Preguntaba en clase que por qué la meditación nos daba claridad. Me respondían:
-Al estar centrada, me encuentro menos dispersa -decía una alumna.
-Al estar centrada, me encuentro menos dispersa -decía una alumna.
-Tengo claridad porque vivo mi presente -decía otra.
-Yo me siento más ligera -comentaba una tercera.
A veces, hemos usado una serie de
metáforas para dar un poco de comprensión a la meditación o a las mismas
interioridades que nos da la práctica de asanas. En el caso de la meditación,
decíamos que es la sensación como de vaciar una botella que se encuentra llena.
O cuando tenemos nuestro hogar lleno de
cosas, hasta arriba, o el mismo trastero y, poco a poco, decidimos vaciarlo.
O cuando observamos el horizonte y lo
vemos lleno de construcciones, de casas y edificios. Y nos movemos, por ejemplo,
hacia el mar, y el horizonte es solo mar.
Supongamos que, al vaciar, lo que
hacemos es abrir puertas, y ello nos hace sentir ligeros y que, al contrario,
al estar llenos, densos, las puertas permanecen cerradas. Supongamos que, al
estar cerradas las puertas, todo nos pesa y que, al abrirlas y entrar el aire,
una brisa fresca nos llena de vida.
Inconscientemente, nos encontramos bajo
la rutina de las mismas emociones, de los mismos gestos, de las mismas
respiraciones, y parte de ello se convierte en carreteras de
sufrimiento que nos llevan a las grandes constelaciones emocionales, que, a su
vez, se convierten en grandes construcciones perfectamente estructuradas. El acto de meditar nos vacía -de tanta construcción, de tantas
botellas llenas, de tanto trastero lleno hasta arriba-, y nos permite que la realidad de estar sentados y sentir nuestra
respiración nos traiga calma y, por momentos, nos vacía y nos permite vivir lo
que somos. Y, si uno se vacía, cabe la posibilidad de traer nuevos amaneceres a
nuestro interior.
La meditación nos trae calma y, ante la
dispersión, la calma da claridad. La claridad es lo ligero frente a la densidad
de lo opaco.
Sin darnos cuenta, nos hacemos densos, y
ello solo trae reactividad.
La reactividad es una inconsciencia que
nos evade del presente, pues es una carretera ya hecha y estructurada. Es más
fácil irse en viaje organizado que a la aventura. Es más fácil tener miedo que
no tenerlo. Tener la ventana cerrada que abrirla. Satisfacer mi ego
permanentemente dejándole que cumpla todos sus deseos, que tener calma y vivir
de un modo más simple, no permitiendo al ego que cumpla todos sus caprichos.
Lo ligero es ágil, lo duro quebradizo.
La mente, cuanto más libre de cargas, más flexible se sentirá; el cuerpo,
si es ligero, tendrá menos enfermedades; la respiración, si es fluida, suave y
profunda, será más enriquecedora en todos los aspectos.
Es difícil huir de la densidad. Yo me
dedico en mi profesión a dar clases de yoga, pero caigo una y otra vez en lo
denso. Reconozco las construcciones y muchas veces añoro el horizonte del mar.
Y trato de no desesperar, tener paciencia, y vivir dando lo mejor de mí como
persona. Pero lo denso, la sombra, acecha. Por ello, busco la luz en mi día a
día, tratando de dar conciencia a mis actos, tratando de vaciarme de las
rutinas de sufrimiento abriendo todas las puertas que puedo. Tratando de ser
ligero. No siempre lo logro, pero hago lo que puedo. Y voy avanzando como
una hormiguita, voy disfrutando de lo hermoso de dar, de amar, de cómo
ello te hace libre de tanta neurosis que nos puebla. Y soy consciente del juego
de la ambivalencia, de ver que tras la noche viene el día, que tras
la luna nos ilumina el sol.
Solo puedo decir que mi hogar mora
en mí y que, una vez que sea plenamente consciente de ello, me daré cuenta de que
mi interpretación de la realidad será mucho más luminosa.
Puertas y ventanas abiertas para ver el
hermoso cielo.
Soda Stereo - Cuando pase el temblor