sábado, agosto 25, 2018

Volviendo al hogar



 "A un loro le transmites el sagrado koan WU,
pero sólo sabe repetir BU".
Carlos 

"Papito, ¿la vida es infinita?
Sí, amor mío, lo es, y se muestra en todo, hija mía".
Alba y su papá 



La noche no se ha convertido en día, el aire fresco me recorre. Lentamente,  pequeños rayos de luz van ampliando la visión según subo el camino de casa.

Hace dos meses empecé a volver a casa, a Beas, al que era mi hogar, en pleno campo en medio de la campiña. Hace seis años me marché para difundir el yoga en Huelva in situ, del campo a la ciudad, aunque lo llevaba haciendo desde que llegué al campo en el 2004. Han sido años de un trabajo inimaginable, de miles de horas de clase, de generosidad, de entrega, de ir día a día, sumando alumnos y alumnas, uno a uno, una a una, en los gimnasios, en la escuela, en la playa, en cualquier lugar. 

Ha sido agotador. Resulta agotador dar a comprender la pausa, el abandono, el que unas manos son algo más que unas manos, el que una clase de yoga se puede dibujar y esa plasmación no muestra un cuerpo, muestra un todo en sensibilidad, el que se puede empezar meditando en clase, el que es posible dar yoga a los niños y las niñas, a los bebés, a mujeres embarazadas, a impartir yoga terapéutico para patologías concretas, a usar soportes para la práctica amorosamente, como apoyo, no como exigencia; para qué hablar, pues he predicado el no esfuerzo y no he parado de esforzarme durante años de mostrar de un modo experiencial que somos algo más que máquinas materialistas automatizadas, que simplemente, nos mueve algo llamado corazón. Subo la cuesta y, como esos rayos de luz, me vienen fugaces como destellos, el sobrehumano esfuerzo que he realizado, son sólo unos segundos.

Vuelvo a mi presente y al final de la cuesta Trueno ya ha salido a verme. Se coloca junto a mí, y me acaricia con su hocico, me llena de besos, su cuerpo inmenso, de gran tonelaje, lo frota con el mío. Levanto su cabeza, la coloco sobre mi hombro y le devuelvo los besos:

¿Cómo estás, amigo mío, compañero? Venga, vamos.

Ambos subimos en dirección al pajar, él me mira mientras le coloco el grano, yo le acaricio mientras come.

Al caer enfermo hace un año y siete meses tuve que dar a las burras y abandonar completamente el campo, pues no podía andar, sentarme o simplemente vivir sin el dolor de muerte, pues mi vida se la comió la enfermedad. Se comió mi trabajo, mi sustento, mi cuerpo, mi mente, mi hija, se lo comió todo.

Tengo buen  estomago, y soy austero en el comer, así que, realizada la digestión y...

Gracias a mi perseverancia en rendición,  a mi dulzura implacable, y al amor y apoyo incondicional de unos pocos seres humanos, estoy aquí, de pie de nuevo.

Ya no vivo día y noche muriéndome en el dolor, sigo cayendo cada semana, pero me levanto más fuerte, pues el dolor de muerte es un gran maestro, y te bendigo, maestro mío, te quiero como a mi burro, y te agradezco, vida mía, haberte conocido. Me has adelantado de aquello de lo que todo el mundo huye, y estoy aquí de pie, sí, de pie. Todos huyen de la muerte, o del dolor de muerte. Simplemente aterra, pues es el terror, pero sabes, dolor mío, no te quiero, te amo, y me río de la vida, pues me encanta con sus bellas contradicciones. Tú sigue ahí, amor, tumbándome, que yo seguiré levantándome.

Hace un par de meses traje a Trueno a casa. Antiguamente se tenían animales de poder a modo interno, las culturas antiguas siempre han sido sabias. Sí, se las han comido ese materialismo homogéneo pastelero que muestras sus espasmos en las redes sociales, pero la sabiduría sigue ahí, para quien desee aprehenderla, en el corazón, y sí, uno de mis animales de poder es el burro o la burra, animal noble, fuerte, empático, salvaje, dócil en amor, libre, digno, leal, bello o bella.

Cada día agradezco más su presencia, me recoloca, me atrae a mí, por si me he olvidado por un momento quién soy, y es gracias a todos los tusamis de los dos últimos años que estoy aquí, de nuevo, hermano mío, ambos los dos valientes, blandos, fuertes, con un corazón inmenso, el burro y yo, y esos pocos seres humanos.

Angela Ricci-"Crazy" 

Artículo escrito por Carlos Serratacó 
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva



2 comentarios:

salva dijo...

Eres sabio.

angeles dijo...

Eres el mejor maestro que conozco, me alegra saber de ti. Mil besos

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