miércoles, enero 26, 2011

Vayamos a por lo lento: la vaquita y el pastor


Hubo una vez una vaquita que andaba por el bosque perdida y desorientada. Apareció un pastor y se propuso ser amiga suya. La vaquita era salvaje y no dejaba que se acercara el pastor. Pero el pastor con paciencia fue acercándose a ella. Y pasó el tiempo y el pastorcillo se sentaba a una distancia prudencial de la vaquita, y se ponía a tocar su flauta. La música le gustaba a la vaquita, y así pasaban los días, los dos mirándose, conociéndose, sopesándose.

Y el pastorcito logró colocar su mano en la cabecita de la vaquita, y así la podía acariciar una y otra vez, con amor y entrega.

Y luego fue el lomito. Y la vaquita ya le daba golpecitos con la cabecita y se frotaba al pastor.

El pastor le puso una cuerdita en el cuello y se llevaba a pasear a la vaquita, y los dos daban grandes paseos.

En la última escena, el pastor se pierde en el horizonte encima de la vaquita, los dos juntos, unidos, en un mismo camino.


No es fácil alcanzar la calma. Dentro de la dispersión permanente andamos muchas veces desorientados por el bosque.
Sólo hace falta dedicarnos espacio para nosotros, localizar la calma, hacernos amigos de ella, poco a poco.
Es importante vibrar con la música de la vida.
Hay que domar con perseverancia ese espacio de calma.
Con amor
Con paciencia
Con entrega
Sin miedo
Acariciarla
Y andar junto a ella.
Y andar hacia el horizonte con confianza.
Un pastorcillo, el sí mismo, el que observa.
Una vaquita, una mente.

 
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva



                                                                                  

                                                                 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Que agustito se encuentra uno cuando uno llega a la calma
Buscar ratitos de calma

Carlos Serratacó dijo...

La calma puede mutar por completo, de cabo a rabo, a cualquier ser humano.Su profundidad es tán clara como la propia naturaleza. Hay un dinamismo, una vivacidad en ella. Conviene pues disfrutar de su experiencia, en momento, a ratos, a días, a semanas, a meses, a años hasta que habita en ti, y la sientes, y por tanto tú has cambiado, el mundo también.

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