Me preguntaba una alumna: ¿qué se puede
hacer desde el yoga ante la situación de barbarie, por ejemplo, a la que hacía
referencia ayer en el artículo? Bueno, lo que está claro es que cada uno puede
hacer o no hacer lo que desee: en mi caso sentía un grito desde lo más profundo
de mí desde hace un mes, me duele lo que ocurre, no quiero ahondar más.
Bien, volvamos al objeto de hoy. ¿Qué
puedo realizar desde el yoga para que el mundo sea menos violento?
En el yoga aprendemos a
responsabilizarnos de nosotros mismos, de nuestra vida, de nuestros actos, de
nuestro verbo. Hay un viaje hacia el interior de uno. En ese trayecto solo cabe encontrarse con el amor, pues en el interior de
uno late la vida. Una vez comprendido eso, ese ya profundo amor por uno mismo
como vida, te invade y todo tú eres vida y, por ello, amas la vida: a los demás
seres humanos, a las plantas, a las piedras, al mar, al sol, a la tierra; todo late y tú lates junto a ello.
Surge algo muy bonito, te das cuenta de
la sacralidad de todo, es decir, todo es sagrado y todo impone un profundo
respeto. Es normal que, si conectas con la vida que hay en ti y con la vida que
late, todo ello te lleve hacia algo que te trasciende, y ello es la sacralidad del acto de vivir.
Es importante darse cuenta de que a nivel local, es decir, en nuestra casa, nuestro trabajo, con nuestros amigos, en
nuestro propio entorno… podemos participar activamente en favor de la paz y la
no violencia. Es posible todo eso y mucho más, pero para ello es importante vivir atento:
-atento a lo que uno piensa, y fomentar
pensamientos que construyan.
-atento a nuestros actos y actuar solo
cuando se requiera, y a ser posible de un modo justo,
-atento a lo que decimos, evitando
juicios, hablando desde la amabilidad y hablar solo cuando haga falta.
Creo que es importante, por tanto, vivir
más atento y ser más ecuánime o justo en nuestro vivir, en el sentido de ser
más amable con uno y con el mundo, es decir, amándonos más y amando más al
mundo, a ti y a sus seres.
Si vivo atento, vivo más presente cada
momento en mi vida y tengo más libertad para provocar situaciones internas y
externas de felicidad hacia mí mismo y los demás.
Creo que el truco es no perderse en
verborreas, en demasiadas proyecciones mentales, en demasiados juicios e ir a
lo más simple. Y eso es, por ejemplo, que me levanto, me sonrío y soy feliz
cada instante que veo despertarse a mi hija y, al abrazarla, es como si
abrazara todo aquello que amo. Lo que quiero decir es que trato de entregarme
al disfrute del amar, y lo logro unas veces y otras no porque estoy atento a
ello, vivo para ello. Mis recursos
internos y mi capacidad no van a alimentar, por ejemplo, cualidades que no me
gustan como la avaricia o el mesianismo o cualquier otra que yo veo que sea un
sinsentido. Busco cualidades en mí que me hagan mejor ser humano y aquello que
descubro lo disfruto, lo experimento, es decir, no lo vivo proyectado, lo vivo
en presente.
El otro día estuve solo toda la tarde en
el campo. Estaba tan feliz y agradecido de tener esa tarde, que todo lo hice
lentamente, degustando cada instante, soltando a los burritos, dando de comer a
las gallinas y me dediqué toda la tarde en arreglar el riego que da vida a todo
ese verdor, donde antes era roca. Y me detenía en cada árbol y reflexionaba
sobre el nivel de riego y decidía qué hacer, y así fue pasando la tarde y me
sentí lleno y pleno de estar conmigo, de crear vida dando verdor, de estar en
contacto con todo.
Cada uno ha de encontrar su camino. En
el mío ha resultado esencial el yoga. Me doy cuenta de que con el
yoga siento y transmito la comprensión de la vida, siento y transmito la
belleza, siento y transmito algo que viene de nuestros ancestros. Sí es posible
la paz, sí es posible no tener ni causar tanto sufrimiento y, para ello, sí es
posible ponernos en contacto con lo mejor de nosotros y, en realidad, si actúo
correctamente conmigo, si soy más amable con aquello que late conmigo en mi
vida diaria, estoy plantando semillas de paz in situ, pues todos vivimos porque el otro vive, todos
amamos porque el otro ama. Todo se ama, decíamos hace unos
días.
Mucho sufrimiento lo causa la
comprensión incorrecta de las situaciones. El yoga da luz y te acerca hacia
comprensiones más correctas, nada más, de ti mismo.
Creo, entonces, que hay que ser valiente
y quemar internamente con decisión aquello que nos hace sufrir, y actuar y
pensar y sentir con libertad hacia situaciones más
pacientes, más tolerantes. Este es un mundo tan exigente y nos inoculan tanta
exigencia, que la vida se pasa corriendo y echas la cabeza atrás y solo te da
tiempo a ver tu ego y su sombra que te persigue.
Por suerte, hay mucho más que el ego. A
este le encantan las fronteras, la posesión, el orgullo.
Por eso si purificamos todo ello con el
fuego del amor, con el agua que todo lo envuelve, a lo mejor todos los días
cambia un poco todo.
Recuerda: la atención en local. Abrazos.
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva
2 comentarios:
Es importante tener esos momentos de paz. Siempre me he dado cuenta de ello pero desde que estoy en tus clases todo lo intento hacer más conscientemente. Hay un texto que me encanta y que se llama Desiderata. Empieza así: "Anda plácidamente entre el ruido y la prisa y recuerda que paz puede haber en el silencio..."
Bueeeeenooooo..Carlos ya me gustaba oirte..y ahora mas me gusta leerte...
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