jueves, mayo 27, 2010

El pony fantasma


Tarde, muy tarde en un día pleno, oigo a Boccherini, el tema “La música nocturna de Madrid”. En algún artículo anterior del blog hay un enlace para oírlo. Me trae sensaciones dulces y alegría a estas horas, es casi la una de la madrugada. También me trae bellos recuerdos, pero los recuerdos son sólo eso, recuerdos.

Y ayer apareció un pony perdido por estos lares, un bellísimo caballito, en la noche en que la luna tan arriba, tan luminosa, tan blanquita iluminaba el campo de un modo mágico y espectral. El pony relinchaba y relinchaba y Boccherini me alegra tanto el corazón mientras escribo. Le tuvimos que atar a un eucalipto gigante al lado de casa, en un prado lleno de hierba, en espera de poder realizar gestiones al día siguiente para localizar al dueño.

Y me acerque a verlo de día. Ahhhhhhhhhhhh negro claro, robusto, fuerte, con mucho carácter, con una melena larguísima negra que le cae hacia un lado, nervioso por su bravura, pequeño pero potente, poderoso y orgulloso.

Coquelico, mi burrita, lo mira a través de la reja, allí en el prado de al lado.

Y el caballito la llama relinchando.

Ahora leo a Curtis, el extraordinario escritor-aventurero-antropólogo que vivió con diferentes tribus de indios norteamericanos antes de su desaparición, plasmando su vida, su cultura, sus creencias, su música, recogiendo para la posteridad todo aquello que podía registrar. Algo increíble. La síntesis, según leo, es esa comunicación con la naturaleza, con este lugar donde vivimos y sentimos y morimos, ese compartir con el medio, con la naturaleza sin cortapisas, con amor y profundo respeto.

La pureza del pony me retrae a la pureza de aquellos hombres y mujeres.

Esta noche cuando llegué, el pony ya no estaba, seguro que era un fantasma que me trajo la luna.

Pongo a continuación algo especial. Es importante verlo relajado, con disfrute, como viendo correr un pony espectral por una pradera...


Pablo Casals plays BACH - Suite no 1 for Cello - part 1



viernes, mayo 21, 2010

El herrero del corazón


Andando por unas calles medievales, me encontré con un herrero. Desde niño los tenía mitificados, me resultaba sorprendente poder manejar de tal modo la materia, y en mi alma de niño soñaba con forjar la espada de Conan, el Bárbaro, que era uno de mis cómics preferidos, y ser un guerrero invencible amante de la aventura, de las buenas acciones y de las princesas deslumbrantes.

Y siendo niño organizaba batallas donde colocaba a mis huestes para tomar árboles fortificados, pequeños fuertes rodeados de fosos, luchando con los otros niños guerreros en un juego sin fin que duraba hasta que anochecía.

Según fui creciendo, el espíritu del guerrero se mantuvo a lo largo de mi vida.

Y llegó un día el yoga para atenuar tanta energía, y elegí el yoga del guerrero, el yoga fuerte, el yoga duro, el yoga espartano y durante años me forje ahí.

Pero algo no iba bien, busqué un yoga más femenino, más ying, no tan yang y me inundé de él.

Pero seguía sin encontrar el camino adecuado.

Y un día, en un taller de yoga de artes plásticas, allá en las montañas de Barcelona, me desnudé y elegí ser pintado plenamente, íntegramente, fue una catarsis esas horas pintándome. Y desde lo alto del monte donde me pintaban, ya completamente convertido en un guerrero de colores, bajé silenciosamente y con paso majestuoso, pero humilde pues había comprendido, hacia la Masía donde estaban todos los compañeros.

Luego, por la noche, mi amigo Manolillo durante horas me fue quitando la pintura con agua caliente. Yo seguía silencioso, en catarsis.

Y comprendí que era un guerrero pero la fuerza radicaba en mi corazón, no en el esfuerzo, en esa energía tan tremenda que desde niño, durante mi adolescencia y madurez, me llevaba a subir la piedra una y otra vez como Sísifo a lo alto de la montaña, para volver a dejarla caer.

Y el yoga me va mostrando ese camino del guerrero donde el campo de batalla es interno, donde la espada no mata, sino que da luz, donde la fuerza es la fluidez de tu comprensión, donde tus sombras son tus compañeros no tus enemigos. Donde el día y la noche se confunden y se alimentan, pues ambas son claridad y oscuridad de lo que eres.

Y donde el corazón es el eje, el faro para darte cuenta que no hay batalla, hay camino. Donde no hay ni fuerza ni suavidad, sólo hay momento presente de sentir.

El herrero da calor para modelar la materia. La práctica, y sólo la práctica constante, nos purifica limpiándonos de aquello que no sirve, abriendo los poros de la piel para que suden las rutinas de lo que no somos, dando calor y disciplina interna para asentar y flexibilizar, para ceder, encajar y fluir y no luchar, para desgastar sólo aquello que exige el equilibrio, y nos dota de espadas convertidas en arados para arar la tierra y plantar semillas de paz para abrir sonrisas y corazones.




Nach - El camino del guerrero






domingo, mayo 09, 2010

Ahimsa o la no violencia

                                     

Hubo un hombre, Gandhi, que llevó la comprensión de Ahimsa hasta tal punto que logró, sin alentar jamás el derramamiento de sangre, que la mayor potencia colonial de entonces, Inglaterra, liberara a India de su colonización y pudiera decidir su propio destino. La ironía fue que murió asesinado. Pero su ejemplo es permanente.


Dentro de los yamas, que es una parte del yoga que nos hace ver nuestra actitud hacia el entorno, el mundo, lo externo, se encuentra Ahimsa. Podríamos traducirlo por no violencia: “a” significa no, “himsa” violencia, injusticia, cruel.

Independientemente de que el yoga nos proponga que sea en relación con lo externo, todo ello nace de lo interno, por lo cual es un principio donde la primera práctica ha de ser en nosotros mismos, para luego, una vez comprendido, poder plasmarlo en nuestras relaciones con el mundo.

No haré daño a mi prójimo en el momento que me dé cuenta de que no debo hacerme daño a mí. Dentro de nuestra práctica con asanas, el principio de Ahimsa nace del observador que siente que debe equilibrar las partes y encontrar la justa proporción para no dañarse, para no violentarse. Este observador aprende que debe utilizar con inteligencia su alma, su cuerpo, su respiración, sus células, para que entre ellas dialoguen y no caigan en una competición íntima de querer alcanzar más que aquello que el instante y el presente nos ofrece. Es decir, no se trata de forzar la asana, o de no darle la comprensión adecuada, lo que hace que no la sintamos en su belleza y entonces nos perdamos sus enseñanzas.

Por tanto, si en asana aprendo a no dañarme y a jugar equilibrándome adecuadamente, ya estoy plantando la semilla de Ahimsa. La esterilla habla y muestra aquello que le doy.

Vamos a ir profundizando: ser no violento es aprender a amarse, a tener amabilidad con uno mismo, a cuidarse el templo que supone nuestra existencia. Ello puede ser un primer paso. Ser considerado con lo que realizo, estar atento a mis acciones y mi comportamiento, primero, insisto, conmigo mismo.

Así voy aprendiendo a no violentar mi cuerpo y mi ser.

Pues, por ejemplo, estoy actuando con violencia trabajando sin parar, sin darme ninguna pausa para descansar o simplemente observar la existencia.

Si aprendo a comer adecuadamente sin dañar mi cuerpo con alimentos que no me hacen bien.

Si me doy cuenta de que no aceptar las situaciones me violenta, me comprime y ahoga, y ello genera violencia interna.

Si descubro que el miedo, al inmovilizarme, me daña.

Y, si aparece un gusano o una araña en la habitación, lo aplasto.

O si mis gestos generan una energía violenta a pesar de que en apariencia estoy tranquilo.

Y si el tono de mi voz genera violencia.

Y si me dejo llevar por los pensamientos negativos hasta tal punto que me intoxico.

Hay tantos modos donde la violencia campa a sus anchas, que lo maravilloso del yoga  es que da luz  a aspectos de la conciencia que nos eran desconocidos, da luz a aquello que somos para que tengamos la oportunidad de, por lo menos, verlo. De la oportunidad de tener más claridad para poder, si lo deseamos, profundizar y ser mejor personas primero con nosotros, luego con la existencia.

Y, una vez que comprendamos el principio, Ahimsa es amor, un amor profundo hacia el otro porque he aprendido a amarme. Un amor y respeto reverencial por la vida, pues me he dado cuenta de que soy vida.

Entonces de nuestra práctica nace Ahimsa, pues conecta con el amor que hay en nosotros al enseñarnos a no violentarnos, a no forzarnos. Pues del equilibrio nace la dulzura y el respeto a la vida.

El ser calmado y no violento genera paz, de la paz nacen buenos sentimientos que hacen más hermosa la vida a todos los seres, y la interpretación amorosa de la realidad diaria resulta más enriquecedora y plena que una realidad reñida con la competitividad, los permanentes objetivos estresantes, o lo material como premisa fundamental.


Ahimsa es amor,
el amor es ser amable
con uno mismo
y con el mundo,
de un modo calmado
y con una sonrisa de comprensión.
No es ser pusilánime, para nada.
Es amar la creación sabiendo dónde pisas

Seres en paz que sienten, respetan y aman la existencia, al otro, y a ellos mismos, sin ofenderlos ni ofenderse.

Jackson five-Blame it on the boogie



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jueves, mayo 06, 2010

Descomprimido



Volvía el otro día del yoga playa y el cielo parecía derretido entre morados, rosas, naranjas y amarillos, y mientras conducía, disfrutaba como un enano ante tanta belleza, y conducía despacio como para que el tiempo se hiciera lento y el atardecer hiciera una pausa y me permitiera contemplarlo detenido en su belleza del instante.

Siempre me gusta la vuelta a casa, la vuelta al hogar, la vuelta a mis compañeros los animales, la vuelta al frío del atardecer en el campo, la vuelta al silencio. Me gusta la soledad, siempre me ha gustado, desde que era niño. Eso me ha traído inconvenientes pues me quedo ciertamente ensimismado, o en términos más claros, diríamos que me quedo “alelao”. Bien, no me importa, disfruto y poco a poco he ido haciendo partícipe a los demás de aquello que surge de mi silencio, o de mi embobamiento.

Parece curioso que mi actitud o comportamiento social sea muy extrovertido, pero en el calor de mi hogar mi disfrute sea distinto, y mis silencios sean más claros que en el ámbito social normal. A veces eso también me ha creado problemillas, pero bueno, todo es cuestión de comprensión, de empatía y de calma. Me siento bien en el hogar, en mi casa, entre los libros, la casa por hacer, los árboles con los pájaros, las nubes hermosas, los perrillos que no dejan de amarme, los burros que son ositos de peluche, las aves que cantan al mundo, ese silencio que puebla la atmosfera donde la noche se llena de estrellas, y donde la luna me ilumina el camino, o su falta me oscurece plenamente para, a pesar de ello, sentir su claridad, aunque no esté ahí conmigo.

Y hoy comentaba en clase algo que observaba mientras meditábamos, y era que disfrutábamos de la meditación pero muchas veces nuestro gesto, sobre todo facial, era de tensión. Parece una contradicción pero pasa mucho, y hoy se hizo muy patente, y lo comenté. La frente con arrugas y los ojos tensitos, y esa mandíbula apretadita. Todo ello reflejo de días y días de ir con prisas de una cosa a otra sin un momento para el embobamiento, o para la calma o para ver ese atardecer. Meditar se puede convertir en algo mecánico, en una copia de algo que se repite sin parar pero que no alimenta. Y la meditación es creación, es instante, es libertad, y es una sonrisa que me inunda el pecho, la frente, la comisura de los labios, que me llena el cuerpo. Y para meditar no me hace falta sentarme, sólo me hace falta conectar con aquello que tengo delante y vivirlo plenamente entregándome entero al momento, deteniéndome internamente para ser capaz de vivir aquello que me inunda, que es esta vida tan hermosa.

BOB MARLEY - JAMMING (Live)

http://www.youtube.com/watch?v=5WlCdiU9IzA

jueves, abril 22, 2010

Comprendiendo una asana







Una clase es una sucesión de asanas, todas ellas hermanadas para equilibrarse y compensarse, para apoyarse y ayudarse, para dar un sentido a ese momento, para crear unas circunstancias mentales, emocionales, físicas y energéticas que nos hagan sentirnos de un modo. Hay una calma según vamos realizándolas, y en el savasana, al final, hay mayor claridad. Hay un cambio permanente, hay una escucha a un sentir interno, hay una aceptación de la realidad que se muestra en ese momento. Hemos ido de un sitio a otro, ha habido un viaje.

Asana me lleva hacia el conocimiento de mi centro; buscando que las partes dialoguen y se entiendan me comprendo, pues entre ellas se equilibran, y al mostrarme al desnudo internamente, me deshago de aquello que me pesa y no sirve. Me permite amarme al verme y aprender a equilibrarme, y al aprender a amarme, aprendo a amar al otro. Y aprendo a amarme, entre otras cosas, porque no me violento en asana, sólo me descubro. Descubro el amor a la vida en el instante. La totalidad del momento. Una flor que brilla, el agua que corre, una mirada, o un cielo inmenso.

Aprendo que no soy competitivo, y veo lo mecánica que es dicha cualidad, entonces descubro que, al eliminar tanto esfuerzo reactivo, elimino tensiones y todo ocurre porque todo va encajando, sin dramas ni energías perdidas.
 
 Desde que empecé la práctica de yoga, el sentido de lo que es una asana ha ido abriéndose, expandiéndose. Es como un espacio sin fin donde se va comprendiendo, encajando.

Y al estar desnudo en la esterilla y según practico, veo los despojos, no puedo esconderme a la sinceridad de lo que soy, y me doy cuenta de que hay más luz, que no vale la pena jugar a lo que no soy. Me entrego a la celebración de la vida con todo lo que conlleva, voy y soy, estoy siendo, no fui. No anhelo lastre,  sintiendo soy brote que me adapto, no hoja caduca y reseca, y lo acepto con la mirada de frente.

Y la suavidad es densa, también ligera, pero es una densidad que sabe a agua, y es Eolo, el dios del viento, el que se mueve dentro de mi ser reconfortándome.


Asana es vida y es comprensión, seguiremos hablando de ella.
 
 
 
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Huelva, Abril de 2010

martes, abril 13, 2010

y qué, carajo


Y qué si vivo en el campo
Y qué si huyo de las comodidades
Y qué si soy sensible a lo que me rodea
Y qué si no te doy lo que quieres
Y qué si me gusta mi silencio
Y qué si no soy la imagen que te proyectas de mí
Y qué si amo a los animales
Y qué si tú crees que no te amo tanto a ti
Y qué si disfruto de mi soledad
Y qué si estoy aprendiendo a decir te quiero
Y qué si me enternezco con nada
Y qué si no me gusta que me sujeten
Y qué si me gusta tener espacio
Y qué si nunca nadie me ha puesto brida
Y qué si soy quien soy y no lo que tú crees
Y qué si no me gusta juzgar, sino observar
Y qué si me gusta relamerme en la arena
Y qué si le meto tierra a la cama
Y qué si me tropiezo con todo
Y qué si mi cuerpo se mueve con cualquier música
Y qué si soy curioso
Y qué si me apasiona amar
Y qué si mi yemas te recorren
Y qué si dejo que tu tacto me averigüe
Y qué si nos miramos sin miedo sonriendo

Y qué si yo te acepto, acéptame, carajo.


Porta-"En boca de tantos"
http://www.youtube.com/watch?v=GxDJ-tE4sEQ

domingo, abril 11, 2010

Jugando a Rayuela


Semana sensible que acaba con el curso de formación de yoga, fin de semana pleno trabajando a fondo entre todos, observando que pasan los meses y seguimos ahí a pesar de todas las dificultades, avanzando en nuestro crecimiento. Sólo cabe admirar tanta entrega por parte de los alumnos y agradecerlo profundamente, pues el camino está lleno de baches, pero es tanto lo que recogemos… Es el juego de la Rayuela, jugamos felices sin desfallecer siendo conscientes del sacrificio y del cansancio, pero estamos ahí, en grupo, riendo y disfrutando, lamiéndonos las heridas si hace falta, pero a flote.

Domingo noche, noche muy oscura sin luna, oyendo ópera me viene una y otra vez “Rayuela” de Cortazar, uno de sus capítulos, un esbozo, una fragancia. Lo busco hasta encontrarlo, lo leo varias veces, y me apacigua.


Capítulo 7 de Rayuela, de Julio Cortazar


“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.


Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua”.

Joe Cocker - You are so beautiful (nearly unplugged)


viernes, abril 09, 2010

La calma andante




Esta semana preguntábamos en clase que entendíamos por la calma, un término que parece ir perdiendo peso y significado ante otras palabras o frases como estrés o no tengo tiempo. Normalmente las respuestas implicaban que teníamos que controlar algo, ya sea mis emociones o mis actos o mi pensamiento.

No creo que el yoga implique controlar algo, más bien “reconocerme”, más bien “observarme”, más bien “sentirme”, y de ahí podemos ir descubriendo la semilla de la calma, una semilla, que una vez descubierta, se la va alimentando de lo que le demos, y nos daremos cuenta como crece sin pausa, floreciendo y regando nuestra vida.

La pregunta de la calma surgió el otro día, pues baje muy pronto a la ciudad, y andando por las calles casi vacías observaba a las personas corriendo, con prisa; observaba mandíbulas apretadas y la boca cerrada en un rictus de tensión. Miraba los coches y veía a la gente con las manos en la parte alta del volante, con los brazos agarrotados. Posiblemente no nos demos cuenta de todo ello, de esas tensiones, tampoco seremos conscientes que todas esas prisas que se somatizan en el cuerpo, ni que nuestra respiración y ritmo cardiaco no guardan un equilibrio. Y mentalmente no estamos ahí andando o corriendo, estamos en otro lado, estamos en un lugar que no es donde nuestros pasos van en ese momento, estamos en la lista interminable e infinita. O estamos en aquello que no hicimos ayer. Nuestra mente es un volcán.

Y el presente siempre es fresco, visible como un rosa, su fragancia te invade si estas atento.

Pero no es posible estar atento no teniendo cierta calma, cierta capacidad de pausa.

Entonces la calma surge cuando me doy cuenta de lo que soy, no de lo que creo que soy, no soy ficción futura ni lastre del pasado, me encuentro menos condicionado, y ese centro de lo que soy es tranquilo, también me doy cuenta que la vida es imprevisible, y ahí realizo una simbiosis con esa vida, y del equilibrio de ambas, se amplía ese espacio de calma.

¿Significa esto qué siempre estoy en calma, y que no pierdo los nervios o qué no me siento invadido por el stress?, en absoluto, simplemente significa que sabes que hay un lugar fresco, significa que sabes que hay tormentas, que llueve y que luce el sol, significa que observas en un estado de ser todo ello, que tienes un lugar donde asentarte, un caminillo donde hay candil para ver por dónde vas.

Entonces mi cuerpo, mi respiración, mi mente, mis emociones se van equilibrando y la calidad de mi vida mejora y me doy cuenta que puedo parar cuando desee porque en esa vuelta a estructurarme he ido aprendiendo a sentirme y a sentir, a reconocerme y a ver.




 
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

La densidad luminosa



Siempre he pensado que si las cosas no iban bien, era porque algo no iba bien dentro de mí, de que no era capaz de interpretar correctamente la realidad, de que algo no estaba claro y ello creaba densidad, y por tanto mis actos no eran tan lucidos o claros o correctos, y por tanto sus consecuencias no se correspondían de un modo equilibrado con el acto, y había cierto desequilibrio. Nuestros actos generan vectores, los hay positivos, los hay negativos, el truco es tratar que quede más semilla del primero que del segundo, pero ambos se alimentan y se nutren.

No es cuestión de culpas, es cuestión de actos.

Ahondando en la densidad se descubren rutinas, que se reiteran una y otra vez desde el inconsciente. Reflexionaba entonces sobre aquellas rutinas que surgen a pesar de estar alerta, de estar atento, de estar presente. La reiteración de todo ello crea un vaho que cubre con su capa la realidad, y aunque tú crees que todo va bien y es correcto, no es así. De algún modo esa capa de reactividad reiterada te agarra y te aprisiona, y toda la realidad presente queda contaminada y pierdes cuotas de libertad interna. Crees estar haciendo lo correcto pero no es así, y hay algo dentro que te dice que por ahí no vas bien, pero la capa te ciega y sigues como un buen becerro, para adelante y sin levantar la cabeza de tanto comer hierba.

Por otro lado la vida en sí, el mundo tiene su desorden hermoso y por más que queramos, o que creamos o que pensemos que las cosas son de un modo, ocurren del modo que tienen que ocurrir independientemente de la etiqueta que le pongamos. Uno cree algo pero es mentira, es sólo su interpretación, la vida sigue su vida y su ritmo, ¿porqué querer aprehenderlo?

Tendemos a dramatizar, a que cada supuesto problema sea un drama, y ahí toma las riendas un ego protagonista que se alimenta de cualquier historia donde sea el rey.

Todos estos factores se unen y surge esa densidad, unas veces no se hace tan tangible, tan espesa, y permanece ahí escondida esperando a mostrarse o mostrándose y condicionando nuestra actuación, y otras nos cubre por entero y somos plenamente conscientes de ella.

Otras veces todo es más claro, las nubes se han apartado, hay más luz, e intuyes que es así, te lo dice el abdomen, el hara. Te lo dice tu piel, tus poros. Tu circunstancia vital se torna luminosa desde una profunda paz.

Sólo se me ocurre nadar en la densidad, otras veces nadar en aguas más claras, respetar a mis sombras, reconocerme en todo ello, y dejarme llevar, no resistirme, no apalancarme, fluir y fluir, observar, aprender a nadar, e intentar ser mejor persona, y aprovechar los rayos de sol para sonreír a la vida, y no dejarme ahogar por la lluvia ni el vaho. Y si llueve mucho, salir a bailar a la luz de la luna y aullar, es lo mejor, aullar en un alarido interminable de libertad.

La Union - Lobo hombre en paris (en vivo)

sábado, marzo 20, 2010

Cocinitas


Me gusta cocinar, y fui y elegí por el tacto y el olor los ingredientes, alucine lo que iba hacer: setas de diferentes tipos, tomate redondito, un pepino, cebollita de la buena, base de ensalada, pimientito verde, caballa en bote de Cádiz y…...


Oyendo música chill, oyendo a los canarios, los periquitos, y las perdices de fondo me puse totalmente centrado a crear, ahora suena la música de Blade Runner, y herví pasta, pero una pasta especial, conseguida en Portugal (maravillosos supermercados), fideos grandes, sabrosones, curiosamente huecos por dentro.


Y hervía la pasta, y cortaba las diferentes setas en trozos pequeños, y la cebolla en tiras y el tomate en cuadraditos, mitad de pepino a rectangular.


Y a la olla, acompañado con aceites de Beas, de Candón, de Gibraleón, y de Portugal, y aceite con cebollita y aceite con picantito. Y ahí, en la ollita que se cueza lentamente con su sal y sus especies marroquíes, y la hojita de laurel como puntilla.


Ensalada con aceites de la tierra, sal, vinagre de las bodegas de la zona, ligero toque de especias, y  ahora la caballa de Cádiz. Mezcladito.

Jope, ahora almorzando, como está de buena la ensalada, he hecho un rebujito con los spaguettis y bebo serenamente un vino delicioso.



Ufffffffffffffffffff, chimenea encendida, como lentamente mientras miro por la ventana a Mariano y Coquelico, y reflexiono que sólo caber amar dulcemente oyendo las aves tras estos momentos.

Ivan Ferreiro- Turnedo
http://www.youtube.com/watch?v=mhM85NJQQ5w








jueves, marzo 18, 2010

¡Que viene la Primavera!




El fin de semana pasado tuvimos un Retiro de Yoga en Portugal. Fue una experiencia para todos muy hermosa, incluso el tiempo, tras cuatro meses de lluvias, durante esos días muto, cambio la inercia y nos inundo el sol, diría que un sol se abrió desde el centro de nuestro corazón.

A veces escribir sobre los sentimientos puede resultar chocante pero lo considero esencial, me gusta, y creo que es bueno en mi vida haber llegado a un punto donde pueda expresar libremente aquello que siento. Por otro lado mi profesión, que es profesor de yoga, hace que continuamente estén en juego estas vibraciones, estos sentires y entre todos nos vayamos alimentando de ello.

Me resulto curioso que tras el Retiro fueran llegando mensajes al móvil, o por email, o cuando me cruzaba con alguien en clase diciendo simplemente, me encuentro feliz. Nada más, ninguna explicación, sólo tres palabras: me encuentro feliz.

Por lo que:

Ha sido un inicio de primavera especial, diferente, muy alegre, con mucho sentimiento. En el Retiro nos entregamos plenamente, y parece ser que ha quedado como una semilla de sentir, de apertura que no se va.

Personas que no se conocen y se entregan unas a otras,
Personas que han confiado y se han lanzado con los ojos abiertos
Manos que se han acariciado y sonrisas abiertas sin miedo

Todavía tengo las yemas de los dedos, los poros de la piel como con una vibración suave, agradable, como de agua que da calor.

La fluidez que siempre avanza horadando la dureza de la roca, redondeando las aristas, dando vida al agua estancada, fluyendo a su ritmo sin interrupción.

martes, marzo 09, 2010

Los palos de Tebas



Hace poco, uno de mis mejores amigos, Carlos, me envío una carta mía escaneada de hace diez años, donde mezclaba historias, cuentos y aventuras de entonces, junto con collages y dibujos.

En la carta hablaba de Tebas, mi gatita. Tebas era hermana de Jazz. En un viaje que hice a finales de los 90 a Madrid para ver a la familia, Carlos, mi amigo rodaba un corto, y en dicho corto aparecían como figurantes dos lindos gatitos negros de pocos meses. Por aquella época ya amaba a los animales como hoy en día, así que como nadie los quería los recogí, les pague el billete de tren para Galicia, para la A Coruña, hacia la aldea de San Pedro de Nos, que es donde vivía y se vinieron a vivir conmigo a la casa del bosque que era mi hogar.

Jazz era especial, tenía el ritmo en la piel, vibraba, y todas las mañanas me acompañaba a dar de comer a las gallinas o si me iba por el denso bosque con los mastines siempre me seguía a distancia. Le gustaba la aventura y el bosque, y yo siempre pensaba que algún día no escaparía del zorro.

Como ya comente en alguna ocasión, muchas veces mi circunstancia vital se ha movilizado por señales. Así que tras la muerte de Jazz reflexione, y tras algún tiempo viendo donde me llevaba el destino, decidí venir hacia donde había sido tan feliz en mis aventuras viajeras por Caños o por Cabo de Gata o por la Alpujarra, a Andalucía.

Me afinque en un pueblo en las afueras de Sevilla, y Tebas vino conmigo. Tebas era casera, no como su hermano; era cariñosa, flaca, y con cierta languidez amorosa. De ella sólo me queda igualmente el recuerdo, y un cuadro suyo durmiendo encima de una silla azul.

Y aquí volvemos a la carta, en ella le contaba a mi amigo Carlos la historia de los “Palos de Tebas”.

A Tebas, le encantaba pasear por los alrededores de casa, que eran unos hermosos naranjales, o por el campo, lloviera o hiciera sol. Durante años me fue trayendo palitos, pequeños palitos. Los traía sujetándolos con la boca, y cuando llegaba frente a mí, dejaba caer el palo y mirándome me maullaba con ese maullido tan sentido que tenía, tan hablado, tan elocuente, tan significativo. Durante años fui guardando los palitos. Ella no tenía una temporada especial para traer los palos, simplemente los elegía, me los traía sujetándolos en su boquita y los dejaba caer a mis pies maullando.

Entonces me ensoñé de un modo continuo con una madera a modo de superficie, como un cuadro, donde fuera poniendo todos los palos de Tebas, palos de tamaños y pesos parecidos, pero en realidad todos diferentes. Y colocarlos sobre la madera sin un orden aparente, flotando en el vacío, donde sólo Tebas entendiera su criterio de selección, o simplemente, sólo fuera un juego para ella, y para mí, y me los enseñará maullando.

lunes, marzo 01, 2010

Camino a Fez


Y lo primero que ví en Fez según llegaba al hotel fue un burro que se había escapado de su dueño y que corría libremente por la carretera.

Hoy salí a los bosques montado en Mariano, y con Coquelico suelta sin ataduras. Mariano es un burro viejo y tras la muerte de Platero, Coquelico no se separa de él. Hemos andado por los caminos, el ruido de los riachuelos nos acompañaba todo el trayecto, y entre los riachuelos islas de margaritas blancas rodeadas de verde nos llenaban la vista de colores. Era el primer día que Coquelico salía sin cuerda, y la segunda vez que la sacaba de casa. Y ha corrido de un lado a otro, pegando saltos y brincos de felicidad. Lo hemos pasado muy bien. Me vino la imagen del burro corriendo feliz en Marruecos, de ahí la foto.

Perdido adrede por las callejuelas de la Medina de Fez sorpresivamente aparecía un burro cargado hasta arriba de cajas, y su dueño te pedía le dejaras pasar y tenías que pegarte a las paredes. Callejuelas de colores, de multitud de estímulos y olores, perderse en el Medievo.

Y salir de la Medina e ir a la ciudad de Fez, y ver que no tiene nada de diferente a nuestras ciudades, eso sí, calles muy anchas, edificios bajos, una ciudad con más espacio, muchos parques, y calles con tiendas en rebajas, supermercados, restaurantes internacionales y gente vestida a la occidental en este mundo globalizado.

Un viaje amable compartiendo con personas amables momentos muy buenos. Es fácil etiquetar, pensar e imaginar que somos mejores que el otro, pero resulta que el otro es igual a nosotros, y que siempre cabe la posibilidad de aprender y disfrutar olvidándose de las etiquetas y de los patrones que pocas veces se corresponden con la realidad. Cuando pensamos en el otro como adversario sin experimentarlo, surge una línea invisible, una línea de confrontación, y con ello estamos más cómodos pero nos perdemos el instante pues ya hemos juzgado. Es como las noticias de los periódicos que plasman un mismo hecho desde su punto de vista pero pocas veces se corresponden con una realidad sino con su subjetividad ideológica o de mercado.

Me he comprado una shilaba de lana de borrego y me queda estupenda, y hoy me comí unos spaguettis con especias de la Medina.

La experiencia como maestro de la vida, la experiencia de un burro corriendo, sin estar atado.

Seguiremos comentando el viaje a Fez.
Prince Purple Rain

jueves, febrero 25, 2010

El gallito

Hubo una vez un gallo, era un gallo peleón, grande, hermoso, muy chulito él, que sabía bien donde creía pisar, que marcaba continuamente su territorio, y que iba paseando por el jardín de la vida con el pechito hinchado. Le educaron para ser bueno en lo suyo y lo fue en todo aquello que se propuso hasta que llego un punto en el cual el gallo conseguía todo aquello que anhelaba, deseos y proyectos que satisfacían ese pechito lleno de plumitas de colores. Era un gallito arrogante, engreido,prepotente y presuntuoso.

El gallito no se daba cuenta, pero para tener el pechito así de grande tenía que estar en continua tensión, en continua lucha interna, en un continuo esfuerzo de conseguir y de añadir al saco. Pensaba que vivía, pero era un gallo zombi, pensaba que amaba pero sólo era una repetición aprendida.

Era un gallito como en el mito de Sísifo, que subía una y otra vez la montaña con la roca para allá en lo alto ver como caía a sus pies y tenía que volver a empezar en una reiteración infernal.

Poco a poco el gallo fue enfermando, como gallo poderoso seguía sin hacer caso de las señales, hasta que llego un punto en que algo dijo basta, y el gallo bajo la cabeza y la cresta perdió color.

Fue entonces cuando aprendió a detenerse, a observarse, a no ser tan denso, a limpiarse internamente, a abandonarse a la vida deshaciendo las tensiones, y poco a poco fueron cayendo esas plumas de ese pechito, y pudo darse cuenta que tenía un corazón, y entonces decidió seguir el camino de su corazón. Se dio cuenta que tanta cresta reluciente era un modo de huir de sí mismo, de esconder sus miedos, de camuflarse tras la ira, el apego, o rutinas inconscientes que le tenían engañado o de jugar a ser un actor en la fiesta equivocada.

Ahora el gallo se siente más ligero, se nota más inocente, sigue equivocándose profundamente y muchas veces llora por ello, pero por lo menos ahora llora sin tanta cresta y sin tanto pecho hinchado.

Aprendió a estar en calma, y está aprendiendo a amar pues nunca nadie le enseño. Y ese corazón camina ahora confiado y entregado a lo que quiera darle la vida.

A ratos le invade la ternura y el gallo lo agradece, no siempre todo es tan claro pero ahora su andar es diferente, anda menos gallito, disfrutando de los rayos de sol, de la hierba verde, de los girasoles amarillos, del ladrido de sus hermanos los perros y del cercano rebuzno de un burro.
Shakira - "Donde estas Corazón"
Shakira: "Dónde de estas corazón
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Huelva, Febrero 2010

sábado, febrero 06, 2010

Un grano de trigo


(Articulo publicado en Octubre del 2009 http://www.yogahuelva.com/ pero lo unifico aquí con los demás escritos.)

Todavía es de noche, y es hora de dar de comer a los animales. El Chico, el perro que convive conmigo dentro de casa, un viejito gruñón y encantador me pide le abra la puerta. Lo hago feliz de levantarme. Me cambio lentamente vistiéndome para salir a la madrugada: el viejo pantalón, las botas ya pasadas, un jersey gordo y roto, y la chaqueta mod de cuando tenía 18 años. Es la ropa para salir a dar los buenos días. Preparo en el viejo cubo de metal el pan a trozos, abro la puerta trasera de casa, y los perros me dan besos y corretean cerca de mí, las palomas se despiertan en el tejado con sus arrullos. Los burros ya me han oído y me llaman. Lentamente voy dándoles pan a los perros disfrutando del aire frio, y voy camino de la nave donde abro la puerta y saludo a los burros. Primero les doy el grano, y luego la paja, en esos momento aparece Thor el mastín y me pide un pan, como lo conozco le doy el que tenía en el bolsillo. Salgo de la nave con un cubo con trigo para esparcir mientras amanece, para cuando la luz del día vaya iluminando la tierra, las palomas y las aves vuelen y se posen a comer. La sombra da paso a la luz. Lleno los cubos de agua. Respiro profundamente y agradezco el nuevo día. Todas las mañanas del año realizo los mismos pasos. Cambian las estaciones, y sigo ahí esparciendo el trigo.

Por la noche cuando vuelvo de trabajar reitero dichas operaciones lentamente, doy la cena a los animales y los acuesto, respiro el aire frío y me detengo a observar las estrellas.

El proceso por la mañana dura cerca de una hora, me gusta esa lentitud, ese momento que es único y que disfruto, ese momento en el cual soy soberano y a pesar de todo lo que me pueda esperar ese día, ese momento me trae a lo que soy y me da luz para el día. Recuerdo cada mañana que en los pequeños actos se encuentra la libertad, pequeños actos en los cuales sólo hemos de ser conscientes, conscientes de lo que somos y de los que hacemos, conscientes de ese respirar pleno porque recuerdo quien soy, y recuerdo que soy tierra, soy árbol, soy burro y soy perro, soy paloma, soy paja y grano. No me pueden los avatares que me esperan ni las preocupaciones que puede crear mi mente, ni me pierden los pequeños dramas que puedo crearme por tonterías, elijo lo que soy en ese momento, y eso me permite ser más consciente todo el día, y sentir mi corazón más cerca del fluir vital, apartado de especulaciones, de alienaciones.
Por la noche, puedo llegar agotado, pero ese aire frio, el mirar el cielo y ver las estrellas, el volver a la rutina cotidiana de dar de comer a los animales me recuerda de nuevo la alegría de estar vivo, de ser paja, de ser grano, de ser perro, de ser árbol, de ser cielo, de ser Carlos, de ser tú y que tú seas yo, que seamos uno y que tengamos la suerte de darnos cuenta de ello y compartir nuestro corazón.

Siendo conscientes de lo que somos, y todo ello empieza en los pequeños actos cotidianos, damos luz a lo que somos, iluminando nuestra existencia y la de los demás.

Decía un viejo maestro zen: “Ten cuidado…. ¡No te quedes dormido!”
Decía otro: “Estáis gobernados por las veinticuatros horas de día; pero yo gobierno en las veinticuatro horas del día”


viernes, febrero 05, 2010

El pajarillo que aletea


Recogido para la formación del fin de semana, reflexionando, estudiando. Oyendo música hermosa, viéndose posar en los hierros que protegen la ventana, desde la mesa de trabajo, a un pajarillo, que juguetea con la red anti mosquitos lanzándose en plancha contra ella y luego se detiene y se limpia las plumitas. Cuando estoy sentado aquí viene y se asoma a cada rato agarrando con sus patitas la red mientras aletea, es un buen compañero. Ha salido el sol, y ya noto el despertar de madrugada, el cansancio y cierto embotamiento. Profundizo en los aspectos de ser profesor de yoga, reflexiono sobre una serie de Muladhara.

Hace una semana apague la nevera y no ha pasado nada, un charquito de agua que he ido limpiando, un ruido menos en casa, tengo comida para consumir dos o tres días, y el tema marcha. Noto que todo lo aprovecho mejor y compro lo indispensable. Me apetece experimentar. Y me apetece ver y dialogar cada tres o cuatro días con el señor de la frutería, y la señora de la pescadería, y con el carnicero, hablar de cualquier cosa, pero darme un paseo lento y seleccionar apaciblemente mientras vivo aquello que voy a comer.

Hace unos años deje de ver la tele, ahora sólo veo las películas que me gustan por el ordenador el domingo a última hora, tumbado en la camita. Sin tele he descubierto que tengo más rato para mí y para aquello que quiero, y me siento menos colonizado.


Acabo la mañanita con soul.

Aretha Franklin "Rock Steady"


Tarde impartiendo yoga terapéutico, es muy bonito ver la constancia de los alumnos que realizan su práctica en casa, los veo cada 15 días, y van comprendiendo y van avanzando, y el cuerpo, sus bloqueos se liberan, van comprendiendo la fluidez de la respiración, y profundizando en la comprensión de las asanas, en aquellas que les vienen bien,y surge la sonrisa y las preguntas.

Encendida la chimenea, y antes de continuar reflexionando sobre el curso de fin de semana rescato un libro de poemas y curiosamente lo abro y surge un poema sobre los pajarillos:

Es de la editorial Losada de Buenos Aires, es una editorial mítica, ha aparecido como por arte de magia al ir colocando mi biblioteca, el libro se llama “Odas Elementales” de Pablo Neruda, edición del ´75.

"Oda a mirar pájaros

Ahora
A buscar pájaros!
Las altas ramas férreas
en el bosque,
la espesa
fecundidad del suelo,
está mojado
el mundo,
brilla
lluvia o rocío, un astro
diminuto
en las hojas:
fresca
es la matutina
tierra madre,
el aire
es como un río
que sacude
el silencio,
huele a romero,
a espacio
y a raíces.

Arriba
un canto loco,
una cascada,
es un pájaro.
Cómo
de su garganta
más pequeña que un dedo
pueden caer las aguas
de su canto?

Facultad luminosa!
Poderío
invisible,
torrente
de la música
en las hojas,

conversación sagrada!


Limpio, lavado, fresco
es este día,
sonoro
como cítara verde,
yo entierro
los zapatos
en el lodo,
salto los manantiales,
una espina
me muerde y una ráfaga
de aire como una ola
cristalina
se divide en mi pecho.
Dónde
Están los pájaros?
Fue tal vez
ese
susurro en el follaje
o esa huidiza bola
de pardo terciopelo,
o ese desplazamiento
de perfume? Esa hoja
que desprendió el canelo
fue un pájaro? Ese polvo
de magnolia irritada
o esa fruta
que cayó resonando,
eso fue un vuelo?
Oh pequeños cretinos
invisibles,
pájaros del demonio,
váyanse
al diablo
con su sonajera
con su plumas inútiles!

Yo que sólo quería
acariciarlos,
verlos resplandenciendo,
no quiero en la vitrina
ver los relámpagos embalsamados,
quiero verlos vivientes,
quiero tocas sus guantes
de legitimo cuero,
que nunca olvidan en las ramas,
y conversar con ellos
en los hombros
aunque me dejen como a ciertas estatuas
inmerecidamente blanqueado.

Imposible.
No se tocan
se oyen
como un celeste
susurro o movimiento,
conversan
con precisión,
repiten
sus observaciones,
se jactan
de cuanto hacen,
comentan
cuanto existe,
dominan
ciertas ciencias
como la hidrografía
y a ciencia cierta saben
dónde están cosechando
cereales.

Ahora bien,
pájaros invisibles
de la selva, del bosque,
de la enramada pura,
pájaros de la acacia
y de la encina,
pájaros
locos, enamorados,
sorpresivos,
cantantes
vanidosos,
músicos migratorios,
una palabra
última
antes
de volver
con zapatos mojados, espinas
y hojas secas
a mi casa:
vagabundos,
os amo
libres,
lejos de la escopeta y de la jaula,
corolas
fugitivas,
así
os amo,
inasibles,
solidaria y sonora
sociedad de la altura,
hojas
en libertad,
campeones
del aire,
pétalos
del humo,
libres,
alegres,
voladores y cantores,
aéreos y terrestres,
navegantes del viento,
felices
constructores
de suavísimos nidos,
incesantes
mensajeros del polen,
casamenteros
de la flor, tíos
de la semilla,
os amo,
ingratos:
vuelvo
feliz de haber vivido con vosotros
un minuto
en el viento. " de Pablo Neruda

martes, febrero 02, 2010

Sonrisas y lágrimas, y el escudo invencible


Y mi amiga Teresiña me envío unas notas de Cortazar sobre el lloro, y recordé lo hermoso que es el yoga en ese camino hacia el corazón, donde llega un punto en que uno anda con el corazón abierto, vulnerable y sin miedo, a llorar, a sentir, a amar, a vivir.
Durante muchos años no lloraba, era mi máscara de hombre que no llora, de hombre incapaz de soltar una lagrima. Ahora lo hago a moco tendido cuando siento dolor sobre todo, y me estoy haciendo experto, este año ha sido fluido en lloros, como las lluvias y con gemidos intermitentes, como los rayos. Ha sido hermoso y reconfortante, con un gran poder de curar aquello que estaba abierto en canal, haciéndome daño.
Me ha apaciguado llorar, igual que la lluvia apacigua la tierra, o que el rocío la mañana. Me ha apaciguado gemir porque me ha llevado a mi gemir de bebe, a mi infancia más pura.
Decía una gran maestro que tener el corazón abierto es tener un escudo, y el otro día en un seminario me venían las imágenes de comic, pues me encanta el comic, de ese escudo invencible maravilloso que me protege de todo, y no es otro que tener el corazón abierto a la vida siendo vulnerable, porque en la tensión, en la dureza, en las corazas y en las caretas, todo se anquilosa y coge herrumbre, se bloquea y se engaña.

Lloro y sonrío porque se puede llorar de dolor y estar feliz de llorar.

Madrugada, ha sido un día muy bello, con mucho sol, con paseos con los burros, plantar esquejes, estudiar yoga, trabajo de despacho centrado, tarde con unas clases bonitas de yoga y un acabar el día con un plato inventado y un buen vaso de vino.

"Instrucciones para llorar
(Julio Cortázar)

Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza.

El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente la nariz.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro….. los niños llorarán con la manga del jersey contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto.

Duración media del llanto, tres minutos"
Alaska y Dinarama - "Ni tú ni nadie"

domingo, enero 31, 2010

Enraizando en mi hogar


Y llevo desde tempranito con mi hogar, liado a limpiar, oyendo a Bowie. Me gusta mi casa, me gusta mi hogar, me gusta ir construyendo mi lugar. He traído unas librerías que debo construir pues ahora los libros se asoman desde una esquina en unas torres que no caen, y sigo ordenando echando a la leña lo acumulado, quemándolo.

Parte de la mañana en la cocina poniendo al día los “fregaos”, concentrándome en cada plato, en cada cuchara, en cada olla, poniendo todo mi ser en ello. Está resultando gratificante.

Enraizar, echar raíces en casa, ir formando un tejido suave pero potente de pequeños hilos apoyados unos a otros, alimentándose entre ellos, que hagan que el lugar donde vivo crezca firme bajo el paraguas del amor que estoy poniendo.

Enraizar en el andar, saber donde estas, saber cuándo pisas, permanecer estable ante la tormenta, ante la calma chicha, permanecer paciente, en espera si hace falta, pero permanecer atento y relajado.


Vacio de preocupaciones pero lleno de la experiencia de lo que soy.


David Bowie, único
"Heroes"
"China Girl"
"The Jean Genie"
Acabo la mañana con los maravillosos Culture Club:
"The War Song"
"Do You Really Want to Hurt Me"


sábado, enero 30, 2010

La máscara


Me quede mirando el camino y me imagine que ese camino me había ayudado a desenmascararme, a encontrar a aquel que soy, e ir quitando las máscaras del que no soy, de aquel que por inercia, por rutina, por educación creí que era.

Todas las máscaras una detrás de otra han ido cayendo, lentamente pero sin pausa, y cada día descubro un hombre nuevo, y cada día trato de seguir andando por el camino sin perderme en lo superfluo, sin perderme colocándome caretas que no me corresponden, jugando a algo que no soy, o por miedo, o por comodidad, o por conveniencia o eso, o por simplemente repetición.

¿De qué me escondía tapando mi alma?
¿ Qué ocultaba tras esos ojos?
¿Por qué las máscaras se incrustan y hacen sangre cuando uno las ve y las enfrenta?
¿Por qué cura tan profundamente quitárselas?

Me atrae la sonrisa y la tranquilidad que surge una vez que te has desenmascarado, una vez que no hay lugar donde esconderse, una vez que te das cuenta que todo es un juego donde vuelves a ser ese niño que no tenía que camuflar nada, y donde vuelves a mirar al mundo de un modo curioso y amable, apacible, con menos sufrimiento pues el momento te inunda y te llena, y hay algo dentro que te dice que vas por buena senda paso a paso sacando una a una la máscara.

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
10 de enero del 2010





Caminando por el bosque


Tenía ganas de dedicarme la tarde, tenía ganas que me diera el sol, tenía ganas de pasear a Mariano y sacar por primera vez a Coquelico de casa y andar por los bosques, tenía ganas que me diera el aire, tenía ganas de estar sólo, tenía ganas de sentir que Platero nos acompañaba en el paseo, de darle un homenaje, tenía ganas de disfrutar cada instante, tenía ganas de sentirme, respirarme, escucharme, de ahondar en el momento con la mente vacía disfrutando su sabor. Tenía ganas de vivir.

Cansado de ir de aquí para allí, de no parar, de no darme cuenta que en cuanto me despisto me robotizo en el hacer, sólo quería ver los bosques subido en Mariano con Coquelico al lado.

Estar en contacto conmigo me llena, y hoy en esos momentos me venía la música de Boccherini, una música que me hace inmensamente feliz.

En lo alto del monte con el bosque de fondo, allí mirando los arboles y el cielo, reflexionaba sobre el apego que sentimos por todo, y que queremos que perdure aquello que amamos, pero la vida es cambio, es mutación, y cuando aquello que amamos muere o desaparece de nuestras vidas surge el dolor, pero el dolor es otra semilla de la cual nacerá otra flor. Y si estamos ahí atentos podremos oler su fragancia y comer de su fruto.

Sólo, en ese instante, sólo en el vivir.

Boccherini: "La música nocturna de Madrid"


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