Son los sentidos los que nos permiten realizar una composición de nuestra realidad, de cómo nos vemos y cómo vivimos el mundo. Dentro del budismo por ejemplo, se considera a la mente como otro sentido más, y diría igualmente que en el viaje interior del yoga surgen diferentes capacidades que nos permiten recabar información sobre lo que nos circunda, y por tanto ayudarnos a comprender, por ejemplo: las vibraciones, pues uno se convierte en una antena con el paso de los años, en un receptor y emisor de sentires, de energías, de lo invisible.
La vida actual con sus apresuramientos, con su engaño de la falta de tiempo, con su codicia en todos los niveles nos va embotando los sentidos. Los va taponando, como si el agua clara fuera cubriéndose de barro que nos impidiera ver el fondo del río. Da un poco de risa comentar que una pantalla no tiene sentidos, pero gran parte del día, la información que recogemos proviene de ahí.
Es decir, entre la falta de espacio de estar con uno mismo en una situación de calma escuchando y sintiendo la vida, a lo que sumamos la dictadura tecnológica en la cual estamos inmersos, se nos va castrando una percepción adecuada de la realidad, y por tanto de una interpretación vital que nos ayude a vivir con mayor plenitud y dicha, y ello nos aleja de nosotros mismos y de los demás. Diría incluso que nos cuesta mantener una narración continua vital sin interrupción tecnológica.
Los sentidos se van cegando, la vida también, pues ni sabemos como huele una manzana o una naranja, pues no hay tiempo para buscar una fresca. Antaño percibíamos con una mayor amplitud las situaciones; diría que no se iban acotando, pues creo que una característica de un buen uso de los sentidos es su oportunidad de amplitud, de descubrimiento. Al embotarse es como ver siempre el mismo corral. Hablo de realidades, no en inmediatez, sino en un discurrir de vida natural cuando se nos abre la existencia sensorial.
Entiendo que para recuperar los sentidos hace falta pausa, e igualmente ayudarnos a nosotros mismos a escuchar a la manzana, a olfatearla, a verla en su realidad de manzana, no como un producto para consumir, reluciente, lustroso, pues el canto del ave sólo la oímos en pausa o en un tempo no acelerado y voraz.
Diría que a los poderes dominantes les interesa que los sentidos se encuentren ofuscados, insensibles, en cárceles prefijadas donde siempre se reiteran las mismas percepciones, y el manejar dichas interpretaciones permite manejar al ser humano, que poco a poco va perdiendo su potencial y su libertad.
El yoga es frescura, los sentidos también. Son presente, la vida también. Por lo que el yoga es una hermosa oportunidad para realizar el viaje de ir recuperando los sentidos y entre ellos el olfato.
Es el olfato un sentido que me atrae, en apariencia invisible, pero fundamental. Lo encuentro muy ligado a lo primigenio de la vida, a la tierra, a la naturaleza de donde provenimos, a la base del animal que somos. Sin ese sentido no hubiéramos sobrevivido como especie, sólo hay que reflexionarlo un poco para darnos cuenta de su importancia.
Por las mañanas, de madrugada, y al atardecer salgo a pasear. Es un poco antes de la salida del sol cuando al andar con paso tranquilo me llegan los olores limpios, con una mayor nitidez: la sal del mar allá a lo lejos, el diferente olor de los árboles y los arbustos según avanzo por el bosque. Hay días en que siento mediante el olfato que se acercan las lluvias, o huelo un día de sol implacable. Igual que me llega el olor de las personas que amo y ello me remueve el corazón.
En esos paseos me suelo detener ante un olor o un resplandor visual interno, y huelo la flor, o me restriego las manos para empaparme de su olor. Voy trazando una biblioteca de olores en mi interior dondecada perfume es un regalo que me da la vida en ese momento. Son olores breves, pero a la vez infinitos, eternos, pues permanecen en mí y en la vida que me rodea.
Hay una conjunción de sentidos, pues la vista aprecia la belleza, el tacto la acaricia, el sonido de las hojas me envuelve, y el olfato me lleva a mis ancestros, me lleva al origen, y a la vez siento que me ubico, que estoy colocado en el lugar que tengo que estar, me da una sensación de presencia inmensa, y sigo así, día día, paseando con mis pausas para sentir por los sentidos, y sobre todo me gusta oler la vida en estas diferentes situaciones, pues me recuerda que estoy vivo.
Entre los animales es el olfato el que permite su supervivencia, su reproducción, la elección de pareja, su actuar en dicho momento. El mastín por ejemplo, la liebre o el burro, aquí en casa, no dejo de asombrarme cuando levantan el hocico y reciben los olores de kilómetros, allá en lo lejos. Si el mastín olfatea peligro ladra; si la liebre percibe el brote verde, va hacia él por el olfato, y lo come lentamente; el burro, igual que el mastín decide en el último momento que hacer de acuerdo al olor, o permanecer en la estática y salir al trote en busca de una nueva aventura.
El yoga nos va afinando los sentidos y nos ayuda a realizar un panorama de la realidad con un presente más veraz, pues el continuo afinar genera una mayor claridad donde hay menos barro en el agua descubriendo que hay una mayor nitidez de fondo, una realidad de mayor amabilidad.
Además la propia practica de las diferentes posturas de yoga ligada junto la respiración es un continuo fluir consciente al percibir el mundo al inhalar, y es un limpiar lo interno al exhalar. Ya en la vida ese trabajo interno que realiza el yoga con la atención, potencia y amplifica los sentidos, ayudando a llevar las situaciones de vida hacia lugares de mayor ternura y belleza, para llevarnos de la mano a nuevos descubrimientos cotidianos.
Creo firmemente que la respiración dispone de una inteligencia que nos riega de vida lo interno, por tanto el olfato es ese canal de entrada de la inteligencia que recorre el universo y entra en nosotros, nos recorre, nos sana, nos limpia y vuelve hacia el cielo para que otro ser vivo lo siga compartiendo. El respirar no impone fronteras, y los olores tampoco tienen amo, por tanto el disponer de ese sentido agudizado nos ayuda enormemente en apreciar qué somos en contacto con la tierra y con el cielo, con lo tangible y con lo intangible, y nos hace darnos cuenta que todo se comparte, pues la vida es la de todos cuando la vivimos.
"Polk Salad Annie"-Tony Joe White
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Huelva, Julio 2025
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