martes, diciembre 22, 2015

El sentir que respiras



 El sentir que respiras


posted 22 de diciembre del 2015

Mi visión del yoga la he ido mostrando estos años mediante las clases, los retiros, la formación, o en los cursos para profesores, y todo ello lo he ido escribiendo en el blog. Hay comprensiones que van cambiando, pues yo voy cambiando; el aire fluye,  también lo que soy. Las estaciones vienen y se van, igualmente lo que siento.

Mi enseñanza de yoga se basa en un yoga al que cualquier persona puede acceder, sin que haga falta que tenga flexibilidad, condiciones excepcionales de algo, o cualquier aptitud especial. Suelo comentar las siguientes palabras cuando me preguntan por las clases:

-Solo te hace falta constancia y paciencia, nada más. Vas aprender a respetarte, a verte, y eso es algo muy bello. 

El yoga no es una competición, tampoco un juego de posturas donde la base es forzar. Esa es mi visión del yoga, y según ahondo y profundizo -pues vivo en yoga-, más siento lo que comento como una de las bases de una clase de yoga, o de cualquier acto de mi vida.

Pues recordemos, la asana o postura es lo que soy. Me muestra entero, de cabo a rabo. Y la labor del profesor es direccionar al alumno o la alumna hacia un estado de equilibrio, y ello supone una responsabilidad. Para ser responsable hay que comprender que el yoga nos muestra cómo ser responsables de nosotros mismos, y más si eres profesor.

Y la clase, ¿qué es una clase? Pues lo mismo, un reflejo de lo que eres. Un reflejo de la vida que habita en ti, una transmisión de una sensibilidad, un estado de ser, del tempo de la vida.

Difícilmente me declaro competitivo, o no me veo jugando a ser tenso con los límites. A mí me llena sentir, sentir la vida, sentir la postura, sentir la clase, sentir mis desequilibrios, sentir cómo me equilibro.

Para sentir es importante conocer qué significa la pausa.

La pausa es la capacidad de detenerme y verme, sentirme. La pausa implica silencio interno. Y la propia progresión de una clase nos va llevando a la calma y al silencio, Entonces, eso que siento he de absorberlo, saborearlo bajo las bases de la pausa.

Así va naciendo la escucha, que es escuchar más allá de la mente bajo unas determinadas condiciones de introspección; cuando convive con nosotros, la escucha se convierte en un estado de percepción, de uno y del mundo.

Cuando descubro con asombro -sí, sí, todavía queda asombro en uno- que lo que siento, ese sentir, es tan mágico como real, voy introduciendo esas pautas, ese sentir, ese silencio, esa calma en mi vida cotidiana, y me doy cuenta que mi vida cambia hacia lo mejor de mí.

Pues el sentir es un vector cuya dirección ha de ser el corazón, y aquí entra la labor del profesor.

El sentir quita protagonismo al ego y eso es importante. El ego es indispensable, pero tiene su lugar. Somos más que ego. Y un camino para darnos cuenta de ello es abrir paso al sentir.

Claro, el sentir te hace sentirte abierto y eso da miedo a veces. Pues si estoy abierto soy vulnerable.

El sentir abarca todo el espectro, no es ni bueno ni malo, es como la gama de colores de un arco iris tras una lluvia suave mientras luce el sol.

Ah, pero el camino es ese. Sentir es ser vulnerable, es una fragilidad que no es derrota, es sentir.

Sentirme, amarme, fluir, aceptar... La práctica de ello te da una fortaleza que no tiene fin, porque estas en ti sintiendo, y no hay tanta mente creando situaciones de cerco. Si no hay fin, hay todo. Y si todo está ahí fuera y encima vive en ti, el viaje resulta maravilloso.






Artículo escrito por Carlos Serratacó




lunes, diciembre 21, 2015

Cultivando el amor o modos de enraizar ahimsa o la no violencia


Cultivando el amor o modos de enraizar ahimsa

posted 21 de diciembre del 2015

"El amor cura".

"Artículo dedicado a todos los refugiados, a su interminable andar, a su valentía, a su búsqueda.
Refugiado, no eres refugiado, eres familia, eres hombre, eres mujer, eres niño, eres niña".


Si nuestro cuerpo, nuestro espíritu, nuestra mente fueran un templo sagrado que requieren el mayor respeto, o un jardín hermoso que solicita las mayores atenciones, ya habríamos ganado el primer paso para enraizar la no violencia o el amor.

Es el roce con lo íntimo de uno lo que nos va abonando las condiciones. De ahí, si ese roce tiene la dirección adecuada, el sentido profundo correcto, surge el sentir. Sentir es que siento, despierto mi sensibilidad, la despierto poco a poco desde lo profundo. Ese sentir me da comprensión de mí, y del mundo. Lo externo deja de ser tan agresivo, tan tenso, tan fragmentado, pues la sensibilidad te va uniendo, creando unidad entre los fragmentos. Ya no hay mil yoes. Hay un sentimiento muy grande. Eso es amor, amor que nace de lo íntimo, no amor conceptual. 

Junto al sentir está ese centro del que tantas veces hemos hablado. El centro se siente dentro, es físico, es mental, es emocional. Su eje es la columna vertebral, todo el sistema nervioso. Su centro, el corazón, que nos late y late el mundo. Sus pies, la realidad del enraizamiento. Su espíritu, el hálito que respiramos. Su cielo, esa mente que, penetrándola, te muestra el silencio que todo lo invade. En el silencio siento, veo y amo.

Un sentir, un centro. Sumemos más cositas: la presencia, que es un estado de ser. Es decir, el ser, aquello que no es los mil yoes, se va manifestando. Uno es consciente y, como digo a los alumnos, todo es excusa para alimentarlo. Vivir, no tan perdido en las vaguedades de una mente ansiosa o profundamente egoísta, anclada en pasados dichosos o sufrientes, o proyectando vaguedades que alimentan alguno de aquellos yoes. Vivir siendo. Vivir educando la atención en tu hilo de la existencia. Vivir estando es lo mismo que vivir amando.

Un sentir, un centro, la presencia. Sigamos sumando: si soy, si siento, si estoy centrado, si hay un corazón, nace entonces la entrega. Simplemente te entregas, nada más. Te rindes, sin más explicaciones. En calma eres, y eres dando como eres. No hay momento, hay entrega. Rendido solo cabe sonreír, dichoso. Es una sonrisa que nace y evoca el corazón.

Un sentir, un centro, la presencia, la entrega. Todos ellos son una realidad. Todos podemos acceder cultivando con atención el jardín hermoso, respetando con profunda reverencia lo que somos.

¿Somos? Somos, somos todos.

"Gracias, pan; gracias, panadero; gracias, transportista de pan; gracias, agricultor; gracias, semilla; gracias, tierra;  gracias, lluvia;  gracias, aire."




Artículos más visitados

Amigos del Blog

Todos los artículos a un clic

Traslate