¿ En dónde guardan los ojos sus tesoros ? Alejandra Pizarnik
Habitualmente practicamos el yoga mediante posturas o asanas. Es importante que sepamos que las posturas a la vez que nos movilizan el cuerpo y su musculatura, nos mueven las emociones, actúan directamente sobre la mente, permiten y generan autopistas respiratorias irrigando unas partes más que otras, y todo ello modifica nuestro campo de conciencia. Igualmente, como siempre comento, creo que el resultado es así en el conjunto, si al impartirlo, se hace bajo determinadas condiciones.
Una postura tal cual, sin sentido, a pelo, digamos me parece una situación grosera. Pues creo que una clase de yoga es un viaje al interno, donde vamos conjugando lo comentado para llegar hacia situaciones novedosas de conciencia, de sentir, de sensibilidad, de descubrimiento, en definitiva es una labor lenta, donde es lo mismo las semanas, los meses, los años que pasen. Importa, digamos, ese viaje de conciencia. Por lo que una clase dispone de una progresión respetuosa donde de acuerdo al propio trayecto interno del profesorado se puede crear música en el alma, o posturas puramente físicas.
Según va pasando el tiempo una propia postura se convierte en pequeños gestos de comprensión cada vez mas sencillos, donde dicho gesto supone una luminaria de conciencia hacia el alumnado. Ello es así porque uno ha crecido como persona, como ser humano, y su yoga ha ido tomando a derribo esa mente dura y exigente, y la ido llevando de viaje mediante el sentir hacia un corazón dulce.
Por lo tanto es lo natural que en nuestra vida aparezcan los pequeños gestos de amor, de ternura, de compresión hacia las personas que queremos, donde seamos capaces de entrar en nosotros para acompañarnos de otro modo, digamos con mayor humanidad, para así ser capaces de compartir nuestra humanidad con nuestros semejantes.
Son muchos los obstáculos para llegar al pequeño gesto sencillo de sentirse humano, y es la capacidad de cada uno la que permite indagar en si mismo hacia un yoga plagado de vida. Si perseveramos vamos encontrando en nosotros señales de compasión, de fortaleza, de coraje, de vulnerabilidad, de amor, de dulzura, de belleza, donde nuestro pequeño mundo se hace infinito, y se convierte en situaciones de mayor amplitud y de tolerancia.
Bailarines: Edward Watson and Marianela Nuñez
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Huelva, octubre, 2024