Unas manos que aman
En yoga todo lo que se apoya es importante, puede ser unas manos, las
rodillas, los pies, el lateral del cuerpo, la espalda, la cabeza... Lo que
apoya me trae a tierra, me enseña a enraizar, a sentir lo que soy, a sentir que
la tierra se encuentra viva y respira, y que yo en la postura lo hago mediante
su ayuda y comprensión.
Cuanto menos esfuerzo ponga en la postura, cuanta más atención relajada
aplique, más se abrirán las vías para encontrarme conmigo mismo y con el tempo
de la vida. Hay menos esfuerzo porque el esfuerzo es el justo, es el tono que
surge de ajustarme con respeto y amor. Entonces la postura, como una figura
simbólica que representa la vida y el amor, reparte los pesos y contrapesos,
los tonos y los abandonos, todo regado con una atención y calma viva,
penetrante, sutil, suave, que envuelve todo aquello donde se posa la mirada
interna y que tiene como eje ese respirar que nace del enraizamiento.
Para mí la mano -mis manos- son algo mágico, excepcional, maravilloso por
los significados que han ido adquiriendo según las iba descubriendo en mi viaje
con el yoga. Unas manos que se han ido abriendo, a la par que se abría mi
corazón. Eso no ha ocurrido de un día para otro, iban pasando los días, las semanas,
los meses y los años, y mis manos eran cada vez más firmes, más sensibles, más
abiertas a escucharme y a escuchar la vida que me vive. El tacto con la
esterilla es el tacto con el corazón de la tierra viva que late en la postura
que siento.
Mis manos, amigas de mis muñecas, amigas de mis codos, amigas
de mis bíceps, amigas de mis tríceps, amigas de mis hombros, amigas de mi
espalda, amigas de mis omóplatos, amigas de mis pulmones, y ahí, en el centro,
mi corazón, mi amigo. Y en ese latir, laten al unísono el corazón de la tierra
con mi corazón que sienten y envuelven mis manos.
Manos, manos que sienten, manos que acarician con fragilidad, manos que
aman con fuerza, manos que miran y abrazan, manos que van de cara con valentía
de ser manos amorosas, manos que laten, que recorren, que abrazan, que colman,
que se abandonan a ser manos.
Dos manos, vivas, corazones que bailan, que vuelan, que sienten el tacto
del aire, que respiran los poros de la esterilla, que transpiran la piel de la
tierra, tu piel.
.Manos.
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
3 comentarios:
Precioso, toca el alma ...
"Manos que acarician con fragilidad". Me llega al alma.
Ana, Pepi, gracias por todo,la vulnerabilidad de unas manos que aman, la sutileza de la caricia que se entrega, probemos, sintamos, amemos; sin miedos, con miedos pero expresemos con ellas, detrás el corazón. con lentitud, sin prisa, experimentemos. dejemos de lado el concepto.
besos muchos
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