"A un loro le transmites el sagrado koan WU,
pero sólo sabe repetir BU".
Carlos
"Papito, ¿la vida es infinita?
Sí, amor mío, lo es, y se muestra en todo,
hija mía".
Alba y su papá
La noche no se ha convertido en día, el
aire fresco me recorre. Lentamente, pequeños rayos de luz van ampliando
la visión según subo el camino de casa.
Hace dos meses empecé a volver a casa, a
Beas, al que era mi hogar, en pleno campo en medio de la campiña. Hace seis
años me marché para difundir el yoga en Huelva in situ, del campo a la ciudad, aunque lo llevaba haciendo desde
que llegué al campo en el 2004. Han sido años de un trabajo inimaginable, de
miles de horas de clase, de generosidad, de entrega, de ir día a día, sumando
alumnos y alumnas, uno a uno, una a una, en los gimnasios, en la escuela, en la
playa, en cualquier lugar.
Ha sido agotador. Resulta agotador dar a
comprender la pausa, el abandono, el que unas manos son algo más que unas
manos, el que una clase de yoga se puede dibujar y esa plasmación no muestra un
cuerpo, muestra un todo en sensibilidad, el que se puede empezar meditando en
clase, el que es posible dar yoga a los niños y las niñas, a los bebés, a mujeres embarazadas, a
impartir yoga terapéutico para patologías concretas, a usar soportes para la
práctica amorosamente, como apoyo, no como exigencia; para qué hablar, pues he
predicado el no esfuerzo y no he parado de esforzarme durante años de mostrar
de un modo experiencial que somos algo más que máquinas materialistas
automatizadas, que simplemente, nos mueve algo llamado corazón. Subo la cuesta
y, como esos rayos de luz, me vienen fugaces como destellos, el sobrehumano
esfuerzo que he realizado, son sólo unos segundos.
Vuelvo a mi presente y al final de la
cuesta Trueno ya ha salido a verme. Se coloca junto a mí, y me acaricia con su
hocico, me llena de besos, su cuerpo inmenso, de gran tonelaje, lo frota con el
mío. Levanto su cabeza, la coloco sobre mi hombro y le devuelvo los besos:
¿Cómo estás, amigo mío, compañero? Venga,
vamos.
Ambos subimos en dirección al pajar, él me
mira mientras le coloco el grano, yo le acaricio mientras come.
Al caer enfermo hace un año y siete meses
tuve que dar a las burras y abandonar completamente el campo, pues no podía
andar, sentarme o simplemente vivir sin el dolor de muerte, pues mi vida se la
comió la enfermedad. Se comió mi trabajo, mi sustento, mi cuerpo, mi mente, mi
hija, se lo comió todo.
Tengo buen estomago, y soy austero
en el comer, así que, realizada la digestión y...
Gracias a mi perseverancia en
rendición, a mi dulzura implacable, y al amor y apoyo incondicional de
unos pocos seres humanos, estoy aquí, de pie de nuevo.
Ya no vivo día y noche muriéndome en el
dolor, sigo cayendo cada semana, pero me levanto más fuerte, pues el dolor de
muerte es un gran maestro, y te bendigo, maestro mío, te quiero como a mi burro,
y te agradezco, vida mía, haberte conocido. Me has adelantado de aquello de lo
que todo el mundo huye, y estoy aquí de pie, sí, de pie. Todos huyen de la
muerte, o del dolor de muerte. Simplemente aterra, pues es el terror, pero
sabes, dolor mío, no te quiero, te amo, y me río de la vida, pues me encanta
con sus bellas contradicciones. Tú sigue ahí, amor, tumbándome, que yo seguiré
levantándome.
Hace un par de meses traje a Trueno a
casa. Antiguamente se tenían animales de poder a modo interno, las culturas
antiguas siempre han sido sabias. Sí, se las han comido ese materialismo
homogéneo pastelero que muestras sus espasmos en las redes sociales, pero la
sabiduría sigue ahí, para quien desee aprehenderla, en el corazón, y sí, uno de
mis animales de poder es el burro o la burra, animal noble, fuerte, empático,
salvaje, dócil en amor, libre, digno, leal, bello o bella.
Cada día agradezco más su presencia, me
recoloca, me atrae a mí, por si me he olvidado por un momento quién soy, y es
gracias a todos los tusamis de los dos últimos años que estoy aquí, de nuevo,
hermano mío, ambos los dos valientes, blandos, fuertes, con un corazón inmenso,
el burro y yo, y esos pocos seres humanos.
2 comentarios:
Eres sabio.
Eres el mejor maestro que conozco, me alegra saber de ti. Mil besos
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