domingo, septiembre 29, 2024

Recorriendo el alma en la sensibilidad del yoga


"En lo que se ve debe haber solamente lo visto; en lo que se oye, solamente lo oído; en lo que se siente

( olor, gusto, tacto), solamente lo sentido; en lo que se piensa, solamente lo pensado"

Udána I,10

El yoga me parece un recorrido de lo interno donde la observancia de uno mismo nos abre cauces de sensibilidad insospechados, nada conocidos en lo habitual, hasta que uno los va sintiendo y experimentando, pues quedan insertados en nuestra alma y nuestra piel. La vida se transforma, su belleza nos nutre, nos abraza y nos clarifica, nos ayuda a ver.

 Este fluir permanente de vida no se encuentra unicamente plagado de dichas y felicidades varias, sino igualmente de otras miradas hacia lo que uno es y hacia lo que es el mundo, y sobre todo, nos recorre las entrañas sobre el sentido de nuestra propia existencia, y por tanto el abanico de situaciones es variopinto y muchas veces desconocido, y plagado de descubrimientos.

 Por tanto, unas veces uno siente mucha felicidad ante la propia vida, ante lo que te ofrece y ello te ayuda a generar anclas ante los propios vaivenes que genera ese recorrido y disfrutar en pausa de ese surfeo más apacible y dichoso, pues otras veces aparece un sufrimiento fuerte, que el propio caudal rebaja a su lugar, y lo acoge para sumarlo a la gran comprensión  de lo que es uno mismo. A veces ese sufrimiento o confusión grande te arrastra, resulta entonces necesario ni proyectar ni adherirse, sino enraizarse con brío al presente.

Sin un eje interior claro, una escucha  interna adecuada, y como comento, un enraizamiento firme en el presente, y sobre todo, una mente calmada y vigilante creo que resulta complicado viajar hacia profundidades de uno mismo, donde es el propio sentido del yoga el que te va dirigiendo. 

Hablo al hablar de lo interno, del propio nacimiento de nuestra espiritualidad, la capacidad de abrirnos a la totalidad, aunque duela muchas veces.

Entiendo además que va surgiendo, o se van abriendo esas puertas del misterio de acuerdo a nuestra propia capacidad de entrega y  apertura a esa totalidad, y sabemos que eso es muy difícil. Ademas sin una experimentación clara sobre las propias herramientas que te pueden ayudar a volver al eje, o mantenerte en el presente, o sencillamente estar  vivo caiga lo que caiga requiere una entrega sin meta, solicita un escalonado lucido, y una constancia adecuada y adaptativa aunque surjan las confusiones y las distracciones, o las vueltas hacia atrás.

Ahora hablemos en cristiano para entendernos: el yoga te muestra la vida tal cual es, por tanto si tienes coraje, te muestra tu alma tal cual es. Cuando hablo de alma hablo de ese corazón no almidonado entre tantos cerrazones, hablo de un corazón propio donde la cicatriz duele y uno la mira y la acepta, o si hay heridas va aplicando curas. Podríamos decir que uno no se esconde ante uno mismo, y se enfrenta a sus propias contradicciones, y no huye hacia ningún lugar, ni tampoco se engaña y vive con dicha narración, y como podemos imaginar,  el no esconderte de ti, eso a veces, es una mierda, pero es preferible a un engaño en vida o el vivir auto referenciado bajo capas de mentira. Prefiero ir hacia el desnudo integral, quitarme los ropajes.

 Hablando de mierdas, que por cierto la de burro, no huele mal, y la de oveja es algo más fuerte, puedo decir que estos días la he estado recogiendo en carretillas, pues cada vez que saco a dar un paseo a Max el mastín, bajo una carretilla a la entrada del campo, y literalmente, la subo llena de mierda, sobre todo ya más seca. Luego son los árboles, los insectos y la propia tierra y vida la que se regenera con dicho regalo, pues podríamos decir que lo mismo pasa con lo interno, uno nunca quiere ver nada y va endureciendo el corazón, pero cuando mira la mierda de frente, cierra los ojos, y al abrirlos hay una flor, o muchas flores.

Es decir el mirarnos duele unas veces y otras no, pero si te duele y sigues mirando muchas veces nacen situaciones hermosas e inesperadas, nace el canto de la vida, que es el canto de las aves. Nace la brisa que te mece mientras acaricia tu piel. Nace tu capacidad de darte cuenta en paz de como todo se ayuda, y se une a ti.

Es importante recordar que cerramos los ojos a lo que somos  con aquello superfluo que nos ofrece el medio o con aquello inoperante que nos ofrece nuestro ego. Ya depende de nuestro propio camino el que sepamos encontrar o no una buena azada, o corta setos para desbrozar la tierra, o el bosque de nuestro interno.

Volvamos ahora al título del artículo: entiendo el recorrer como visitar caminos inexplorados en la propia orografía montañosa de nuestro interior, y entiendo que al recorrer lo nuevo o recorrer aquello que no queríamos ver y que nace de aquello que estaba escondido, nos vamos transformando en seres vivos con una mayor sensibilidad. 

Es como cuando haces posturas yoga y eres capaz de escucharte y disponer de unas pausas para sentirte, pues de ahí vas abriendo puertas a tu corazón y vas desestructurando una mente condicionada, pues lo mismo pasa aquí. Uno va aprendiendo a sentirse, y también es consciente que el sentir tampoco es un dios idolatrado, sino un modo de mirarse y mirar la vida, lo cual también solicita equilibrio y serenidad.

Entonces uno aprende a mirarse el corazón y a mirarse a uno mismo, y ello te permite percibir el mundo y tu vida bajo prismas completamente diferentes a los habituales, y vas siendo consciente, es decir te vas dando cuenta de la gran aventura en la cual te has embarcado, pero no te domina el miedo pues es la propia presencia la que te coloca de nuevo en el eje para seguir andando y cayendo, andando y levantándote, andando y viviendo.

 

"Bach, ´Suite 1 violonchelo-"JIn Kyung Kim 

Artículo escrito por Carlos Serratacó

Huelva, Septiembre 2024



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