martes, octubre 02, 2018

Mente condicionada y meditación





 -Papito, ¿cuando me vas a poder cargar?
Estás siempre malito en la cama.
-Amor, ya estoy más de pie.
¿O no me sientes ahora?
Estoy aquí contigo, a tu lado.
                                                Alba y su papá 


-Te noto muy zen.
-Sí, lo estoy.
Estoy vivo,
y ya puedo estar de pie algo más.
                                               Carlos


"Cuando una mente refrenada por la práctica del Yoga se serena,
 y en el momento en que uno,
viendo el Sí mediante el sí,
encuentra su contento únicamente en el Sí" 
                                                 Bhagabad Gita 6/20

Volvamos a hablar de ciertos temas y sumemos otros, y quizás veamos que sí, que tenemos ahí respuestas a algunas preguntas sobre el misterio de la vida, y ello nos pueda ayudar si estamos realizando un camino interior o deseamos empezar a andar. Algo de desbroce en el bosque de nosotros mismos, bajo el prisma de lo andado estos años por mi parte.

El yoga, al ayudarnos a ampliar el campo de conciencia y sacar a la luz cualidades intrínsecas a la vida, nos va mostrando el camino hacia una calma despierta.

Si practicamos zen, nos ayuda de un modo muy real a vaciarnos de lo muerto en nuestra mente, y nos muestra una realidad pelada de una sorprendente belleza.

Si practicamos el Tao, el aprender a fluir con una determinada energía, nos muestra una fuerza que emana de la vida en una suavidad humorística, y con un enraizamiento sorprendente ante las olas de la vida, es un surfeo hermoso.

Si practicamos budismo, su capacidad de penetración en la mente acompañados de la mano de un corazón compasivo confluyen mostrándonos un ser humano muy tierno.

Todas estas disciplinas a lo largo de la historia se han alimentado unas de otras, se han ayudado, y se han hermanado para mostrar que la vida es algo maravilloso, y que hay algo más que una mente sujeta a condiciones, o una mente corrupta, o una mente no aprovechada adecuadamente, o una mente egoísta. Nos han mostrado modos de aprender cualidades que emanan de su propia práctica al ser todas disciplinas experienciales, basadas en la propia experiencia del practicante. Nos han enseñado que el camino se encuentra lleno de obstáculos y que eso es maravilloso.

Todas se aúnan en el aspecto meditativo, por ejemplo, el yoga. Ya Patañjali nos decía que su sentido, ya sean las posturas o todo lo que tú quieras, es llegar de determinado modo o estado de ser a la meditación, por lo menos como base para ulteriores experiencias. En el zen, hay que sentarse con dos narices a meditar, y el ritual se convierte en algo fresco. El Tai Chi, como reflejo del Tao, es una meditación en movimiento, lo mismo que la vida. Y en el budismo igualmente la base es la meditación con un profundo sentido ético y de responsabilidad.

Meditar es aprender a sentarse y verse. Observaremos que nos cuesta mucho vernos, pues todo es una amalgama de pensamientos, emociones... Es que el primer paso es aprender a ver esa amalgama que eres tú en unas condiciones de calma, y eso es largo de conseguir. Nos daremos cuenta de qué nos componemos, cómo somos, cómo actuamos, cómo pensamos, e irá fortaleciéndose dentro de nosotros una calma silenciosa que está viva, pues esa calma silenciosa viva tiene un corazón que ve más claro, tras drenar tanta convulsión en la que nado cómodamente. 

Es decir, yo no puedo decirme que soy la viva calma y luego ser un egoísta o un cabronazo, simplemente, me sigo engañando y lo que hago es lo contrario, fortalecer en una calma muerta lo que era antes. Quiero decir con esto que el trabajo, la displina de la meditación muestra sus progresos en mi modo de ser como persona, y no hay nadie que me juzgue, pues no hay nada que juzgar, soy yo el que he de verme, y el que he de ir viendo cómo soy, e ir penetrando en las claridades de un modo adaptativo y sutil.  Es un camino arduo, pues a una mente sujeta a tantas condiciones, es decir, sujeta a condiciones de verme bajo mis lastres habituales, y mi codicia y egoísmo habituales, o mis deseos o ira o reactividades habituales, o bajo las condiciones educacionales, o culturales que tenga cada uno… a esa mente, digo, le resulta fastidioso encontrar claridades. También hemos de sumar la parte no consciente que se muestra en la meditación, y donde vemos cómo maneja nuestro presente a su antojo. Todo ello, a mi parecer, es maravilloso. Así somos, y encontrar el camino en el bosque no es fácil. ¿Quién ha dicho que lo fuera? Si lo fácil es poner mi vida en una red social o una fotito  para que me vean, y esperar a que me pongan un me gusta, o hacer el tonto por wasap o cualquier pantalla estúpida. Es muy triste, pero así es.

Os aseguro que, según vayais encontrando claridades, vais a sentir cambios importantes en vuestra vida, y como he dicho muchas veces en el blog, nacen cualidades que nos hacen menos egoístas, menos codiciosos, no de dinero, sino de emociones y muchas más historias; menos dependientes; simplemente nos hacen mejores seres humanos, como digo últimamente, es decir, más libres, que no significa hacer lo que uno quiera; significa tener mayor claridad hacia la vida con una base firme en presencia.

Si alcanzo una estabilidad en las claridades y en las cualidades que nacen de estar sentado meditando o de mi propio trabajo interior, se nota, insisto, se nota de inmediato, y el primero que lo nota es uno mismo. Es decir, en claridad no hay engaño, hay claridad, por tanto soy yo mismo el que me muevo en ese pequeño despertar, no mi vecino. Eso sí, según yo interprete y actúe con mi vecino veré si tengo claro la claridad o sigo en las mismas.

Probemos, sólo hay que sentarse y verse, y luego actuar con el sentido de responsabilidad y ética que surge de ese sentar. Lo demás es paja, paja de la buena, que solo arde sin parar hacia ningún lado.

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Bomba Estéreo-"El Alma y el Cuerpo"

 y "To My Love"

y para la indecisión pa verse, una meditación pa´practicar

Meditación del octuple sendero bribón

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva



viernes, septiembre 28, 2018

Gurús, maestros y la falta de referencias espirituales








"-Papáaaaaa.
-Sí, amor.
-La vida es rara.
-Sí, cariño, así es.
-También es divertida.
-Sí, cariño, hay que educarse en la dirección.
-Jaaa, la vida es rara y divertida.
-Sí, Alba, amor".

Llevo muchísimos años impartiendo yoga, de mi boca jamás ha salido la palabra gurú, no entra en mi conceptualización analítica razonada, y del instinto que discierne que nace de mi comprensión. Y quien me conoce lo sabe. Para mí esa palabra tiene significados que no entran en mi alma. No creo en los gurús, ni en la palabra en su significado actual. No creo en los maestros de fin de semana. Por otro lado, siempre he corregido al alumnado cuando me ha usado con una supuesta referencia llamándome maestro. Mi nombre es Carlos, y soy un humano que ejerce como profesor de yoga. Y que quede claro.

Lo que sí he dicho son dos frases a modo habitual:

"Decapitadme si me habéis puesto en un pedestal; soy humano, y voy al baño, igual que vosotros, y estoy lleno de imperfecciones, y me encanta".

"Vuestro único maestro sois vosotros mismos, y vuestra práctica en la esterilla en la dirección que decidáis os lo muestra o no. Ese sí que es el maestro, veros desnudos, fuera de tantas autorreferencias a vuestra propia imagen, o confusiones egoicas."

Ahora resulta que me tocan un poco en la sensibilidad en una clase de yoga, o me hacen llegar al límite y ya tengo maestro. O hay lugares donde te vas un fin de semana y sueltas dinero, y ya tienes tu primer grado de maestro. Y luego, tras tres pagos, ya eres maestro. Es de risa. Y aquí todo el mundo certifica maestros si se le paga bien. 

El escribir que hay en nuestra sociedad una falta de valores y hacen falta referencias es obvio, pero yo no me vendería y no me atrevería a llamar a nadie maestro ni permito que nadie lo use conmigo.

Y si hablo de maestros, pues puedo hablar de Cristo, puedo hablar de Buda, puedo hablar de Patañjali o, por decir un maestro actual, puedo hablar de Thich Nhat Hanh; puedo hablar de seres que en su legado, sus palabras y comprensiones maravillosas son referencia, pues lo vivieron  y viven así en su vida, con el ejemplo, en sencillez, y humildad y entrega.

Comentaba el otro día cuando surgía este tema y ponía un ejemplo de etiquetado a lo periférico, es decir, por ejemplo, ser cristiano de boca pero no de corazón. Por ejemplo, supongamos que soy cristiano, pues vivimos en una  cultura cristiana. Pues creo firmemente que si no me quedo en la periferia, es decir en la boca, y trabajo internamente hacia el amor, hacia mi corazón, llegará a mí, la comprensión. Pues Cristo es amor. Es decir, una cosa es lo que digo, y otra hacia dónde me muevo en mi acción y esencia íntima. Si yo en mí vivo mi vida de verdad con amor sintiendo mi corazón, sí que represento a Cristo en la tierra; o si mis oraciones me hacen sentir compasión, por ejemplo, es decir acompañamiento del otro, que luego practico en mi cotidiano, jopé, pues puedo decir que soy cristiano, o tengo una dirección hacia dicha comprensión del cristianismo.

Quiero decir con esto que lo tenemos ahí, sólo hay que dar el salto.

Nos pasa lo mismo con el yoga. Aquí todo el mundo es maestro, todo el mundo está iluminado y todo el mundo tiene comprensión. Por favor, quizás convenga lavar los pies de tu vecino en humildad y ver dónde se encuentra la esterilla, arriba o abajo.

Creo en las personas, y las personas se pueden mostrar de muchos modos. Todas lo hacen lo mejor que pueden, pero es importante no olvidar que la vida nos muestra oportunidades en los momentos que hacemos falta si estamos ahí o no. Yo no puedo decir he estado ahí de boquilla y no haber mostrado en hechos y en lo íntimo que he estado.

Seamos pues prudentes y pacientes que todo va a llegar, pero para ello es importante el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, y para eso hay que aprender a trascender un poco la dicotomía básica y mostrar en hechos que he encontrado en mí desnudez.

Para acabar, el otro día iba al campo. Voy por la carretera 435. Suele haber animales atropellados. Mi sensibilidad hacia este tipo de situaciones la tengo latente desde niño. Ahora no toca contarlo. Y durante años, como está expresado en este blog, conviví con muchos animales que recogí y ellos sí fueron mis maestros, así como la naturaleza que nos envolvía.


Vi dos perros grandes, pegados a la línea del arcén, acababan de atropellar a uno. El otro, su compañero, estaba sentado junto a él, no se movía un milímetro en su dignidad y lealtad amorosa. Me impresionó, coches y coches pasaban al lado de ellos en su prisa loca. Me hizo reflexionar mucho. Sin tanta esterilla ni tanto jaleo, esa inocencia de amor, valentía, y soberanía hacia el otro. Imperturbable el perro sentado junto a su compañero muerto, ¡que dignidad! Me puse a llorar, no de pena, si no de que está ahí, y tantos años matándome para mostrar algo que siento que está ahí....


Artículo escrito por Carlos Serratacó


Los Ronaldos-"El Guru" y ""Adios Papá"
 

lunes, agosto 27, 2018

Recogimiento en medio de un Trueno



"Es muy fácil realizar una postura invertida.
La lucidez es aprender a tener la dignidad de saber estar de pie,
y luego ya, muéstrate como quieras".
Carlos 

"La práctica espiritual no nos libra del sufrimiento y de la confusión, simplemente nos permite comprender que eludir el dolor no sirve de ayuda alguna".
Un budista 

Tantos meses sin ir al campo permiten a la naturaleza que siga su curso: la hierba crece hasta límites inimaginables; los tallos se ponen anchos y duros; las ramas secas van cayendo de los árboles; los árboles necesitan recuperar los cuidados, entre ellos, lo fundamental: el riego y el agua; y generarles condiciones de esplendor.

Así que Trueno y yo nos hemos dedicado estos meses a ir quitando hierba, pues no se podía acceder a la casa de lo alta y poderosa que se había puesto. Ahora hay más espacio, y puedo centrarme en el riego que se ha deteriorado, y en arar alrededor de los árboles creando pequeños cuencos para que se recoja el agua y se mantenga hasta su absorción.

Nicolás, un hombre sabio, mayor, amigo mío, desde hace mil años me dice:

"Ahora que los días son más chicos es cuando hay que estar más atento al riego".

Esa frase quiere decir que ahora que, sobre mediados de agosto, todos los años, hay una disminución del poder solar, y parece que los árboles, la tierra, la vida necesita menos agua, pues es al revés: es en esta época cuando las hojas se secan más rápido y, por ende, el árbol. A veces, por más agua que eches al árbol, no significa nada, y eso es porque lleva meses en condiciones difíciles. Y este final de verano es vital poner mayor atención al conjunto, de ahí los cuencos de recogimiento. Es el tiempo en el que la raíz, por más que profundice en la tierra, no encuentra agua y hay que ayudarla desde la superficie. Pues la vida no es sólo superficie, lo interno muestra lo externo.

Una vez Trueno acaba de zampar, sale en mi busca. Me ve desde lo lejos, desde lo alto; yo abajo, en la valla de la entrada de casa, nos separan unos 600 metros y él elevando la cabeza al cielo relincha de felicidad y de goce. Es un grito mítico, es un grito al cielo, es un grito de hermandad, es un grito primigenio. Luego sale galopando como un niño hacia mí. Es como un ciclón, su galopar es potentísimo. Uno ve que le viene el ciclón y se aparta, yo permanezco cosiendo la valla. Poco antes de llegar a mí, el ciclón se detiene en un frenazo; ahora la calma le envuelve, se acerca a mí, y se frota conmigo.

Sigo cosiendo la valla; Trueno se tumba en una de sus camas. Sus camas son lugares de dicha donde él, cuando está feliz, retoza. Tiene dos en casa: uno al principio de la finca, otro al final. Y así, mientras yo voy cosiendo y ocultando desde fuera la visión de las praderas, él se reboza una y otra vez, hasta que se detiene y, desde el suelo, con la tripa apoyada, me mira, y se queda ahí mirándome.


Ambos plenos; no nos hace falta nada más.



Margaret Qualley- expresando "Kenzo"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

sábado, agosto 25, 2018

Volviendo al hogar



 "A un loro le transmites el sagrado koan WU,
pero sólo sabe repetir BU".
Carlos 

"Papito, ¿la vida es infinita?
Sí, amor mío, lo es, y se muestra en todo, hija mía".
Alba y su papá 



La noche no se ha convertido en día, el aire fresco me recorre. Lentamente,  pequeños rayos de luz van ampliando la visión según subo el camino de casa.

Hace dos meses empecé a volver a casa, a Beas, al que era mi hogar, en pleno campo en medio de la campiña. Hace seis años me marché para difundir el yoga en Huelva in situ, del campo a la ciudad, aunque lo llevaba haciendo desde que llegué al campo en el 2004. Han sido años de un trabajo inimaginable, de miles de horas de clase, de generosidad, de entrega, de ir día a día, sumando alumnos y alumnas, uno a uno, una a una, en los gimnasios, en la escuela, en la playa, en cualquier lugar. 

Ha sido agotador. Resulta agotador dar a comprender la pausa, el abandono, el que unas manos son algo más que unas manos, el que una clase de yoga se puede dibujar y esa plasmación no muestra un cuerpo, muestra un todo en sensibilidad, el que se puede empezar meditando en clase, el que es posible dar yoga a los niños y las niñas, a los bebés, a mujeres embarazadas, a impartir yoga terapéutico para patologías concretas, a usar soportes para la práctica amorosamente, como apoyo, no como exigencia; para qué hablar, pues he predicado el no esfuerzo y no he parado de esforzarme durante años de mostrar de un modo experiencial que somos algo más que máquinas materialistas automatizadas, que simplemente, nos mueve algo llamado corazón. Subo la cuesta y, como esos rayos de luz, me vienen fugaces como destellos, el sobrehumano esfuerzo que he realizado, son sólo unos segundos.

Vuelvo a mi presente y al final de la cuesta Trueno ya ha salido a verme. Se coloca junto a mí, y me acaricia con su hocico, me llena de besos, su cuerpo inmenso, de gran tonelaje, lo frota con el mío. Levanto su cabeza, la coloco sobre mi hombro y le devuelvo los besos:

¿Cómo estás, amigo mío, compañero? Venga, vamos.

Ambos subimos en dirección al pajar, él me mira mientras le coloco el grano, yo le acaricio mientras come.

Al caer enfermo hace un año y siete meses tuve que dar a las burras y abandonar completamente el campo, pues no podía andar, sentarme o simplemente vivir sin el dolor de muerte, pues mi vida se la comió la enfermedad. Se comió mi trabajo, mi sustento, mi cuerpo, mi mente, mi hija, se lo comió todo.

Tengo buen  estomago, y soy austero en el comer, así que, realizada la digestión y...

Gracias a mi perseverancia en rendición,  a mi dulzura implacable, y al amor y apoyo incondicional de unos pocos seres humanos, estoy aquí, de pie de nuevo.

Ya no vivo día y noche muriéndome en el dolor, sigo cayendo cada semana, pero me levanto más fuerte, pues el dolor de muerte es un gran maestro, y te bendigo, maestro mío, te quiero como a mi burro, y te agradezco, vida mía, haberte conocido. Me has adelantado de aquello de lo que todo el mundo huye, y estoy aquí de pie, sí, de pie. Todos huyen de la muerte, o del dolor de muerte. Simplemente aterra, pues es el terror, pero sabes, dolor mío, no te quiero, te amo, y me río de la vida, pues me encanta con sus bellas contradicciones. Tú sigue ahí, amor, tumbándome, que yo seguiré levantándome.

Hace un par de meses traje a Trueno a casa. Antiguamente se tenían animales de poder a modo interno, las culturas antiguas siempre han sido sabias. Sí, se las han comido ese materialismo homogéneo pastelero que muestras sus espasmos en las redes sociales, pero la sabiduría sigue ahí, para quien desee aprehenderla, en el corazón, y sí, uno de mis animales de poder es el burro o la burra, animal noble, fuerte, empático, salvaje, dócil en amor, libre, digno, leal, bello o bella.

Cada día agradezco más su presencia, me recoloca, me atrae a mí, por si me he olvidado por un momento quién soy, y es gracias a todos los tusamis de los dos últimos años que estoy aquí, de nuevo, hermano mío, ambos los dos valientes, blandos, fuertes, con un corazón inmenso, el burro y yo, y esos pocos seres humanos.

Angela Ricci-"Crazy" 

Artículo escrito por Carlos Serratacó 
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva



miércoles, mayo 30, 2018

Yoga bajo una morera




"Habiendo abandonado todo apego a los frutos de sus acciones, siempre contento y sin ningún tipo de dependencia de nada, aunque participa en la acción no se mete realmente en la acción".
Bhagavad Gita 4/20

Recuerdo que hace unos pocos años, cuando planté la morera, por un lado, me traía a mi niñez, a los gusanos de seda en la caja de cartón de unos zapatos, el buscar sus hojas para darles de comer, el observar absorbido cómo tejían su envoltorio de seda en una belleza inconmensurable. No había tiempo, todo era asombro y belleza y, cuando nacían las mariposas, eso era pura vida.

El podar es un arte. A mí me gusta ir observando a lo largo del año los árboles y, tras mucho meditarlo, decidir dónde ha de producirse la eclosión de belleza. Y para ello confío, y corto delicadamente lo que siento. Son muchos factores los que intervienen, pues es necesario que el árbol se exprese en lo que entiendo es, su modo equilibrado, y para ello hace falta tener paciencia y tolerancia, respeto y amor al árbol. Luego él y yo  -pues en realidad ambos formamos una unidad- nos regalamos aquello que nace.

Las moras eclosionan a lo largo de una semana, y no sólo me gustan a mí, también les gustan a la multitud de pajarillos que pueblan el bosque alrededor de casa, y a multitud de minúsculos insectos.

La morera se abre con todas sus ramas como una catarata de colores, y yo debajo, en el silencio interno de la dicha que me invade, del tempo detenido, voy cogiendo delicadamente mora a mora, hago pausas de disfrute, pues las hojas, las ramas rebosan de felicidad, y ambos compartimos.

Sólo recojo las moras que están al alcance de mi mano, rama a rama, momento a momento, sutileza a sutileza, y suavemente las voy colocando en el recipiente. No tengo ninguna prisa, ni avidez en el acto. Muchas veces los pájaros ni notan mi presencia, y se posan a unos centímetros de donde estoy, y les veo coger una mora y salir volando con ella en el pico.

Y así lleno un poco el recipiente, e igual por la tarde vuelvo y recojo otro poco. Lo curioso de todo es que pasan los días, y no hay menos moras, hay cada vez más, es como si por el respeto que ha nacido de ambos, el árbol me compartiera en su felicidad mayores frutos. Su savia fluye y me regala; por mi lado, le cuido en permanentes cuidados.


Volver a mi casa me ayuda a dar frescor a mi centro, a mi silencio, frescor a mi vida, y ella, la naturaleza, me reconoce como uno más, pues he estado tantos años ahí con ella. La vida como síntesis en sí misma en un pequeñísimo fruto de color morado, suave y blandito.

Sofía Ellar-"Amor de Anticuario"

Artículo escrito por Carlos Serratacó

viernes, mayo 25, 2018

El silencio



"Lo importante es jugar, papito, no ganar”
Alba

"El vencedor está sembrando odio
porque el perdedor sufre.
Que abandonemos la ganancia y la pérdida
y encontremos la alegría"
Buda

"Todo es Brahma"
Carlos


Un modo de darnos cuenta de que hay una progresión en nuestra práctica de yoga es que surge el silencio dentro de nosotros mismos. Ante todo cada uno siente su satya, por tanto, cada uno puede experimentar el silencio del modo que quiera. A mí me hace gracia que se crea que el yoga son sólo posturas y que dichas posturas han de ser perfectas. Lo curioso es que llevo años repitiéndolo; es inútil, la periferia, que llamo, la convulsión del ego nos lleva una y otra vez hacia la oscuridad. Es mi punto de vista y, como tal, lo comento en el blog. Para llegar al silencio, hay que reconocerse y aprender a silenciar lo que haya que silenciar en todos los estratos. La postura sólo muestra al profesorado que lo sabe vislumbrar el alma del alumnado, y es su responsabilidad dar las señales que su satya le muestra y que le señala del modo que vea más conveniente.

Avidya, la ignorancia, es experta en camuflarse, pues siempre permanece. Que cada uno resquebraje sus corazas y que cada uno encuentre su silencio.

La realidad en el silencio se encuentra en lo más hondo y sólo se accede mediante el silencio de la calma. Allí nace todo, como tal es inabarcable, es horizonte. Yo lo llamo "permanecer en la estepa"; es una estepa donde todo es horizonte y asentarse es un continuo trabajo interno, un continuo sadhana.

Para mí el yoga no son posturas, es espíritu. Para atisbar, hay que ir silenciando la periferia plagada de una mente caprichosa; unas emociones que nos apegan; unos gestos que nos muestran cuando lo que digo o hablo no se corresponde con el gesto; es la propia respiración la que nos habla de nuestro silencio.

La periferia en la convulsión de sus patrones habituales nos hace creer que estamos sujetos a algo. Es cómodo estar ahí pero, por otro lado, resulta que la inercia no nos deja ser lo que somos, y lo que somos no es lo que creemos ser.

El silencio como tal nos da pistas de lo que somos, pues el único modo de vivir el silencio es profundizar, es hacia dentro, no tiene nada que ver con el ruido, o con los patrones habituales.

El ruido engaña. Hablo de ruido interno, de ruido mental, de ruidos que nos impiden vislumbrar el potencial que tenemos como seres humanos, en la calma y en paz dentro de lo posible.

El silencio es primigenio y te va empapando. Bucear en la estepa implica hacerlo en plena y absoluta soledad y eso es jodido. Resulta más fácil todo lo demás.

El silencio nos limpia y nos va regenerando en el ajuste continuo de ser uno mismo, y ahí se encuentra el darnos cuenta, pues si nos damos cuenta que siempre giramos en el mismo sentido dentro de la peonza de la vida, seguimos en la periferia.

Habitualmente pregunto al alumnado: y tú, ¿de qué te alimentas?

Creo que, si bebemos del silencio, nuestra mirada va a resultar más fresca y, sobre todo, más real sobre lo que somos como seres humanos, pues entiendo que por lo menos yo, Carlos, no estoy en la tierra para dedicar mi tiempo a que me vean y alimentar un espejo perfecto, sino para otra cosa; eso es periferia, eso es que el espejo donde me miro se encuentra con la niebla de avidya, por ejemplo.

Hay que educar a domar la distracción, igual que se cepilla a uno de mis amados burros, en amor.

El yoga se muestra en lo cotidiano, no en la postura. Resulta absurdo que uno pueda ser profesor de yoga si es incapaz de verse, y encima tener la supuesta valentía de dar clase. ¿Qué muestro en clase?

¿El espejo, la periferia, el avidya perpetuo? ¿O muestro la presencia de mi silencio, que no se muestra, simplemente está, pues surge de dentro sin buscarlo? Resulta esencial la no meta, la no acción hacia el fruto, pues así no aparece el fruto.

Es importante avanzar desde la periferia reconociendo los pequeños espacios de silencio para ir progresando, sintiendo desde mi propia ética interna hacia dónde voy.

Está claro que, aunque dé en este artículo opiniones personales, eso no es la verdad, cada uno tiene su camino, pues el camino es plenamente personal y único.

Resulta imposible transmitir al alumnado el silencio, pero sí cabe señalar vías recorridas. Luego, que cada uno experimente, pues el silencio es pura experiencia de lucidez. Un buen modo de darme cuenta es ver si soy capaz de discernir.

El silencio es desprendimiento, es rendición, y el pretender acumular lo que sea dentro de mí e ir hacia el silencio es incompatible. Entiendo que la rendición es corazón y amor, y ello, igualmente, sólo puede ser experimentado por cada uno.

Al silencio, entonces, se va llegando de modo progresivo, entran en juego todos los factores de mi vida, es decir, cómo vivo como persona, y ello lo muestra mi karma. Por tanto, es un trabajo arduo.

Como decía, el silencio es primigenio, y por eso es raíz. Volvemos a la pregunta anterior: ¿cómo me alimento? Y no hablo de nutrirse de comida, hablo de alimentarse en lo vital: lo que pienso, lo que siento, cómo actúo, cómo es mi cotidiano.


El silencio no tiene identificación, es silencio. Según progresamos, uno es desde el silencio y, para ello, aprender a trascender es importante.


      Bomba Estéreo- "Soy Yo"

Artículo escrito por Carlos Serratacó


domingo, febrero 18, 2018

El zumbido de las abejas

                                                      



"Todos huyeron envueltos en su egoísmo,
y sólo quedamos el dragón y yo.
Su fuego me invita a la comprensión,
nace la fortaleza ante tanta debilidad,
mi corazón se abre y se abre,
y en mí vivo y observo,
con una calma inconmensurable
que me muestra la flor, la semilla,
el tallo y el color. Tanto color
por más que queme el fuego,
el dolor del egoísmo.
El amor brota sin escondites,
sin recovecos, en la realidad
de lo que es, pues soy amor,
y eso ni el dragón ni ningún humano
lo exterminará".

A lo largo de este último año pocas veces he podido volver al campo. Me apenó mucho ceder a las burras a un amigo pero la realidad es la realidad, y ahí no cabe negociación. Y la enfermedad me impedía atenderlas y compartirnos.

Las añoro. Tantos años juntos, "hermanados". A mí me gustaba comunicarme con ellas, teníamos nuestros propios códigos de amor entre ruidos, gruñiditos, gestos y miradas, nos hablábamos en lealtad. La convivencia a lo largo de casi media vida con la naturaleza me ayudó a comprender mucho de comunicarse la propia naturaleza con ella misma, y ella conmigo, entre nosotros.

Los árboles hablan, las flores también, el cielo, el olor, la luz, la tierra: todo expresa, y entiendo que es la sensibilidad y sutilidad de la percepción lo que nos permite expresarnos entre iguales con el corazón en la mano.

Me comunicaba con las tres burras, me comunico con Prana, el perro, y con el bosque que ahora se reparte alrededor de la casa donde viví tantos años. Antes sólo había piedra. y con mis manos regué mi alma, todos juntos; allí la tierra y el cielo, el sol se expresaban sin mentiras, a pecho desnudo.

Acabó un ciclo, ahora vivo otro. No me pierdo en la añoranza, y a mi corazón traigo la sinceridad de mi expresión de lo que soy, su transparencia. Mi yoga nació ahí, mi viaje nació y se expandió desde Beas, desde un rincón de la campiña de Huelva. Suena raro, pero el mundo humano jamás me ha enseñado tanto, ni unos valores tan íntimos, honestos y reales como todos esos años rodeado de animales, viviendo como un salvaje, y sólo bajando a Huelva a las clases de yoga, a que se conociera el yoga en Huelva.

Fui, entonces, el otro día al campo, tanto tiempo sin ir.

Me asombraron las flores, los colores, todo lleno, cada rincón. Asilvestrado en su propia creatividad, y sin las burras pastando, me costó hasta llegar al núcleo, a la casa, por la altura de las hierbas y las flores.

El canto de los pájaros era tan hermoso, tan progresivo, tan libre. De todas las direcciones surgían cantos. Me sentí inmensamente afortunado. En el silencio de lo que me hace feliz, ahí oyéndome en dicha y oyendo el campo, sintiendo reconocerme en aquello que soy, de la tierra de donde vengo, y a donde iré.

Llevo algunos meses trabajando internamente el ir deshaciendo lo que considero densidades dentro de mí. La casa de campo acumula vidas, y en cada visita voy dejándola más ligera, vaciándola, y regalando parte de aquello que ha ido apareciendo en lo que considero mis muchas vidas.

Tras pasar unas horas con la transformación interna de la casa hacia una vibración más ligera, salí al barroquismo de la creatividad natural, y fui andando entre las hierbas, flores y árboles.

Un zumbido de fondo me iba calando entre tanta tonalidad verde, blanca, amarilla, lila de las flores. Presté una mayor atención: entre las flores danzaban las abejas de una flor a otra, bailando la vida.

Volví a sentirme inmensamente dichoso, mucho, pues las abejas están desapareciendo, no somos conscientes, pero es así, y ahora, su danza, su música componían algo único.

Me imbuí en el zumbido de fondo, era un zumbido que expresaba vida, alegría, amor y valentía de ser y cantar.

Ahora, en este momento, el bello zumbido de las abejas vive en mi corazón como expresión dulce de lo que soy en comunión conmigo, y de la alegría de las abejas, de la mirada límpida del Prana, de la lealtad salvaje de las burras, de los colores de la tierra, del canto de las aves, del silencio de ser Carlos sin más, pues nada me hace falta. Agradecido, no quiero nada, tampoco lo busco. Todo está. Todo en su belleza es.


Ayer tarde volví con mi hija Alba al campo para que oyera el zumbido de las abejas, el zumbido que nos acompaña, y ella en su inocencia comprende, y su comprensión me colma.



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