sábado, febrero 06, 2010

Un grano de trigo


(Articulo publicado en Octubre del 2009 http://www.yogahuelva.com/ pero lo unifico aquí con los demás escritos.)

Todavía es de noche, y es hora de dar de comer a los animales. El Chico, el perro que convive conmigo dentro de casa, un viejito gruñón y encantador me pide le abra la puerta. Lo hago feliz de levantarme. Me cambio lentamente vistiéndome para salir a la madrugada: el viejo pantalón, las botas ya pasadas, un jersey gordo y roto, y la chaqueta mod de cuando tenía 18 años. Es la ropa para salir a dar los buenos días. Preparo en el viejo cubo de metal el pan a trozos, abro la puerta trasera de casa, y los perros me dan besos y corretean cerca de mí, las palomas se despiertan en el tejado con sus arrullos. Los burros ya me han oído y me llaman. Lentamente voy dándoles pan a los perros disfrutando del aire frio, y voy camino de la nave donde abro la puerta y saludo a los burros. Primero les doy el grano, y luego la paja, en esos momento aparece Thor el mastín y me pide un pan, como lo conozco le doy el que tenía en el bolsillo. Salgo de la nave con un cubo con trigo para esparcir mientras amanece, para cuando la luz del día vaya iluminando la tierra, las palomas y las aves vuelen y se posen a comer. La sombra da paso a la luz. Lleno los cubos de agua. Respiro profundamente y agradezco el nuevo día. Todas las mañanas del año realizo los mismos pasos. Cambian las estaciones, y sigo ahí esparciendo el trigo.

Por la noche cuando vuelvo de trabajar reitero dichas operaciones lentamente, doy la cena a los animales y los acuesto, respiro el aire frío y me detengo a observar las estrellas.

El proceso por la mañana dura cerca de una hora, me gusta esa lentitud, ese momento que es único y que disfruto, ese momento en el cual soy soberano y a pesar de todo lo que me pueda esperar ese día, ese momento me trae a lo que soy y me da luz para el día. Recuerdo cada mañana que en los pequeños actos se encuentra la libertad, pequeños actos en los cuales sólo hemos de ser conscientes, conscientes de lo que somos y de los que hacemos, conscientes de ese respirar pleno porque recuerdo quien soy, y recuerdo que soy tierra, soy árbol, soy burro y soy perro, soy paloma, soy paja y grano. No me pueden los avatares que me esperan ni las preocupaciones que puede crear mi mente, ni me pierden los pequeños dramas que puedo crearme por tonterías, elijo lo que soy en ese momento, y eso me permite ser más consciente todo el día, y sentir mi corazón más cerca del fluir vital, apartado de especulaciones, de alienaciones.
Por la noche, puedo llegar agotado, pero ese aire frio, el mirar el cielo y ver las estrellas, el volver a la rutina cotidiana de dar de comer a los animales me recuerda de nuevo la alegría de estar vivo, de ser paja, de ser grano, de ser perro, de ser árbol, de ser cielo, de ser Carlos, de ser tú y que tú seas yo, que seamos uno y que tengamos la suerte de darnos cuenta de ello y compartir nuestro corazón.

Siendo conscientes de lo que somos, y todo ello empieza en los pequeños actos cotidianos, damos luz a lo que somos, iluminando nuestra existencia y la de los demás.

Decía un viejo maestro zen: “Ten cuidado…. ¡No te quedes dormido!”
Decía otro: “Estáis gobernados por las veinticuatros horas de día; pero yo gobierno en las veinticuatro horas del día”


2 comentarios:

Anónimo dijo...

También en las clases esparces granos de trigo que alimentan... Gracias, mil gracias.

Anónimo dijo...

También en las clases esparces granos de trigo que alimentan... Gracias, mil gracias.

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