domingo, noviembre 25, 2012

Bajando a tierra: algo más de Muladhara





Es tiempo de siembra de los árboles. Hace un año estuve recogiendo semillas, cortando esquejes. Todos en su momento los coloque cuidadosamente en una macetita. Han pasado los meses, y de las semillas por un lado, de las ramitas por otro, han nacido árboles. Meses de regar y estar atento a ellas.

Me encanta plantar árboles, me gusta mucho ese tiempo lento del brotar de la tierra, ese tiempo lento de nacer de lo minúsculo y convertirse en un pequeño arbolito.

Hay muchas macetitas, hay muchos arbolitos, y voy plantando despacio cada uno de ellos, sin prisa, ofreciéndome como un regalo el plantar vida, vida para compartir con la tierra, con el sol, con los demás arboles, con los pájaros, con las mariposas con la naturaleza.

Sólo planto uno o dos cada vez  que subo al campo, y lo hago tras realizar todas las tareas campestres, las tareas fijas son las siguientes:

-Limpiar el agua de las gallinas, de los perros y de las burritas, llenarlo de agua limpia.
-Dar de comer a las burritas, por un lado su mixtura de cereales, por otro la paja colocarla en sus comederos en el pajar. Me encanta "trinchar" la paja y deshacerla en sus comederos. La paja está en empaques en forma rectangular, que tengo apilada para todo el año.
-Dejar la comida a los perros.

Por otro lado hoy tocaba sanear alrededor de los frutales, y he repasado con la azada varios pequeños limoneros, un manzano, un aguacate y dos olivos. Todos han nacido de aquello que comí.

También he cortado ramitas de un granado, y las he plantado a la vera de una de las vallas. Con el tiempo se convertirá en una valla vegetal llena de deliciosos granados. A veces creo que dentro de cincuenta años una niña cogerá bajo el sol de primavera una granada, su madre la partirá y comerán ambas de ella. Al plantar el palito de granado es como si les ofreciera la granada, es mi regalo.

Hace un año plante un pequeño jazmín cerca del Be-Bop, para acordarme siempre de él. Ha crecido tanto que hoy he atado sus ramas en ramilletes a la verja del gallinero. Sólo le falta florecer. Verde, verde está el jazmín.

Puse también una caja de plástico, de esas de fruta, llena de paja en el gallinero. Hay una gallina en el gallinero que pone huevos. Y me he regalado una incubadora, así que dentro de veinte días los pondré en la incubadora.

Hace unos días también me encontré un arbolillo en una basura de Huelva ciudad, lo he podado y lo he plantado al lado de una pequeña higuera.

Corté también hojas de higo chumbo de una chumbera en la entrada de casa, y las plante en hilera. Hoy ha sido como profundizar en la creación de futuras barreras vegetales.

A veces comentamos que vivimos mucho en lo mental, y eso resulta pesado. Cuando estoy con la tierra, sintiéndome a la par de la naturaleza, todo adquiere su fragilidad, ya nada es tan importante, voy comulgando en mis labores de campo, oliendo el aire y observando los cambios de luz, deteniéndome para apreciar la belleza de los diferentes momentos. Bajo a tierra y me habito a la par con todo.

Pisar y sentir la tierra, centrarme en pequeñas labores donde mi inteligencia corporal, mi inteligencia del sentir, mi inteligencia respiratoria viajen juntas. Pequeñas labores donde la atención no se encuentra distraída más allá del acto en sí que estoy realizando. Labores simples, quehaceres donde no hay tanto mental y donde la presencia resulta más obvia en su disfrute.


Ravi Shankar





domingo, noviembre 18, 2012

Lo lleno y lo vacío en la meditación



"Todo el cuerpo debe ser transparente y vacío. Dejar que el interior y el exterior se fundan y devengan uno" 
Antiguo maestro taoísta

Llenos de ocupaciones. Llenos de preocupaciones. Llenos de rapidez. Llenos sin tiempo. Llenas las horas. Llena la tripa. Llenos de lo insustancial. Llenos de quejas. Llenos hasta la glotonería.

Acostumbrados a habitar únicamente el espacio mental, este se llena con rapidez. Así, lleno todo, da más seguridad. Se llena para huir del vacío. Se llena buscando sin límites. Se llena porque nos han enseñado a llenarlo.

Una vez el trastero de nuestra mente se encuentra lleno, ¿cómo puedo vaciarlo?

Pues, si se encuentra hasta los topes, surgen todo tipo de enfermedades.

Sin espacio interno no corre el aire, no llega el olor del jazmín, lo caduco se apodera de mí, pienso que es algo nuevo añadir algo más al trastero pero, en realidad, es terreno ya arado y marchito.

Cuando meditamos y aprendemos a observar lo que somos en esa innumerable lista alocada de pensamientos, al inicio, esos vectores sin orden, esas emociones adheridas nos damos cuenta como corremos detrás de todos ellos y nos vamos acostumbrando a nuestra soledad y nuestro vacío. Sin miedos.

Buda decía: "Simplemente respira".  Un maestro taoísta añadía: "Doma tu caballo".

Si mi atención va a mi respiración y con ello fijo al observador. Si profundizo en mi respiración, y lo alocado se va vaciando. Si tanto ruido mental va menguando, y va surgiendo el silencio interno. Si dialogo con mi cuerpo y con mi respiración. Si aprendo a estar centrado. Si aprendo a habitarme, a vivirme, a sentirme.

Ya estoy vaciando el trastero. Ya voy transformando lo caduco. Ya empiezo a oler a jazmín.

Así aprendo a estar vacío, a profundizar, a retirar las capas, a fluir como un río.

En el silencio soy. Si me lleno, me vacío. Y así estoy, respirando mi vida. Y ya vacío estoy abierto a ti, a la vida y al cielo, a la tierra y a las flores.

El Último de la Fila-"A Jazmín"

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva




Artículos más visitados

Amigos del Blog

Todos los artículos a un clic

Traslate