sábado, octubre 24, 2015

Pequeños modos de desentrañar himsa o la violencia



 Pequeños modos de desentrañar himsa o la violencia


posted 24 de octubre del 2015

Himsa es la violencia. Ahimsa es la no violencia. Cuando hablamos de yoga procuramos habitualmente en estos comentarios destacar que el planteamiento suele ir de lo grosero a lo sutil, es decir, de lo más vasto a lo más imperceptible.

La violencia se puede ejercer gritando, pegando, haciendo daño de un modo claro, pero, en este caso, vamos a tratar sobre nosotros mismos, y luego pondremos algunos ejemplos de ejercer la violencia hacia otros.

En yoga nos interesa vernos a nosotros mismos, pues en la comprensión de uno mismo se encuentra la comprensión del conjunto. 

Sobre los modos en que nos ejercemos violencia, pondré algunas anotaciones, que ya iremos ampliando, junto a ejemplos de fácil entendimiento:


· La mente es el principal actuante, por lo que hay que aprender a observar la mente. Hay que aprender a observar los pensamientos. Hay que aprender a no identificarnos con todos los pensamientos que nos vienen a la cabeza. Hay que ganar "distancia" con ellos y, de este modo, surge la oportunidad de elegir.
Ejemplo: a la mente me viene: "Soy tonto, y encima estúpido, nunca me sale nada bien". Posiblemente, si reitero eso una y otra vez, efectivamente mi autoestima se verá afectada.

· De los pensamientos que nos vienen a la mente hay que dar nombre a los pensamientos que nos hacen daño a nosotros. Suelen ser pensamientos negativos, reactivos, tóxicos. Al darles nombre, nos damos cuenta. Al darnos cuenta les damos luz. Al darles luz van perdiendo fuerza. Al perder fuerza, y ganar esa "distancia interna", podemos focalizar nuestra atención hacia otro tipo de pensamientos.
Ejemplo: "Todo es una mierda, me duele todo, estoy harto". Ahora desmenuzo y le doy nombre: "llevo seis meses sin parar de trabajar, no me doy pausa". Ahora focalizo adecuadamente: "No todo en la vida es trabajar, mi familia es importante, mi vida es importante, voy a empezar  a darme descansos para mí y los míos, así disfruto yo y los que amo".

·Nos hacemos daño también alimentando una imagen sobre nosotros que no se corresponde con nosotros. La propia sociedad, el entorno, los más cercanos, nosotros mismos vamos fijando una imagen que simplemente no somos. Yo llamo a eso vivir "bajo una imagen solidificada".
Ejemplo: una niña lleva oyendo toda su niñez: "no vales para nada, eres una inútil". O un mensaje social muy común: "solo vale el éxito, todo lo demás es un fracaso y tú eres un fracasado". O el típico: "Soy culpable" o "eres culpable".

·Los automatismos también ejercen violencia. Al vivir en muchas ocasiones bajo la rutina de lo conocido, sin una adecuada reflexión, entramos en espirales insalubres y densas, que no nos dejan vernos.
Ejemplo: "Para que le voy a dar un beso todas las mañanas o un abrazo todas las noches si vive conmigo; que lo haga él o ella". "Yo no quería este regalo en mi cumpleaños, estas flores, yo quería un fin de semana en el extranjero, menuda mierda de regalo".

·En los tiempos que vivimos, donde la inmediatez parece tan importante, esta se convierte en un generador de violencia al producirnos permanentes sensaciones de inmediatas respuestas, rompiendo la unidad interna y fragmentándonos.
Ejemplo: "Suene a la hora que suene, esté donde esté, siempre tengo que contestar el móvil o el whatsapp". Añadiría una coletilla: "Si no, no existo". 

·El cuerpo está unido a la mente y ambos se alimentan y nutren. Una mente insana nos dará un cuerpo enfermo. Un cuerpo sin atención nos da una mente dispersa. 
Ejemplo: "Tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro, tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro, tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro...” ad eternum.

·La alimentación no adecuada  produce violencia en los órganos internos. Cuanto más artificial, más rápido o no correctamente cocinado me alimente, más violencia nacerá.
Ejemplo:  Estoy en el supermercado: "Me voy a llevar tres arroces con tomate con huevo, dos de spaguettis de carne a la boloñesa, tres bocadillos de tortilla, y un gazpacho ya hechos y envasados, eso de cocinar es una pérdida de tiempo y yo, claro, no tengo tiempo de nada. Además, son de una buena marca, los preparo en un pispás y están buenísimos"

Ya seguiremos. Suelo comentar en clase que vamos a notar una progresión en yoga en cuanto note que en mi vida no hay tanto conflicto.

La violencia está ahí, no va a desaparecer, pues todo se complementa y equilibra. Eso sí, si vamos aprendiendo a vernos para dar luz, las sombras nos harán menos daño,  a nosotros y a los demás. 

Y sí: es posible vivir una existencia más dulce o amorosa, y hay modos de cultivarlo, es decir, de cultivar la no violencia. Pero eso es otro artículo.



Artículos escrito por Carlos Serratacó

Notas sobre Ahimsa o el amor


Notas sobre ahimsa o el amor

posted 24 de octubre el 2015

Ahimsa es el amor y, por tanto, su comprensión implica penetrar en la raíz. El amor como tal no puede ser un concepto. En yoga surgen cualidades, surgen brotes, surgen sentires que nacen del contacto con lo íntimo de uno.

Penetrar en la raíz es desentrañar la confusión. La confusión nace,  por un lado, de los símbolos imperantes; por otro, de la mente de por sí confusa.  Y confusión es confundir el amor.

En ahimsa uno va sintiendo que se ama. No es el ególatra que se ama. Es el hombre o mujer que como ser viviente y, en este caso, como ser humano, se ama. Eso es algo muy grande, porque al amarte amas la vida, amas lo visible y lo invisible. Simplemente amas.

Amas al otro, amas al refugiado, amas al vecino, amas a tu jefe.
Amas a la hormiga, al elefante, a la flor.
Amas el aire, la marea, la luna.
Amas al hombre, a la mujer, al niño, a la niña.
Amas al pez, a la roca, al cincel.
Amas
Y al amar, eres.

Es decir, la raíz no es una etiqueta, ni la construcción superflua, solo es.

Como el corazón es siendo.



Artículo escrito por Carlos Serratacó

miércoles, octubre 07, 2015

Jugar a conocerse a uno mismo



Jugar a conocerse a uno mismo


El yoga es un camino que nos ayuda a conocernos como seres humanos. Dentro del yoga hay una serie de temas que hay que ir trabajando para que se vayan revelando aspectos íntimos de nuestro interior que solo se logran con un amoroso y disciplinado esfuerzo de atención, de entrega y de constancia.

La primera batería de preguntas sería: ¿me conozco a mí mismo? ¿Conozco cómo soy, o cómo es mi cuerpo, o cómo es mi mente? ¿Conozco cómo respiro? ¿Reconozco mis emociones y sé interactuar con ellas? ¿Me siento pesado por los sufrimientos? ¿Me siento ligero, sin demasiadas preocupaciones? ¿De qué depende todo aquello de lo cual estoy preguntando, o no depende de nada y va a su bola? ¿Es la vida tan hermosa como dicen?

Por otro lado, la vida es incertidumbre y se encuentra llena de fluctuaciones. Por lo tanto, aquello que creo que me reconozco, la propia incertidumbre lo desarma, pues a veces nos cuesta adaptarnos a tanto cambio.

Muchos de nuestros problemas se derivan de que no somos conscientes de que la vida es incertidumbre, que todo muta, y nos cuesta mantener presencia ante ello.

También está el hándicap añadido de que nos cuesta reconocernos conscientemente y luego mantener cierta presencia o diálogo con nuestra propia consciencia. Es decir, nos cuesta profundizar fuera del pensamiento o rutina superficial.

En fin, demasiados jaleos para este breve artículo.

La práctica del yoga nos ayuda mucho a comprender algunas de las preguntas que planteo. Aprender a estar atento a uno en la postura me permite reconocerme, quererme, me enseña que es posible observarme sin sentirme identificado con todo aquello que me viene a la mente, me ayuda a penetrar en las diferentes capas de realidad que mi propia mente va creando para profundizar hacia una realidad más pura, más real: lo que yo soy. 

En clase vamos realizando posturas, entre ellas se ayudan y se compensan. Por ejemplo, en apariencia subo un brazo, lo bajo, y estoy atento a ese acto; o realizo una flexión hacia delante y luego una retroflexión suave hacia atrás. Bien, todo ello, en realidad, mueve internamente mucho más de lo que parece. Por ejemplo, mantengo la postura en la estática; bien, pues cuanta más conciencia tenga, mas me daré cuenta de que internamente dicha estática mueve hasta el último ápice de mi ser, solo con el suave movimiento de la respiración. Es decir, tras la realidad aparente, hay una realidad más penetrante.

Para empezar a encontrar respuestas es hermoso preguntarse: ¿cuál es mi intención? ¿Qué quiero del yoga? Pues en base a la intención de mi interior, de la energía que ponga en mí, van a ir apareciendo las respuestas, lo mismo que cuando florece una flor.



Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

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