla la atmosfera
donde la noche se llena de estrellas, y donde la luna me ilumina el camino, o
su falta me oscurece plenamente para, a pesar de ello, sentir su claridad,
aunque no esté ahí conmigo.
http://www.youtube.com/watch?v=5WlCdiU9IzA
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